• Rajoy, en estos momentos se encuentra en ‘en estado de shock’, según algunos de sus conmilitones que lo frecuenta
  • Iglesias no tiene manos libres: sus confluencias le presionan en un sentido centrífugo que el PSOE no puede aceptar
Rajoy-Iglesias-portada

Las opiniones están divididas. Ayer mismo, el presidente del Círculo de Economía y catedrático de Política Económica de la UB, uno de los analistas más refinados de la actualidad, apostaba seis a cuatro en un artículo publicado en la prensa catalana a que habrá nuevo gobierno y no nuevas elecciones. Y su principal argumento era la indudable “determinación” de Pedro Sánchez, que “va más allá de la simple ambición personal de poder”.

Sin embargo PSOE y C’s, que suman 130 escaños, no completan una mayoría suficiente ni para la investidura ni para el gobierno, por lo que su proyecto depende de los extremos, del PP y/o de Podemos.

También ayer, en la televisión autonómica andaluza, Felipe González, tras recordar a Susana Díez su obligación de supeditar sus ambiciones al compromiso que ha contraído con los andaluces, no descartaba que hubiera que terminar yendo inexorablemente a unas elecciones, que podrían demorarse hasta septiembre… Quiere decirse que el panorama no está precisamente expedito y que cualquier pronóstico rotundo que se haga será más futurología mágica que prospección política.

La hipótesis de que se formará un nuevo gobierno se apoya en la mencionada determinación de Pedro Sánchez, que ha sabido adueñarse de la iniciativa política con soltura, que ha elaborado y una propuesta cabal que suscita suficientes adhesiones –y alguna carcajada, como la que sugiere la afirmación popular de que en ese proyecto ha olvidado “la unidad de España”-, y que ha logrado formar con Ciudadanos un núcleo moderado y centrista que podría ser la base del nuevo Ejecutivo, que fundamentalmente deberá ocuparse de proponer y gestionar los grandes consensos que requieren las reformas pendientes.

Sin embargo PSOE y C’s, que suman 130 escaños, no completan una mayoría suficiente ni para la investidura ni para el gobierno, por lo que su proyecto depende de los extremos, del PP y/o de Podemos.

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Con relación al PP, hay presiones desde el interior del partido y desde la sociedad civil para que el gran partido conservador, literalmente destruido por la corrupción y la consiguiente falta de credibilidad de sus cuadros, emprenda una catarsis desde la oposición y permita gobernar al centro, aunque lógicamente participe en la génesis de las grandes reformas, empezando por la constitucional. No es ni mucho seguro que Rajoy, ‘en estado de shock’, según algunos de sus conmilitones que lo frecuenta, se muestre de acuerdo con semejante propuesta.

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Si el PP no tiene este gesto, y una vez descartada la ‘gran coalición’ –ni el PSOE ni C’s pactarán con un PP que no ha sabido reaccionar frente a los últimos escándalos, como lo prueba el tratamiento que está concediendo a la exalcaldesa de Valencia-, la gobernabilidad quedaría en manos de Podemos. Es muy poco probable, por no decir imposible, que el PSOE se ponga en manos de la formación de Pablo Iglesias, cuyo hipotético ingreso en el gobierno sería muy difícilmente digerido por buena parte de la opinión pública y por los mercados. Además, Iglesias no tiene manos libres: sus confluencias le presionan en un sentido centrífugo que el PSOE no puede aceptar.

En definitiva, si hay elecciones, la ciudadanía tenderá a culpar de ello a PP y a Podemos, y es probable que semejante atribución tenga un severo castigo en las urnas, en tanto el electorado premie a los partidos que, con sentido del Estado, hayan intentado de buena fe buscar fórmulas razonables de gobernabilidad.

Ésta es, en definitiva, la situación, muy volátil, que puede cambiar de hora en hora.

Antonio Papell

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