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La locomotora de Europa renquea y las voces de alarma de una recesión en la eurozona suenan con fuerza, se mire a donde se mire. Hace meses que Alemania envía señales alarmantes con unos datos macro que traen los peores ecos de la crisis financiera de 2008 y el resto de países que comparten la moneda única también dan muestras de sequía. Y todo en un contexto de estímulos casi ilimitados, vía Banco Central Europeo (BCE), por lo que la única alternativa que le queda a las economías del euro es presionar la divisa a la baja.

Los datos de los PMI europeos de esta semana han confirmado los peores miedos de que la debilidad del sector manufacturero se contagia a otras partes de la economía. Con todo, "son consistentes con el crecimiento de sólo el 0,1% en el tercer trimestre de 2019", comentan los analistas de Oxford Economics. A la luz de la desaceleración, estos expertos coinciden con los de Pantheon Macroeconomics al destacar que el asunto espolea a los agentes económicos y monetarios de la zona euro para que emprendan acciones, cuanto antes, para apoyar a una "economía enferma".

"Las autoridades responderán desde el frente monetario y fiscal ya que no pueden quedarse de brazos cruzados", comentan los economistas de la división de análisis de la Universidad de Oxford. Entretanto, en Pantheon se preguntan hasta qué punto "serán eficaces las medidas que lleven a cabo".

Con la inflación tozudamente por debajo del objetivo del BCE, la efectividad de los recientes estímulos del banco central suscita las dudas de los economistas, que los califican de "ajustes temporales", en palabras de Giancarlo Prisco, de Admiral Markets. "La senda ultra flexible que el supervisor monetario mantiene desde hace más de una década no ha sido capaz de estimular una recuperación sostenida", comenta por su parte Jay Meisler, cofundador de GlobalView. "Llegados a este punto, cae por su propio peso que hay límites a lo que es capaz de hacer la política monetaria".

La receta de Prisco para "mejorar el crecimiento a largo plazo, que es relevante para el nivel de vida de los ciudadanos", es insistir, después de la unión monetaria, "en una unión aduanera y fiscal". "Solo cuando Europa se convierta en una única nación habrá condiciones para un gran crecimiento en la zona euro", agrega, y añade que hasta entonces no se verá "un cambio radical hacia el crecimiento".

"El pasó a dar sería una batería de estímulos fiscales", comenta por su parte Meisler, pero las reglas del presupuesto de la zona euro dificultan el aumento del techo del déficit. No obstante, la dirección que parece querer tomar Alemania, por ahora, no será la de abandonar la política del equilibrio presupuestario, sino que optará por elevar los impuestos.

La dificultad de aplicar las medidas anteriormente descritas lleva a la consecuencia lógica de apostar por una devaluación de la moneda. "Sería la herramienta más simple para reequilibrar el cambio real y recuperar la competitividad", aduce Prisco, ya que "el régimen cambiario actual no tiene efecto sobre el crecimiento a largo plazo, sobre todo ahora que estamos en un contexto de una nueva guerra de divisas", redondea el experto de Admiral Markets.

Meisler opina, por su parte, que el euro "deberá cotizar sensiblemente por debajo del valor actual para ayudar al sector manufacturero". Rebajar la divisa "será la forma más rápida de estimular la economía y elevar la inflación", enfatiza.

Eso sí, no es nada fácil conducir al euro a una rápida depreciación. Por un lado están los acuerdos del G20 contra las devaluaciones competitivas de la moneda -que precisamente se encaminan a evitar las guerras de divisas-. Por otra parte, se teme que el presidente de los EEUU, Donald Trump, tome represalias, como ha hecho con China, ya que en el pasado ha advertido sobre la debilidad del euro.

Al mercado no le queda más remedio que encomendarse al paquete de medidas del BCE "que puede prolongarse durante años, tanto los tipos bajos como las compras de activos", indican los expertos de MUFG Bank. El banco central europeo se ha "japonizado", comentan, ya que su política actual se asemeja a la del Banco de Japón. Está por ver si será más efectivo que la institución nipona en lograr sus objetivos de precios al consumo, punto sobre el que los analistas del MUFG Bank mantienen su escepticismo.

Indican, eso sí, que el euro seguirá devaluándose hacia finales de año, hasta los 1,07 dólares en el primer trimestre de 2020, pero avisan de una "infravaloración en la moneda". Los analistas de Barclays, por su parte, prevén que la divisa comunitaria llegue a los 1,03 dólares en el tercer trimestre del año próximo, ya que también asumen que "el resultado de que la economía mantenga su bajo desempeño es que la divisa se abarate".

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