2020: ¿Juego o anticipación?

Juan Carlos Ureta Domingo, presidente ejecutivo Renta 4 Banco

CapitalBolsa
Capitalbolsa | 28 dic, 2020 18:29
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La penúltima semana del año ha sido, en pequeño, una réplica del año entero, al menos en lo que a la remontada bursátil se refiere. Las fuertes caídas de la sesión inicial del pasado lunes, que para varios índices europeos fue la peor sesión desde septiembre, fueron compensadas por subidas en las tres sesiones siguientes (la del jueves, en realidad, media sesión) permitiendo un balance semanal básicamente equilibrado.

Ni la mutación del virus aparecida en Inglaterra era, al parecer, tan agresiva como se temía ni el mal tono que parecían tomar las negociaciones del Brexit era un obstáculo tan insalvable, y al final el S&P ha recortado un simbólico 0,17% en la semana, el Dow Jones ha subido un 0,07%, el Nasdaq un 0,38%, el Eurostoxx ha caído un 0,07% y el Nikkei y el Dax han caído un 0,3%. Nuestro Ibex ha sido esta vez la estrella, al subir un 0,9% en la semana, muy ayudado por valores como IAG, Meliá, Amadeus, o Santander, a los que una salida negociada del Brexit les va muy bien.

Pero, más allá de estas sesiones finales del año, que, como venimos diciendo en los últimos comentarios, deberían ser tranquilas, la pregunta relevante, tras un año tan complejo y lleno de mensajes como el 2020, es la que se hacía hace unos días en su blog de Bloomberg el prestigioso comentarista John Authers: ¿Estamos viviendo un nuevo episodio de especulación, de fuegos artificiales financieros alimentados por el dinero fácil? ¿O más bien estamos ante unos mercados muy profesionales capaces de anticipar con acierto un futuro que va a ser brillante?

La idea dominante hasta hace unos años era que a medida que la tenencia directa de acciones por parte de los particulares iba a menos, al invertir los ahorradores su dinero a través de Fondos de inversión, las Bolsas iban ganando en profesionalidad, protegiéndose así frente a episodios especulativos como los de los años veinte del siglo pasado o como el de la burbuja de las "punto com" de fines de los noventa. Se suponía que los inversores institucionales eran capaces de evitar los errores propios de los inversores minoristas.

En cierto modo, la crisis de 2008 supuso un gran golpe para esa tesis de la mayor institucionalidad y profesionalidad de los mercados financieros. Las aparentemente sofisticadas y seguras, pero en el fondo frágiles y arriesgadas estructuraciones financieras elaboradas por los bancos de inversión, titulizando activos hipotecarios o de otro tipo, sirvieron de base a muchas carteras institucionales y fueron luego distribuidas al gran público minorista, poniendo de manifiesto que al final tan peligroso era dejar que Wall Street diseñase el modelo de riesgos como que lo hiciesen los particulares por sí mismos.

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