Adivinen a qué se parece el actual crash bursátil en China
El gráfico de la derecha muestra al índice
bursátil Shanghai Composite de China desde principios de 2014 y el de la izquierda muestra el
comportamiento hace décadas de un índice de acciones diferente (x), que se comportó de forma muy
similar. Hemos eliminado las etiquetas y las escalas de tiempo para aumentar sus similitudes, y los
hemos normalizado para empezar en 100.
En ambos casos hubo un período en el que,
básicamente, no pasó nada en las acciones, seguido de una apreciación extrema, seguido de una fuerte
caída de alrededor de un tercio.
Mientras que el pasado nunca se repite y a menudo las
analogías históricas no son muy útiles, pensamos que las circunstancias específicas en el momento de
estas grandes subidas y caídas posteriores que se muestran en el gráfico, son lo suficientemente
interesantes que vale la pena compartir.
Lo positivo: el país del gráfico de la izquierda
disfrutó de muchos más años de crecimiento y convergencia con los países ricos, a pesar de que
inicialmente experimentó una desaceleración importante en el crecimiento.
El mercado
x
Imagínese un país ansioso por elevar los estándares de vida a niveles del mundo rico.
Sus dirigentes - que disfrutan de los beneficios de gobernar sin un partido de oposición viable -
han llegado a la conclusión de que esto requerirá de un período sostenido de alta inversión en
industrias que, con el tiempo, serán competitivas frente a las de los países ricos, así como una
infraestructura nacional.
La importación del capital necesario desde el extranjero es a la
vez deseable y costosa, por lo que el gobierno en vez de financiar este gasto de capital mediante la
supresión de las tasas de interés y hacer que los bancos presten de forma prodigiosa prefiere
campeones nacionales.
Combine la represión financiera con una inversión masiva dirigida por
el Estado y se llegará a un rápido crecimiento del PIB financiado por fuertes transferencias de los
hogares a las empresas. La proporción del ingreso nacional del sector empresarial aumentó en más de
5 puntos porcentuales durante este período.
Una consecuencia de este sistema fue un mercado
residual de acciones y bonos. La emisión de acciones solamente financió alrededor del 7 por ciento
de las necesidades de inversión del sector empresarial al inicio de este período.
Para
reducir el apalancamiento corporativo, el gobierno comenzó la promoción activa de una cultura de
participación en el capital, que subió rápidamente desde un nivel bajo, al igual que los precios de
las acciones. Los fondos de inversión se dispararon en tamaño y los nuevos fondos comercializaban
sus ofertas con el lema "adiós bancos, hola firmas de valores".
El aumento de los precios y
la creciente base de inversores provocaron un gran aumento en la emisión de acciones, satisfaciendo
hasta un 23 por ciento de las necesidades de financiación externa del sector empresarial cuando el
mercado de valores alcanzó su punto máximo.
Una vez que los precios empezaron a hundirse y
los hogares se desilusionaron, la financiación de capital terminó convirtiéndose en mucho menos
importante de lo que era antes de que las acciones se dispararan. El mercado no alcanzaría de nuevo
máximos hasta dentro de siete años. Mientras tanto, el crecimiento del PIB se redujo drásticamente
después de que el mercado de valores entrara en un mercado bajista, las quiebras de empresas se
dispararon, y una de las principales casas de corretaje necesitó un préstamo especial por parte del
banco central después de que se revelaran pérdidas masivas.
Por último, este auge y caída fue
un fenómeno puramente nacional. Los cambios en los precios de las acciones y del PIB fueron
completamente ajenos a lo que ocurría en el resto de los principales mercados.
¿Se
parece a la China de hoy?
Los lectores se habrán dado cuenta de una gran cantidad de
similitudes: El modelo de crecimiento impulsado por la inversión, el sistema financiero
distorsionado, el impulso del mercado de valores, en parte, ayudó al desapalancamiento del sector
empresarial.
En este punto, revelamos que el país al que anteriormente nos referíamos fue el
Japón de finales de 1950 y comienzos de 1960. (Felicitaciones a todos los que lo
adivinaron).
Japón disfrutó de tres décadas casi interrumpidas de recuperación del
crecimiento a pesar del retroceso producido por la burbuja de acciones. Incluso su rendimiento
económico más reciente ha sido bastante bueno en comparación con la mayoría de los países ricos. En
otras palabras, la agitación en los mercados de valores, probablemente no tendrá un impacto
significativo en el crecimiento a largo plazo de China aparte de las grandes cuestiones sobre las
reformas y el reequilibrio.
Japón experimentó su versión de una "recesión" en la década de
1960 cuando el crecimiento real disminuyó a alrededor del 5,3 por ciento desde su tasa de doble
dígito anterior. Eso encajaría con la investigación de Bridgewater que sugiere que la reciente caída
podría llevar a una desaceleración en el crecimiento del PIB chino a unos pocos puntos porcentuales.
A fin de cuentas, eso no suena tan mal.
La analogía no se debe de estirarse demasiado. Japón
en ese entonces tenía muchas ventajas que China ahora no tiene.
Para empezar, los
desequilibrios producidos por el modelo de crecimiento impulsado por la inversión de Japón fueron
mucho más pequeños que los que existen actualmente en China. La orgía de endeudamiento corporativo
en China no tiene precedentes, tanto en tamaño como en rapidez. Japón no tuvo un exceso de capacidad
en prácticamente todas las industrias y no tuvo que lidiar con el hundimiento del mercado
inmobiliario.
Japón también se benefició de un las tendencias demográficas. Desde 1960 hasta
1990, el número de japoneses menores de 60 creció a una tasa promedio anual de alrededor del 0,6 por
ciento. (Desde el punto máximo en 1985, sin embargo, este grupo de edad se ha reducido en
aproximadamente un 17 por ciento. Pero para entonces el país ya era rico.) Por el contrario, se
espera que la población de China permanezca esencialmente plana durante las próximas tres
décadas.
Lo más importante, Japón tiene la importante ventaja de ser una democracia, incluso
si su política y las políticas fueron un poco diferentes de lo que se considera normal en Occidente.
El gobierno fue capaz de cambiar la política sin necesidad de detener a opositores influyentes con
cargos de "corrupción". Se pasó de un superávit fiscal al déficit y aumentó el gasto en bienestar
social. Y mientras el gobierno japonés, sin duda tuvo un papel activo en el desarrollo, no era
propietario, literalmente, de grandes extensiones de puestos de mando de la economía, en agudo
contraste con China. Hubo un importante papel para el sector privado, la competencia y la búsqueda
de ganancias a través del crecimiento de la productividad.
La evidencia tiende a apoyar la
idea de que lo que sucede en los mercados de valores de China es un espectáculo relativo en
comparación con el resto de las fortalezas y desafíos del país. Algo, tanto para los "alcistas" como
para los "bajistas", en lo que consolarse, supongo."
Fuentes: Matthew Klein, FT
Carlos Montero
Lacartadelabolsa