• Conde apareció, con una deuda fiscal de varios millones de euros, en la lista de deudores a Hacienda
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Mario Conde ha vuelto a la cárcel. Esta es el llamativo titular que tintinea ahora mismo en la cabecera de todos los medios informativos. Su retorno a prisión, en la que ya estuvo varios años por el saqueo de Banesto, no se debe a nuevas tropelías sino a una derivada de sus pasadas andanzas:

Ha aparecido con asiduidad en algunos medios de comunicación, desde los que ha lanzado un discurso pretendidamente moralizante, un tanto patético en su boca, que como es lógico ha resultado poco convincente.

Según la Guardia Civil, que ha puesto en marcha la ‘operación Fénix’, Conde y sus hijos habrían repatriado desde refugios fiscales en el extranjero unos diez millones de euros. En realidad, las sucesivas sentencias condenatorias, que le incautaron los bienes en España para resarcir a los damnificados por sus aventuras bancarias, ya dieron cuenta de que los caudales de los que se apropió no habían aparecido. Ahora han sido localizados, lo que habría dado lugar a nuevas acusaciones por blanqueo de capitales y otros delitos conexos.

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Mario Conde, el financiero más popular en los ochenta y primeros noventa, un abogado del Estado que se hizo rico junto a Juan Abelló con la venta de la empresa familiar de éste, Antibióticos, a una multinacional italiana, llegó a ser una figura social eminente, capaz de eclipsar en apariencia a los grandes políticos de la época, González, presidente del Gobierno, y Aznar, líder de la oposición. La presidencia de Banesto, tras tomar el control del banco, le llevó a la cumbre, si bien sus ambiciones políticas evidentes y rompedoras le pasaron factura: los malos resultados de Banesto y la utilización del banco para sus objetivos políticos desembocaron en la intervención de la entidad por el Banco de España y dieron con sus huesos, y los de sus más estrechos colaboradores, en la cárcel. Todo ello con la conformidad siquiera tácita de los poderes reales de la época, que se libraban de un competidor marrullero y ambicioso.

UNA CULTURA ESPECULATIVA Y OPORTUNISTA

El Banco fue intervenido en 1993 y Conde fue condenado a veinte años de cárcel por apropiación indebida, falsedad, estafa y otros delitos económicos. En 2005 consiguió el tercer grado, y desde entonces estaba en libertad. De hecho, ha aparecido con asiduidad en algunos medios de comunicación, desde los que ha lanzado un discurso pretendidamente moralizante, un tanto patético en su boca, que como es lógico ha resultado poco convincente.

La época en que Conde brilló fue de gran prosperidad económica –la España del ‘pelotazo’- y en ella los personajes de su estilo, adulados por una sociedad todavía inmadura, se convirtieron en modelo, en paradigma, de una cultura especulativa y oportunista. Y la caída de la estrella rutilante del periodo permitió un baño de realismo al mundo financiero, que al ingresar en Europa debía adaptarse a otros cánones de mayor rigor, solvencia y seriedad, sin personalismos ni aventureros.

Conde apareció, con una deuda fiscal de varios millones de euros, en la lista de deudores a Hacienda publicada recientemente por Montoro. Ahora habrá que explicar qué operaciones produjeron tan notorio débito con el fisco y cómo ha sido posible que quien en teoría ha sido desposeído de sus bienes acumule tanto pasivo. En cualquier caso, y por lo que parece, Conde había puesto a buen recaudo en el extranjero parte de su fortuna, y ahora estaba procediendo a su repatriación mediante un entramado societario "a través del cual se traía dinero a nuestro país y del que existen indicios que provendría de las cantidades apropiadas y no encontradas del caso Banesto", ha dicho una fuente de la Audiencia Nacional. Las sociedades en España estaban a nombre de terceras personas y el dinero se traía a través de préstamos, ampliaciones de capital e ingresos en efectivo.

El caso está siendo instruido por el juez Santiago Pedraz, y Conde, ya un juguete roto desde hace tiempo, baja un nuevo escalón biográfico en la destrucción progresiva de su imagen pública.

Papell

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