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Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania. @ZelenskyyUa (Twitter)

El próximo 24 de febrero se cumplirá un año de la invasión rusa de Ucrania. 365 días en los que Europa y el mundo entero se han enfrentado a un ataque injustificado con diplomacia, sanciones al Kremlin y apoyo económico y ayuda militar a Kiev. La guerra ha sacudido al mundo y también los cimientos económicos, sobre todo los del Viejo Continente, que una vez acabe este conflicto armado saldrá totalmente renovado.

Y es que Europa, en este año de guerra, se ha enfrentado a tres cambios importantes fruto de la nueva realidad. Son, según los expertos de Danske Bank, los siguientes: en primer lugar, la invasión de Ucrania ha cambiado fundamentalmente la forma en que percibimos la seguridad y la paz en Europa; en segundo lugar, ha forzado cambios en nuestro modelo económico; y por último, ha cambiado las prioridades de las empresas y los responsables políticos, que ya se preparan para el futuro.

1. Un golpe de realidad para Europa

Destacan los estrategas del banco danés que cuando Rusia inició la invasión de Ucrania en la madrugada del 24 de febrero del año pasado, "el orden de seguridad europeo cambió de la noche a la mañana". Las imágenes que se han ido viendo en este último año han dejado claro que el conflicto militar "no es sólo cosa del pasado" y que las guerras, "por muy lejanas que hayan estado durante mucho tiempo para un europeo medio, causan pérdidas masivas en capital humano".

Desde el comienzo de la guerra, más de 7.000 civiles ucranianos han perdido sus vidas y más de 11.000 han resultado heridos. La guerra ha desplazado a más de 14 millones de personas. Estas cifras suponen un varapalo, si se tiene en cuenta que todas estas personas (fallecidos, heridos, desplazados o movilizados) "podrían haber sido productivas, tanto para el sector privado como para su país".

No obstante, Danske Bank también defiende que a pesar del "malestar" que provoca una guerra, "es un recordatorio saludable" de que las ramificaciones de los conflictos "no respetan las fronteras de los países". Según el FMI, se calcula que Ucrania perdió al menos un tercio de su PIB el año pasado, mientras que la OCDE ha estimado los costes totales de la guerra en 2,8 billones de dólares en pérdida de producción para la economía mundial. Es decir, más de diez veces el tamaño de la economía ucraniana.

2. Repensar nuestro modelo económico

Las pérdidas para la economía mundial proceden, sobre todo, del aumento de los precios de la energía y los alimentos, así como de la interrupción de las cadenas de suministro. "Europa se enfrenta ahora a una grave crisis energética que podría durar años", remarcan estos analistas, que recuerdan que antes de la guerra, el 25% del petróleo y el 39% del gas natural importados por la UE procedían de Rusia, una cifra que a raíz del conflicto ha caído en picado.

Y es que en el tercer trimestre de 2022 estos porcentajes se habían reducido hasta el 14% y el 15%, respectivamente. Ahora, tras la entrada en vigor de la prohibición de las importaciones de petróleo ruso por parte de la UE en diciembre de 2022, esta cuota se ha reducido aún más.

Durante décadas, muchos países europeos fomentaron estrechos lazos económicos con Rusia, y las industrias de muchos grandes países europeos dependían de la energía fósil barata que proveía el Kremlin. Sin embargo, la guerra "ha obligado a Europa a replanteárselo", y "ha desencadenado una carrera por construir más capacidad de producción de energía libre de emisiones, no sólo en Europa sino en todo el mundo".

La Comisión Europea prevé ahora una inversión adicional de 210.000 millones de euros en independencia y seguridad energéticas para de aquí a 2027, y la reducción de las importaciones rusas de combustibles fósiles "debería ahorrar otros 100.000 millones de euros", destacan los expertos de Danske.

Además, Europa ha logrado evitar una aguda crisis del gas, por lo que los precios de la energía se han estabilizado. Los futuros europeos del gas han bajado de 50 euros por MWh por primera vez en 18 meses, aunque eso no significa que "Europa no esté fuera de peligro". "A corto plazo, el ahorro de energía y la mejora de la eficiencia energética son las únicas opciones viables, ya que la construcción de nuevas infraestructuras es un proceso lento que suele durar años".

En opinión de los estrategas de la entidad danesa, la transición energética europea "podría seguir siendo dolorosa y los precios elevados y volátiles durante algún tiempo, pero a la larga el resultado debería ser positivo". La buena noticia, dicen, es que "los costes de construcción de capacidad de energía renovable han caído drásticamente".

Según sus cálculos, en cinco años Europa "habrá establecido un sistema energético más robusto frente a los choques pero también ecológicamente más sostenible", y el clima "será el gran beneficiado", pero también las empresas deberían beneficiarse, ya que las energías renovables son "muy asequibles", comentan estos analistas.

Por tanto, a largo plazo esta crisis "podría hacer a Europa más resistente", pero no se puede obviar que a corto plazo "las economías se enfrentan a un reto". Y es que además de las inversiones en energía, los gobiernos "están presionando para aumentar el gasto en defensa".

En cualquier caso, Danske destaca que el "abultado déficit público" y el aumento de la deuda pública en la zona del euro "podrían convertirse en un problema a medida que suban los tipos de interés reales". Y al mismo tiempo, la relajación fiscal en curso "amenaza con socavar los esfuerzos de los bancos centrales por controlar las presiones inflacionistas". Por eso el aumento de las tensiones entre la política fiscal y la monetaria "podría ser uno de los temas clave de los mercados financieros para 2023".

3. Nuevas prioridades para el futuro

Asimismo, en Danske señalan que la guerra de Ucrania ha servido para "recordar que la interconexión de nuestra economía mundial también hace que el sistema sea vulnerable". De esta forma, los beneficios cosechados tras décadas de globalización, el aumento de la eficiencia y las ganancias de costes "se contraponen ahora cada vez más a los riesgos que entraña el proceso".

En este sentido, los analistas del banco apuntan que las decisiones de inversión para futuras localizaciones de producción, o la elección de nuevos mercados, "se han vuelto más complicadas y los parámetros podrían sopesarse de forma diferente que antes". Tal y como lo ven, es probable que los riesgos geopolíticos, de seguridad y energéticos, factores que pueden acarrear importantes costes económicos a largo plazo, "pesen más en la toma de decisiones, incluso si el impacto en los costes a corto plazo de este ejercicio de gestión de riesgos es negativo".

Consideran que lo más seguro es que las empresas "reconsideren su exposición a China, que ya está enfrentada especialmente con Estados Unidos". Aunque la reorganización de la producción y las cadenas de suministro "tendrá consecuencias importantes", es un hecho que las economías emergentes que se enfrentan a un "alto riesgo de sanciones" tendrán "dificultades para atraer inversiones de empresas occidentales en el futuro". No obstante, desde Danske Bank detallan que es "poco probable" que países como China se enfrenten a sanciones similares a las de Rusia. "Simplemente es demasiado importante para Occidente", comentan los analistas del banco.

Asimismo, creen que el cambio de prioridades de las empresas y los responsables políticos "beneficiará a algunas economías, pero existe el riesgo de que las economías de renta baja se queden atrás". En su opinión, muchas economías emergentes "serán reacias a elegir bando en la batalla geopolítica en curso, lo que las hace poco atractivas para los inversores".

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