careta money talks

El CIS (que en estas preguntas es más fiable que en las de política) asegura que dos tercios de los españoles no podrán irse de vacaciones este año. Si hay un indicio de la gravedad de la crisis, es ese, porque para que el españolito medio renuncie a las vacaciones tiene que ver la cosa pero que muy mal. Los que parecen que están de vacaciones permanentes son los de la CNMV, a la vista del nulo trabajo que hicieron el año pasado. Entre eso, su inutilidad para prevenir los engaños a inversores y sus bandazos, quizá sería mejor que se disolviera y entregara las armas.

Las causas de la renuncia masiva a las vacaciones son las evidentes: por un lado, el miedo al contagio; y por el otro, la enorme incertidumbre sobre la situación económica personal, es decir, sobre si la gente seguirá teniendo su trabajo o su negocio en los próximos meses. O, como mínimo, si verá reducidos sus ingresos.

De hecho, el propio CIS deja claro que a la gente le preocupa bastante más la crisis económica que la sanitaria (no hay más que ver la relajación total de costumbres desde que empezó la fase 1). Así, la situación económica es el principal problema para la ciudadanía por encima de la epidemia, y el 76% considera que dicha situación es mala o muy mala. Curiosamente, la mayoría piensa que su situación particular sigue siendo buena, pero esto es como lo de conducir: todos pensamos que en España todo el mundo conduce mal menos yo.

Los que sí van a irse de vacaciones se las tomarán cortitas -como mucho, dos semanas- y su destino será nacional; este año no están las cosas para irse a Cancún o a Tailandia. Y dentro del país, a ver qué éxito consigue Torra para Cataluña con su campaña para atraer turistas españoles sin decir España: "Queremos ese turismo que se puede desplazar fácilmente por Cataluña en un radio de proximidad de bien pocas horas", ha dicho literalmente (por no hablar de sus conocidos simpáticos calificativos para los no catalanes).

En todo caso, la renuncia a las vacaciones debería dejar muy claro al Gobierno, por si no lo tenía ya, que la cosa es muy grave y que tiene que ir mucho más allá para tratar de evitar la catástrofe. Que en vez de centrarse en subsidios para quienes pierden su empleo -el "escudo social" del que presume Pablo Iglesias- sería mucho mejor que enfocara las ayudas a la supervivencia de las empresas y el mantenimiento de los puestos de trabajo.

Por ejemplo, rebajas fiscales o de cotizaciones (no aplazamientos). El sector turístico tiene claras las medidas que habría que tomar, que van mucho más allá del cacareado plan de esta semana. Claro que si Pedro Sánchez ni siquiera quiere alargar los ERTE hasta diciembre, hay pocas esperanzas... salvo el rescate europeo (y ya veremos, porque el acuerdo va a ser complicado).

LA CNMV SÍ QUE SE VA DE VACACIONES... PERMANENTES

Otra noticia que nos ha dejado boquiabiertos esta semana es el informe anual de la CNMV, en el que, ni corto ni perezoso, el supervisor reconoce que no abrió un solo expediente por información privilegiada en 2019, pese a recibir 227 alertas de casos sospechosos (las entidades financieras tienen obligación de avisarle cuando detectan algo raro). También recibió 118 alertas de posibles manipulaciones de mercado, con el mismo resultado: cero expedientes abiertos.

Tras esta confesión, uno se pregunta a qué dedica el tiempo libre -que debe de tener bastante- la CNMV si no persigue los dos comportamientos más dañinos para el inversor, a pesar de las múltiples sospechas que le hacen llegar. Es verdad que es complicado; como decía Armesto, muchas veces solo se coge "al marido de la secretaria". Pero no hacer absolutamente nada da una sensación de impunidad que justifica el viejo dicho de que, a diferencia de EEUU, "en España el delito es no tener información privilegiada".

Si la CNMV no persigue la información privilegiada ni la manipulación, si no impidió la comercialización de las preferentes a los minoristas ni las ventas de acciones de Bankia o Popular, si no detecta fraudes como Pescanova o Gowex, si cada vez exige menos información a las empresas, si tampoco les obliga a tomar medidas de buen gobierno, si crea agravios comparativos como el de los cortos en Liberbank y Popular, si pone mil trabas burocráticas y tarda una eternidad en aprobar cualquier cosa, y si no hay un criterio claro sino que depende de cada operación, la pregunta es para qué queremos a la CNMV.

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