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Desde 1945 la economía mundial ha funcionado conforme a una serie de reglas y normas dictadas por los EEUU. Se consiguió una integración económica sin precedentes que favoreció el crecimiento global, la creación de una clase media y el prevalecimiento de Occidente frente a la Unión Soviética en la Guerra Fría. Hoy, este sistema está en peligro por el proteccionismo.

Los países han iniciado una carrera para subvencionar las industrias energéticas, atraer para sí la industria manufacturera (sin reparar en el daño a países aliados) y restringir el flujo de bienes y capital fuera de sus fronteras.

La consecuencia más inmediata ha sido desencadenar una peligrosa espiral hacia el proteccionismo en todo el mundo, incluyendo a las economías emergentes. Si se construye una planta de fabricación de microchips en la India el gobierno pagará la mitad del coste, si se hace en Corea del Sur podrás aprovecharte de generosas exenciones fiscales.

El año pasado, casi un tercio de los negocios transfronterizos de los que se informó a la Unión Europea estuvieron bajo escrutinio de las autoridades. Los países poseedores de las materias primas necesarias para la elaboración de baterías están considerando implementar controles de explotación. Indonesia ha prohibido las exportaciones de níquel y países como Argentina, Bolivia y Chile están estudiando colaborar, al estilo OPEP, en la producción conjunta de sus minas de litio.

Con esta situación a nivel mundial el conflicto económico entre China y EE.UU. parece inevitable. Ya desde la administración Biden se alerta del peligro que supondría la dependencia de China en la fabricación de baterías de la misma manera que ha supuesto la dependencia europea del gas ruso.

Otro riesgo añadido que ya estamos sufriendo es que a medida que proliferen posibles conflictos económicos más complicado será que se solucionen problemas que requieran una respuesta global coordinada. Por ejemplo, pese a la intención global de reducir los niveles de contaminación los países desarrollados no se ponen de acuerdo a la hora de cómo ayudar a los países en vías de desarrollado a descarbonizarse. También se están complicando los rescates a países con problemas de deuda, como Sri Lanka, por la obstrucción de China, uno de los principales acreedores.

Si los países no son capaces de colaborar a la hora de atajar ciertos problemas que les afectan de forma conjunta, la economía global se verá afectada de manera acorde. Por el bien de todos esperemos que el proteccionismo no sea la tendencia dominante de los próximos años.

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