Donald Trump dice adiós a la Casa Blanca. Este martes 20 de enero es la toma de posesión el presidente electo, Joe Biden, aunque el republicano estará lejos de Washington cuando eso ocurra. Tiene intención de salir por la mañana hacia su club Mar-a-Lago en Palm Beach (Florida), y desde allí seguirá -o no- lo que acontezca en la capital de EEUU. Seguramente se oirán muchas críticas hacia el expresidente, ya que deja a sus espaldas un amargo legado, económico y político. Más paro, una economía fuertemente golpeada por el Covid y un país más dividido que nunca, sin olvidar los dos 'impeachment' a los que ha sido sometido o las fuertes disputas con la Reserva Federal (Fed).

Cuatro años le han bastado a Trump para poner patas arriba a EEUU en muchas cuestiones. La suya ya es considerada como una de las presidencias más turbulentas en la historia del país, aderezada por múltiples escándalos y por los mensajes que él mismo publicaba en sus redes sociales. Sin embargo, y pese a todo, el republicano ha dejado la puerta abierta a un segundo mandato, dando a entender que se presentará a las elecciones en 2024 alentado por los 74 millones de personas que votaron por su reelección a pesar de haber fracasado a la hora de contener la pandemia de coronavirus.

Y es que solo hay que recordar su particular batalla contra el uso de las mascarillas. Su férrea oposición al distanciamiento social y a cualquier medida de protección ha provocado que cerca de 400.000 estadounidenses hayan fallecido por el virus hasta el momento, aunque su mentalidad cambió levemente cuando dio positivo por Covid en plena campaña electoral. Aunque el coronavirus le ha dado a Trump más de un golpe. En la recta final de su mandato se ha tenido que enfrentar a la recesión económica que ha provocado la pandemia, con menos éxito del que le hubiese gustado, ya que le ha empobrecido considerablemente. Hace cuatro años Trump tenía una fortuna estimada de 1.792 millones, pero en los últimos doce meses ha sufrido pérdidas por valor de 900 millones debido al impacto del Covid en el sector hotelero y en el inmobiliario, donde tiene el grueso de sus inversiones.

Más allá de eso, su gran promesa fue impulsar el Producto Interior Bruto (PIB), y lo consiguió hasta que llegó el coronavirus. La economía estadounidense parecía haberse asentado en un punto dulce de crecimiento constante, bajo desempleo, baja inflación e, incluso, aumento de los salarios. Trump ha mantenido durante su mandato un fuerte tira y afloja con la Fed y su presidente, Jerome Powell, aunque al final lograron una tregua que ayudó a mantener el crecimiento y a empujar la tasa de desempleo a un mínimo de 50 años (3,5%, lo que equivale al pleno empleo). Sin embargo, la pandemia cambió todo eso y probablemente dejará algunas profundas cicatrices económicas.

La más notable, el paro. El republicano deja el cargo con la tasa de desempleo un tercio más alta que cuando llegó a la Casa Blanca, aunque más allá de ello los expertos ponen el acento en otro problema más preocupante: el número de personas sin trabajo y en busca de trabajo, y las que han dejado la fuerza laboral por completo, ha aumentado considerablemente como consecuencia del Covid. Y, dicen, eso puede colocar a la economía estadounidense en una situación complicada en los próximos años.

No obstante, muchos insisten en que Trump ya había llevado a la economía de EEUU a través de un viaje salvaje incluso antes de que el Covid provocara la caída. ¿La razón? Las sonadas guerras comerciales que ha emprendido contra China o Europa, entre otros, y que han puesto contra las cuerdas al comercio mundial. Su disposición a utilizar aranceles unilaterales y a luchar no solo con adversarios como el gigante asiático, sino también con aliados como Alemania, ha provocado auténticos terremotos. Aunque sí que ha logrado que alguna de sus 'preocupaciones' calen, como la referente a la débil aplicación de las normas de propiedad intelectual por parte de China, tanto que su sucesor, Joe Biden, tiene intención de mantener la lucha contra las prácticas comerciales "abusivas" del país asiático.

'AMERICA FIRST'... PERO MUY DIVIDIDA

En el plano político, el legado de Trump también es turbulento. Durante los últimos cuatro años ha seguido abanderando su ya conocido eslogan 'America First', que le llevó a impulsar una dura política anti-inmigración escenificada en su promesa electoral estrella: el muro con México. Sin embargo, ni ha logrado acabarlo (solo se han construido 727 kilómetros, lo que equivale a algo más de una cuarta parte de los 3.145 kilómetros que separan EEUU de México), ni ha conseguido que el país vecino lo pague, como aseguró en más de una ocasión (EEUU ha invertido 15.000 millones de dólares en el muro, y gran parte del mismo en realidad reemplaza a una valla que ya existía).

Además, la división ciudadana es más palpable que nunca. La decisión de Trump de no aceptar el resultado electoral ni la victoria de Biden (todavía mantiene que le han robado las elecciones) hizo que el expresidente entrase en una espiral de declaraciones cada vez más beligerantes, llegando incluso a pedir a sus seguidores que se movilizaran para evitar el ascenso del demócrata. El punto álgido de toda esta situación se produjo el pasado 6 de enero, con el asalto al Capitolio. Tras lo ocurrido, la seguridad en Washington se ha incrementado considerablemente, y la Guardia Nacional lleva días apostada en la ciudad para garantizar el traspaso de poder.

Una ceremonia en la que Trump no estará. El último presidente que decidió no asistir a la toma de posesión de su sucesor fue Andrew Johnson en 1869, otro líder impugnado. Y es que el republicano se va después de haber sido sometido a dos juicios políticos, o 'impeachment', el último como consecuencia de lo ocurrido a inicios de año en el Capitolio. Aunque la ausencia de Trump romperá más de un siglo de precedentes que han reforzado la transferencia pacífica del poder en EEUU, Biden cree que es "algo bueno" que no vaya a estar presente durante su juramento. Todos los demás expresidentes vivos de la nación, excepto Jimmy Carter, que tiene 96 años, se unirán al demócrata en el Cementerio Nacional de Arlington después de la inauguración de su mandato para poner una corona en la Tumba del Soldado Desconocido, como marca la tradición.

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