Es muy sencillo, Montoro: eres socialdemócrata

Juan Ramón Rallo

CapitalBolsa
Capitalbolsa | 30 abr, 2018 20:15
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El liberalismo es una filosofía política que coloca la salvaguarda de la libertad individual en el centro del orden social: el objetivo fundamental de las instituciones políticas ha de ser el de respetar los planes vitales de cada individuo, reconociéndoles a todos y cada uno de ellos la más amplia esfera posible de autonomía personal.

A saber, el liberalismo consiste en universalizar en condiciones de igualdad el respeto jurídico de cada persona hacia los planes vitales de otras personas.

El Estado moderno es una institución que se arroga la soberanía sobre la población que reside dentro de un territorio. El soberano, en términos schmittianos, es aquel que cuenta con la capacidad para suspender el derecho por encontrarse por encima de ese derecho: es decir, es un ente que se arroga la legitimidad para conculcar arbitrariamente la libertad de cualquier individuo. Precisamente por ello, el liberalismo siempre mirará con desconfianza y animadversión al Estado: aun cuando pueda considerarlo inevitable, lo verá como un mal cuya influencia —antijurídica y liberticida— sobre la sociedad es necesario minimizar.

Por supuesto, el liberalismo no es la única corriente de filosofía política posible. A día de hoy, por desgracia, ni siquiera cabe señalar que se trate de la corriente mayoritaria. Otras perspectivas más recientes han tratado de retener algunos aspectos del liberalismo (por ejemplo, el valor de la libertad individual) pero tratando de compatibilizarlos con la injerencia permanente del Estado en la vida de las personas. Es el caso, por ejemplo, de la socialdemocracia (que no socialismo) en un sentido rawlsiano: las personas son prima facie libres pero el Estado debe articular un paquete de políticas públicas dirigidas a garantizar la igualdad de oportunidades y a contrarrestar aquellas desigualdades sociales que no redunden en el beneficio de los más desfavorecidos... Leer Más

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