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Rodrigo Rato, expresidente de Bankia BANKIA

La catástrofe de Bankia que se está juzgando en la Audiencia Nacional pudo haber sido todavía mayor y habernos costado aún más que los 24.000 millones de dinero público que todos los españoles hemos puesto en su rescate. En vez de fusionarse con Bancaja, Caja Madrid podía haber unido su destino a la CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo), calificada como "lo peor de lo peor" por el exgobernador Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO) y que acabó intervenida y vendida a Sabadell con un coste de 11.700 millones (que todavía puede ser mayor).

Corría el año 2010. El Banco de España de MAFO y el Gobierno de Zapatero estaban desesperados tratando de parar el derrumbe de las cajas de ahorros que había comenzado el año anterior con CCM y que amenazaba con llevarse por delante el sistema financiero y el país entero. Las fusiones de entidades con ayudas públicas aparecían como la solución mágica, algo que, según ha declarado esta semana Francisco González, supuso "juntar una caja mala con otras malas y sacar una caja peor".

Entonces, se diseñó un proyecto que, visto hoy día, pone los pelos de punta: lo que se dio en llamar la "fusión diagonal" con Caixa Galicia, Caja Madrid y la alicantina CAM. Si las operaciones que finalmente se ejecutaron provocaron un coste cercano a los 100.000 millones para los ciudadanos, esta operación habría creado un agujero negro de tal magnitud que habría sido capaz de echar a España del euro.

Porque Bankia acabó necesitando un rescate de 24.000 millones, la CAM requirió otro de casi 12.000 (el coste final dependerá de las pérdidas que cubra el esquema de protección de activos otorgado al Sabadell) y las cajas gallegas, vendidas en 2013 al venezolano Banesco, que las rebautizó como Abanca, recibieron casi 10.000 millones. Y si la tesis de González es correcta -de dos cajas malas sale una peor que la suma de las dos-, el quebranto habría sido mucho mayor.

MODESTO CRESPO HUYÓ... Y ACABÓ TRASQUILADO

Aquel proyecto diagonal se topó con el gran obstáculo de las reticencias de los Gobiernos autonómicos a perder "sus" cajas, pese a que las tres pertenecían a regiones gobernadas por el PP. La que rompió la baraja fue la Xunta de Galicia de Alberto Núñez Feijóo, que se negó a una fusión con entidades de otras regiones y se empecinó en una unión de Caixa Galicia y Caixanova, cuya viabilidad fue avalada por un escandaloso informe de KPMG.

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El expresidente de la CAM, Modesto CrespoEP/ARCHIVO

Pero el proyecto de Caja Madrid y CAM siguió adelante sin la entidad coruñesa, y a punto estuvo de salir adelante, según fuentes que participaron en la operación. Tenía todas las bendiciones del Gobierno central, los autonómicos y el Banco de España. Pero entonces se cruzó el segundo gran obstáculo para estas operaciones: el rechazo de los gerifaltes de las entidades a ceder sus sillones. En esta ocasión, el de Modesto Crespo, presidente de la CAM, que vio claro que no tenía nada que hacer contra Rodrigo Rato, exvicepresidente del Gobierno, exdirector gerente del FMI y cuya entidad era mucho más grande.

Así que Crespo se buscó otros aliados: los actuales componentes de Liberbank, Cajastur-CCM, Caja Cantabria y Caja Extremadura. Con ellos montó un proyecto llamado Banco Base, que iba a ser la tercera entidad por activos en España. Pero el presidente de Cajastur, Manuel Menéndez, se dio cuenta a tiempo del enorme agujero que había en las cuentas de la CAM y rechazó la fusión a finales de marzo de 2011.

Eso salvó a la actual Liberbank de hundirse -solo requirió un rescate muy pequeño- y condenó a la CAM a la nacionalización. Crespo lleva un rosario de juicios (y los que le quedan), en los que ha defendido que él no tenía poder de decisión en la entidad: "Yo me limitaba a acompañar a las señoras a comprar zapatos y bolsos", llegó a declarar.

CAJA MADRID CON BANCAJA, POR ELIMINACIÓN

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José Luis Olivas, expresidente de Bancaja

¿Y Caja Madrid? Al venirse abajo la operación CAM, el Banco de España le impuso la absorción de los 'cinco enanitos': las cajas de Ávila, Segovia, Rioja, Canarias y Laietana. Pero eso resultó insuficiente, porque las normas del FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, el fondo de rescate público) establecían que, para acceder a las ayudas, la operación debía incrementar en 1,25 veces el tamaño de la entidad más grande, algo que no se conseguía con estas cinco cajas.

Había que incorporar una entidad más grande. Y la elegida fue la valenciana Bancaja, por dos razones, según las fuentes consultadas: era la única caja con tamaño suficiente que quedaba libre porque no se había embarcado en otro proceso, y el equipo de inspección del Banco de España no era demasiado avispado y no era consciente de la magnitud de sus problemas.

Y sí, efectivamente, de la unión de dos cajas malas como Caja Madrid y Bancaja resultó una caja muchísimo peor, que no se salvó con la salida a bolsa que ahora se juzga ni con la absorción de pérdidas por parte de los preferentistas, y que fue la culpable de que España tuviera que hincar la rodilla y pedir el rescate.

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