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Los documentos, mensajes y llamadas aportados por Andrea Orcel en su demanda contra el Banco Santander revelan que Ana Botín conocía desde el principio el coste de fichar al banquero italiano, 52 millones, aunque intentó rebajarlo presionando a UBS para que pagara el salario diferido que le debía. Sin embargo, la entidad suiza resistió el envite y ella decidió dar marcha atrás.

1. SANTANDER CONOCÍA EL COSTE DESDE EL PRINCIPIO

Estas pruebas, publicadas por El Confidencial y Vozpópuli y confirmadas por fuentes cercanas a los asesores de Orcel, demuestran que la estrella de la banca de inversión comunicó desde el principio el importe del salario diferido al que tendría que renunciar el UBS y por el que el Santander tendría que compensarle.

Como se recordará, el banco español adujo para su marcha atrás que el coste final del fichaje era superior al previsto. Pero lo hizo con una redacción confusa que no implica necesariamente que desconociera la cantidad, sino que esperaba que se redujera y no había sido así: "el coste para Santander de compensarle por su retribución diferida a lo largo de siete años, y otros beneficios que le correspondían por su puesto anterior, sería una suma significativamente mayor que la prevista inicialmente por el consejo en el momento del anuncio de su nombramiento".

En uno de estos mensajes, el secretario del consejo del Santander, Jaime Pérez Renovales, explicó a Orcel que "no se dice en ningún momento que el Banco no supiese el coste de contratarte. Lo que se dice es que, sabiéndolo, nuestro entendimiento era que iba a reducirse", y que había costado mucho esfuerzo llegar a esa redacción "beneficiosa para todos". Pese a ello, el italiano considera el comunicado "inaceptable", en especial porque sostiene que el desistimiento del fichaje se adoptó de común acuerdo.

2. UBS RESISTIÓ LA AMENAZA DE PERDER AL SANTANDER COMO CLIENTE

¿Por qué iba a reducirse? Porque Botín entendía que UBS debía hacerse cargo del 100% del salario diferido pendiente a pesar de la marcha de Orcel... ya que el Santander era un cliente histórico del banco suizo -Orcel era el banquero de cabecera de Emilio Botín para las operaciones corporativas y tras su muerte diseñó la compra del Popular- y no hacerlo implicaría perder el negocio que generaba el español.

Así lo llegó decir Ana Botín en uno de estos mensajes: "Andrea. Hay una línea que tenía reservada para Axel [el presidente de UBS]: si deciden que no te pagan nada porque somos competidores entonces es bueno saberlo y que no pueden ser asesores estratégicos nuestros - eso es irrefutable y una manera "elegante" de decir las cosas claras -. Por lo tanto lo correcto es que te paguen absolutamente todo, bonus hasta el día que trabajes al 100% y el 100% de tu bonus acumulado".

Pero estas presiones cayeron en saco roto. UBS prefirió calificar a Santander como "competidor" -pese a que UBS no hace banca minorista fuera de Suiza y que Santander tiene poca relevancia en banca de inversión- en vez de como "cliente" y arriesgarse a perder posibles contratos de asesoría futuros a cambio de ahorrarse el bonus de Orcel. El italiano, más realista, solo aspiraba a que UBS se hiciera cargo del 50% de esas cantidades, pero la entidad también se negó.

3. ¿ORCEL TENÍA QUE CONVENCER A UBS O DABA IGUAL?

El quid de la cuestión, como explicó ayer Bolsamanía, es si la negativa de UBS a pagar el salario diferido daba derecho al Santander a anular el fichaje de Orcel. El banco entiende que sí en su contestación a la demanda, puesto que no había ningún contrato en firme -solo una oferta informal- y que el italiano incumplió su compromiso de hacer todo lo posible para torcer la mano de UBS.

Llegó a pedir ayuda al Santander para redactar una carta para UBS, pero no la envió. Y no solo eso, sino que incrementó sus exigencias en 17 millones por el salario devengado en 2018 y una serie de dividendos e intereses de los valores en que debía cobrar su bonus.

Orcel, en cambio, sostiene que la carta supone un contrato en firme y que en ella se estipula que el Santander debía abonarle 35 millones menos la cantidad que finalmente asumiera UBS: si el banco suizo pagaba 30, el español tendría que hacerse cargo de 5; y si UBS no pagaba nada, Santander tendría que abonar los 35 íntegros (los 17 que faltaban para los 52 millones se le abonarían como prima de fichaje). Esto era algo que sabía perfectamente Botín y, por tanto, no puede alegar que cambiaron las condiciones -las bases del negocio- para romper el compromiso, a juicio de los abogados del banquero italiano.

4. ¿FUERON LOS CELOS?

Si Santander conocía desde el principio las cantidades y si se había comprometido a compensar íntegramente a Orcel si UBS no se hacía cargo de nada, como sostiene la demanda, entonces el dinero no fue la causa real de la ruptura. ¿Cuál fue, entonces? Como en la vieja canción de La Unión, el italiano sostiene en su demanda que fueron los celos: "la real causa por la que podría haberse producido la resolución del contrato el 7 de enero por parte de la demandada Sra. Botín se encuentra, es presumible la hipótesis, en la intención del Sr. Orcel de, precisamente, cumplir esas funciones" de consejero delegado.

Distintas fuentes consultadas por Bolsamanía confirman que, en los meses que transcurrieron entre el anuncio del fichaje en septiembre y la marcha atrás de enero, Orcel comenzó a entrevistarse con ejecutivos del Santander y a analizar la gestión de cada área. Es decir, se preparaba para ejercer unos poderes ejecutivos muy superiores a los que había tenido cualquier consejero delegado anterior del banco, cuya presidencia es ejecutiva. A esto se sumó que Orcel suscitaba más atención en la prensa internacional que la propia Ana Botín, siempre según las fuentes del entorno del banquero.

Este choque de egos explica también que Botín hiciera varias ofertas de compensación que Orcel consideró "inasumibles", como informó Bolsamanía en su día, como la presidencia de alguna de las inmobiliarias participadas por el banco. Y también que el italiano grabara las conversaciones telefónicas con la propia presidenta y con Pérez Renovales, para poder armar su demanda. Una actuación que el Santander califica ahora de dudosa ética y que confirma que hizo bien al no ficharlo como CEO.

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