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La guerra comercial entre China y EEUU sigue generando problemas. Al menos a las empresas estadounidenses, que han decidido diversificar sus centros de producción y se están marchando del gigante asiático ante el aumento de las tensiones. Así lo constata la agencia de calificación S&P en su último informe, en el que asegura que esta decisión será un desafío para los sectores que requieren mano de obra calificada y manufactura de alto valor.

Las compañías estadounidenses intentan diversificar sus cadenas de producción lejos de China en un intento por esquivar las dificultades que está provocando la disputa entre los gobiernos de Donald Trump y Xi Jinping, sobre todo en lo que se refiere al aumento de costes. S&P señala que la próxima ronda de escalada de tensión aumentará tanto la incertidumbre como las presiones sobre las ganancias, y en un momento como el actual, en el que hay que pagar aranceles del 25% sobre todas las importaciones procedentes de China, "puede resultar más difícil seguir repercutiendo los costes en los consumidores", por lo que las empresas podrían tener que "absorber una parte mayor de los costes arancelarios".

Eso es lo que ha llevado a las empresas de EEUU a llevarse la producción a otros lugares, ya que la situación no tiene visos de mejorar, al menos por el momento (habrá que ver qué ocurre en la esperada reunión entre Washington y Pekín que se celebrará en el marco de la cumbre del G20, este fin de semana). Sobre todo porque las acciones no arancelarias, es decir, las declaraciones, "son cada vez más frecuentes y sus efectos son más impredecibles", ya que a menudo se dirigen a empresas o sectores específicos y pueden afectar directamente a los ingresos, como ha ocurrido con la china Huawei, remarca la agencia de calificación.

Sin embargo, también alerta de que la estrategia que están adoptando las firmas estadounidenses "no es gratuita", dado que constituirá un auténtico "desafío" para los sectores que requieren mano de obra calificada y manufactura de alto valor. En este sentido, S&P señala que "es muy difícil reproducir la cadena de suministro de tecnología bien desarrollada e integrada de China en otros lugares". Además, "China es en sí misma un gran mercado para los productos tecnológicos y las empresas de tecnología pueden querer seguir fabricando cerca de ella".

Hasta ahora las empresas han podido "mitigar el impacto de los aranceles" repercutiendo el aumento de los costes en el precio final del producto, o "desviando el comercio y ajustando sus cadenas de suministro". No obstante, a medida que la disputa entre EEUU y China se intensifique, los costes se acumularán, dejando "menos espacio para estrategias de mitigación a corto plazo y aumentando sus efectos crediticios adversos", afirma S&P.

Estados Unidos ha anunciado su intención de aplicar aranceles del 25% a todas las importaciones de China que aún no hayan sido objeto de gravámenes, incluidos los teléfonos inteligentes y los ordenadores portátiles. También las prendas de vestir y el calzado, y los juguetes, lo que afectaría directamente a los consumidores.

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