La energía solar hará que la humanidad sea más rica que nunca

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Capitalbolsa | 17 oct, 2019 16:30 - Actualizado: 10:11
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"Hace entre 150 000 y 90 000, los Homo sapiens vivieron una vida de considerable pobreza, similar a la de los bosquimanos del siglo XX. Esto no quiere decir que fueran felices o infelices, pero no eran ricos y sus hijos morían cada pocos años conforme se repetían las sequías. La riqueza no tiene mucho que ver con la felicidad. Es algo distinto", así inicia un interesante artículo Antonio Ruiz de Elvira Serra, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alcalá en la interesante web The Conversation.com.

El artículo prosigue: "Cuando terminó la última glaciación, hace unos 12 000 años, y los bosques se retiraron hacia el norte, la hierba pudo crecer. Así lo hizo en las llanuras y en los valles fluviales de Mesopotamia y Egipto, de los ríos Indo, Ganges, Amarillo y Yang-tse, así como en las montañas de los Andes y los valles volcánicos de México y Centroamérica.

Los cereales y otras plantas, como las legumbres y en América los tubérculos, mutaron y se adaptaron a estaciones meteorológicas secas muy largas. Los humanos empezaron a ingerirlas y, al mismo tiempo, a utilizar cerdos y ovejas mantenidos en corrales.

Entre 10 000 y 3 000 años antes de nuestra era (a. n. e.) las bandas de Homo sapiens no crecieron mucho. A veces organizaban santuarios en las colinas. Por ejemplo, Jericó en las colinas costeras del Levante y Çatalhöyük en Anatolia. Estas, como con las muy posteriores ciudades de Troya, desaparecieron para volver al cabo de unos siglos o milenios, según las oscilaciones climáticas y las luchas entre bandas.

Una vez estabilizado el nuevo clima interglacial, alrededor de los 3 000 años a. n. e., los Homo sapiens detectaron una regularidad en los flujos de los ríos. El Éufrates y Tigris, con el Indo, el Ganges, y los dos ríos de China tienen crecidas importantes al final de la primavera y comienzo del verano boreal, cuando se funden los hielos de los Zagros en Anatolia y del Tíbet, mientas que el Nilo crece en el otoño, tras los monzones de verano que descargan agua en enormes cantidades en las altas mesetas de Etiopía.

Los valles se llenan, no solo de agua, sino, mucho más importante, de barro fértil. Las semillas de los cereales mutados no se dispersan por el aire sino que se mantienen en la planta o caen al suelo debajo del tallo. Los seres humanos ensayan, prueban y pronto aprenden a plantar, cuidar y recoger las semillas.

¡Han aprendido a capturar la energía del sol!"

Artículo completo en The Conversation.

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