Acabemos con los estancos

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Capitalbolsa | 19 ene, 2018 20:57
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Los establecimientos especializados en la venta de tabaco deberían denominarse “tabaquerías”; no por casualidad, en inglés se los conoce como tobacconist o cigar store. En nuestro país, sin embargo, a las tabaquerías las denominamos “estancos”, lo cual aparentemente no tiene ningún sentido.

Al cabo, estanco es la nominalización del verbo estancar: verbo que, en principio, no guarda ninguna relación con la comercialización del tabaco. ¿Por qué entonces llamar estancos a las tabaquerías?

De acuerdo con la RAE, “estancar” significa “prohibir el curso libre de una mercancía, concediendo su venta a determinadas personas o entidades”. O dicho de otro modo, un estanco es la concesión de un monopolio a una determinada persona. He ahí la cuestión de fondo: las tabaquerías se llaman estancos porque la distribución minorista de tabaco se organiza en España en régimen de monopolio. Sólo aquellas personas que hayan recibido una concesión por parte del Comisionado para el Mercado de Tabacos tienen derecho a comercializarlo.

Los habrá que ingenuamente piensen que semejante concesión monopolística se debe a cuestiones de salud pública: “dado que el tabaco perjudica la salud, el Estado ha de controlar su distribución y la mejor forma de hacerlo es mediante un sistema de concesiones públicas sobre su venta”. Sin embargo, si tal fuera el caso, entonces el Comisionado para el Mercado de Tabacos —el organismo público que convoca las subastas de licencias— debería ser un organismo dependiente del Ministerio de Sanidad, cuando lo es del Ministerio de Hacienda. Quitémonos de los ojos la venda idealizadora de la política: el Estado no creó los estancos para mejorar la salud de sus ciudadanos, sino para mejorar sus ingresos fiscales.

Basta con acudir a su génesis: los estancos fueron creados en España a partir del siglo XVI, en pleno auge del pensamiento arbitrista. El arbitrismo era la versión castiza del mercantilismo europeo: una corriente económica que buscaba subordinar los intereses de la sociedad a los del Estado y sus lobbies allegados. En nuestro país, el arbitrismo exaltaba la creación de arbitrios, esto es, de “figuras fiscales que reportan beneficios a corto plazo y no requieren negociar con los contribuyentes”... Leer Más

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