Las epidemias que moldearon el mundo

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Capitalbolsa | 05 may, 2021 15:51
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En el año 541, después de varios años de campañas contra los godos y los vándalos, el emperador JustinianoI consolidó el Imperio romano de Oriente, que ocupaba una superficie inmensa y casi rodeaba el mar Mediterráneo. Sin embargo, ese año no tuvo tiempo para celebraciones. En lugar de ello, tuvo que hacer frente a un nuevo enemigo mortal, invisible y desconocido.

Una misteriosa enfermedad se propagó por todo el imperio de Justiniano y llegó a su capital, Constantinopla. Las víctimas tenían fiebres altas, sus axilas e ingles se inflamaban causando dolor, y muchas de ellas deliraban. El mismo emperador cayó enfermo. Por toda la ciudad circulaban rumores sobre su muerte. El historiador Procopio, uno de los residentes de la ciudad, afirmó que algunos días llegaron a morir hasta 10.000 personas. Justiniano logró sobrevivir, pero su imperio quedó dañado durante años, perdió numerosos territorios y tuvo que luchar para mantener el dominio de Roma.

Desde hace tiempo, los científicos han intentado averiguar cuál era la identidad de ese enemigo. Algunos pensaban que se trataba de una cepa especialmente letal de la bacteria Yersinia pestis —los síntomas se parecían mucho a los de la Peste Negra medieval, de la que dicha bacteria fue responsable—, mientras que otros achacaban la culpa a un virus de la gripe relacionado con el que causó la famosa epidemia de 1918, que mató a entre 50 y 100 millones de personas. Los historiadores también han querido averiguar el lugar donde se originó la peste negra, o bubónica. Muchos señalan a Egipto porque los relatos históricos muestran que allí se produjo una enfermedad parecida justo antes de la catástrofe sufrida por Justiniano.

Ahora, biólogos y arqueólogos han aunado esfuerzos para recuperar ADN antiguo de dientes y huesos de esa época, y de esa forma han podido cerrar este debate que llevaba tanto tiempo abierto. Los dientes contenían ADN de Y. pestis, y no del virus de la gripe. Siguiendo el rastro de esta cepa en el tiempo y por todo el mundo, los investigadores han descubierto que la peste negra no empezó en Egipto, sino en el oeste de China, y viajó a lo largo de las altas praderas de la estepa euroasiática antes de golpear a Europa.

La enfermedad «evolucionó durante un tiempo antes de ser detectada en el Imperio romano», explica Alexander Herbig, del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana, en Jena, quien ha utilizado ordenadores para reconstruir los cambios producidos en el ADN del patógeno mientras se propagaba de un lugar a otro. Con el paso del tiempo, algunos de estos cambios le permitieron vivir y multiplicarse en nuevas clases de hospedadores, ampliando así el alcance de su devastación.

La capacidad de extraer el ADN de los microorganismos causantes de enfermedades a partir de restos humanos antiguos está ayudando a rellenar numerosos vacíos de conocimiento en los libros de historia. Las moléculas muestran cómo nuestra historia ha sido moldeada por los encuentros que hemos tenido con bacterias y virus que acabaron convirtiéndose en pandemias. Además de los sucesos que sacudieron la época de Justiniano, los científicos han utilizado ADN del patógeno para mejorar nuestra comprensión de los orígenes de la Peste Negra y de la caída del Imperio azteca. Incluso han hallado pruebas de que una enfermedad en la Edad del Bronce propició que una oleada humana saliera de Asia y llegara a Europa, y esas personas trajeron consigo tecnología, cultura y genes cuya influencia todavía puede percibirse hoy.

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