¿Por qué despidieron al “ocho puntillos”?

Carlos Montero de La Carta de La Bolsa

CapitalBolsa
Capitalbolsa | 24 may, 2017 19:45 - Actualizado: 09:00

Uno de los dichos más conocidos en el mercado, y que justifica el hecho de que los inversores particulares en promedio lo hacen peor que los índices generales y que los inversores institucionales, es su propensión a cortar las ganancias demasiado pronto, y dejar correr las pérdidas. Es uno de los errores más repetidos de los inversores nobeles. Les pondré un ejemplo personal:

Hace ya algunos años compartía mesa de derivados con un joven recién licenciado que hacía trading con futuros sobre la renta variable. Este joven tenía la teoría que cuando los índices presentaban una sólida tendencia intradía, en más del 70% de las ocasiones los futuros de un selectivo de renta variable, por ejemplo el del Ibex 35, se movían a favor de la tendencia los suficientes puntos como para que la entrada fuera rentable. Le llamábamos en la mesa “el ocho puntillos”, porque solía aplicar este método sobre el Ibex 35 y buscar en sus entradas ocho puntos de beneficio. Al año este joven trader fue despedido por malos resultados. No es que no tuviera razón en su teoría, no sé si el 70%, pero el hecho es que si acertaba en la mayoría de sus posiciones obteniendo esos famosos ya “ocho puntillos”. El problema era que cuando no acertaba y el mercado giraba en contra de tendencia, las pérdidas borraban los beneficios de muchas operaciones buenas.

El ejemplo anterior es una muestra clara de cómo la inexperiencia te hace caer en el error de cortar pronto los beneficios, y dejar correr las pérdidas.

¿Pero por qué sucede esto? En una reciente investigación de Cary Frydman, profesora asistente en la Escuela de Negocios USC Marshall, tu cerebro es la causa. Frydman ha estudiado los cerebros de diversos traders del mercado mediante una máquina de resonancia magnética funcional. Lo que descubrió fue que cuando los inversores vendían y se anotaban una ganancia, la parte del estriado ventral de su cerebro se iluminaba, lo que indicaba una recompensa hedónica. Mientras que si se limitaban a mantener la posición mientras estas iban incrementando el precio, no había aumento en la actividad cerebral.

La conclusión es que el cerebro está más dispuesto a tomar beneficios por la recompensa psíquica o el placer que le proporciona. No recibimos la misma recompensa en nuestro cerebro si vemos simplemente como el precio de nuestras posiciones aumentan y son cada vez más rentables.

Otra razón por la que los inversores venden demasiado pronto es el temor a renunciar las ganancias potenciales, según la psiquiatra Richard Peterson, autor de varios libros de psicología inversora.

La conclusión de todos estos estudios es que, a menos que su cerebro está bien entrenado, le condicionará para que venda sus posiciones alcistas, parte por el miedo a perder los beneficios, parte por el placer que obtiene cuando los tiene. Todo esto refuerza la idea que sostienen muchos e importantes inversores que, si lo que se busca es la rentabilidad en el mercado de valores y no las emociones que este proporciona, la mejor estrategia es comprar y mantener. “Si su objetivo exclusivo es maximizar el rendimiento financiero, la operativa de mantener reducirá los golpes psíquicos que reducen los retornos”, afirma Frydman.

Otra cosa que demuestra los estudios de Frydman es la tendencia que tenemos los inversores de no volver a comprar las acciones que hemos vendido prematuramente aunque pudiera ser lo más acertado. Si vendemos un título, y las acciones siguen subiendo, nuestra zona cerebral asociada la recompensa reduce mucho la actividad, lo que se traduce como arrepentimiento inversor.

“Este arrepentimiento afecta al comportamiento. Hace que la gente no esté dispuesta a recomprar una acción, aunque piensen que pueda subir más”, añade Frydman.

Parece que todo nuestro comportamiento inversor está dictaminado por la actividad más o menos intensa de partes de nuestro cerebro. Un sesgo psicológico que afecta negativamente a nuestra operativa, y que como he señalado en otras ocasiones, se puede reducir con ejercicios mentales como la meditación.

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