La economía crecerá el 3,1% en 2017 y el 2,5% en 2018, según BBVA

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Capitalbolsa | 16 ene, 2018 17:06
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BBVA Research mantiene las previsiones de crecimiento del PIB para 2017 y 2018 en el 3,1% y 2,5% respectivamente. Además, se espera que la recuperación continúe en 2019, con un avance similar al de este año (2,3%) y que la mejora de la economía comience a trasladarse a un crecimiento mayor de los salarios.

Estas perspectivas positivas son consecuencia de la fortaleza que muestra actualmente la economía española y de la expectativa de un entorno global favorable, a pesar de la subida del precio del petróleo y del aumento en la incertidumbre relacionado con el entorno político en Cataluña. A este respecto, aunque se estima un impacto negativo sobre la actividad, los datos conocidos y la evolución de los índices de sentimiento apuntan a un efecto limitado, consistente con la continuación de la recuperación.

Los datos más recientes confirman la fuerte inercia de la actividad. En particular, se estima que el crecimiento del PIB durante el 4T17 habría sido del 0,8% t/t, una tasa que en términos anualizados continúa por encima del 3%. Este dinamismo se debe a la positiva aportación de la demanda interna, pero también a la recuperación que se observa en la venta de bienes al exterior. Así, el consumo de las familias habría mantenido la fortaleza que le ha caracterizado durante todo el año, en un entorno de aumento de la renta disponible de los hogares, apoyada por la creación de empleo, bajo coste de financiación y alta disponibilidad de crédito. En todo caso, el aumento del consumo se encuentra por debajo del observado para el PIB. Esto es importante dado que permite que se prevea un punto de inflexión en la caída que se ha producido en la tasa de ahorro de los hogares, que alcanza niveles históricamente bajos. Por otra parte, las exportaciones de bienes parecen haber consolidado la recuperación iniciada durante el tercer trimestre del año anterior, apoyadas por el favorable entorno global. Lo anterior probablemente justifica la positiva evolución de la inversión en maquinaria y equipo, que durante la segunda parte de 2017 habría mostrado tasas de crecimiento relativamente elevadas.

La incertidumbre, sobre todo relacionada con el entorno político en Cataluña, podría estar teniendo ya un efecto sobre la actividad económica. En todo caso, por el momento el impacto parece limitado y en línea con lo que se preveía. Distintos indicadores apuntan a que el crecimiento del PIB durante la primera mitad del 2018 podría ser ligeramente inferior al observado en promedio durante los últimos tres años. En primer lugar, la percepción externa sobre la economía española acusa un deterioro relativo moderado, que se refleja en una evolución relativamente menos positiva de algunas variables financieras. En segundo lugar, algunos sectores y regiones muestran una evolución diferencial. Así, el turismo se ha resentido particularmente. Además, distintos indicadores de gasto y empleo apuntan a que el crecimiento en Cataluña se estaría moderando más que en el resto del país y que lo anterior se estaría trasladando hacia otras comunidades autónomas cercanas. Finalmente, tanto los indicadores financieros como los relacionados con la actividad real o los que miden la incertidumbre muestran que aunque el impacto habría sido intenso, también su alcance habría sido bastante limitado por el momento. Esto es consistente con un escenario de continuación del crecimiento durante los próximos meses.

Hacia delante, una recuperación global sincronizada y el descenso de la incertidumbre en la UEM apoyarán la evolución de las exportaciones. La revisión al alza en el crecimiento, sobre todo en Europa, compensará la posible pérdida de competitividad que supondrá un precio del petróleo algo más elevado de lo previsto en la edición anterior de esta publicación. Asimismo, tanto el sentimiento de los inversores como las políticas de los bancos centrales apuntan a un entorno financiero de baja volatilidad y costes del crédito reducidos por un período prolongado de tiempo. De particular importancia ha sido la reducción de la incertidumbre política en Europa, tanto la relacionada con el ciclo electoral, como con los incipientes avances hacia el brexit.

A nivel doméstico, la política fiscal continuará siendo neutral, mientras que el impulso de la monetaria se hará cada vez más evidente en la evolución del crédito. En un entorno sin cambios en la política económica, se espera que España salga del Procedimiento de Déficit Excesivo y disminuya el déficit a niveles alrededor del 2,4% del PIB a finales de 2018. Esta reducción se explicará por la contribución de la mejora económica a la reducción del desequilibrio en las cuentas públicas. Por otro lado, las nuevas operaciones de crédito continúan creciendo, lo que junto a la ralentización de las amortizaciones adelanta el fin del período de desapalancamiento en el sector privado. A lo anterior contribuyen factores tanto de demanda como de oferta, que deberían mantenerse durante los próximos dos años, lo que sostendrá el crecimiento del gasto interno.

En todo caso, el escenario no está libre de riesgos. Por un lado, existe incertidumbre sobre cuándo se presentarán y aprobarán los Presupuestos Generales del Estado para 2018. Esto puede tener costes en la actividad económica si supone el retraso en la implementación de proyectos de inversión, expansión de plantilla o gasto en consumo de las administraciones públicas. Asimismo, la aproximación de la culminación de un nuevo ciclo electoral a nivel autonómico y local eleva los riesgos sobre las cuentas públicas, dadas las desviaciones observadas respecto a la regla de gasto en 2015. Por otro lado, es posible que la continuación de la recuperación en ciertas empresas, en algunos sectores y en las comunidades autónomas con menor paro empiece a tener un impacto cada vez mayor en la formación de salarios. Este crecimiento es bienvenido si es consecuencia de mejoras de la productividad. Sin embargo, si estos aumentos se derivan de la existencia de una elevada tasa de paro estructural, podrían aumentar la desigualdad entre los que tienen un puesto de trabajo y los que no. A este respecto, en la medida que el resto de la distribución de salarios no se vea afectada por el incremento en el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), este aumento no debería tener un impacto significativo sobre la ocupación, ya que aunque relativamente significativo, su prevalencia es reducida. Sin embargo, existen ciertos colectivos cuya exposición es superior, al estar sujetos a contratos ligados al SMI, y para los que el aumento en el coste de contratación pudiera reducir su probabilidad de encontrar un puesto de trabajo.

Finalmente, aunque los indicadores de incertidumbre apuntan a una reducción desde los niveles alcanzados en octubre pasado, se mantienen elevados. Más aún, es posible que algunos de los efectos sobre la actividad solamente se observen con retraso, dada la maduración que necesitan los grandes proyectos de inversión. Independientemente de lo anterior, los recientes eventos desvían la atención de las reformas necesarias que ayuden a aumentar su crecimiento potencial a medio plazo y a reducir la vulnerabilidad de la economía española, disminuyendo los desequilibrios que todavía persisten durante la recuperación.

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