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Reuters

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El juez Manuel García Castellón ha tardado solamente dos días en decidir que Mijaíl Fridman, el millonario que controla DIA, debe estar imputado por la quiebra de la compañía de videojuegos Zed WorldWide, dirigida por el empresario Javier Pérez Dolset. Al inversor ruso se le acusa de liderar actuaciones para quebrar la empresa y quedársela a un “precio irrisorio”, la misma circunstancia de la que le acusan en relación con DIA los minoritarios de la distribuidora en la denuncia que presentaron hace meses ante la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).

La imputación llega después de que el pasado lunes la Fiscalía Anticorrupción pidiera al juez que citara al inversor ruso a declarar como investigado. Los fiscales creen que Fridman, que se convirtió en acreedor de Grupo Zed en 2013, “tiene el control de los acontecimientos que, junto con la conducta de otros investigados, derivaron en la insolvencia” de la compañía fundada por los hermanos Pérez Dolset.

Esta conducta inapropiada derivó en la adquisición de Grupo Zed por parte del inversor ruso “a un precio irrisorio muy inferior al de mercado”, de acuerdo con el escrito que la Fiscalía remitió al juez el pasado lunes.

Esta circunstancia es, precisamente, la misma que le achacaban los minoritarios de DIA cuando presentaron una denuncia contra el ahora accionista mayoritario frente a la CNMV. Le acusaban de acometer un “asalto ilegal” a la compañía, de manipular el mercado para hundir la acción y de pagar por su última participación, que obtuvo a través de una opa (oferta pública de adquisición), un precio “irrisorio”.

Hacían así referencia al hecho de que el inversor, que compró sus primeros títulos de DIA a un precio superior a los 4 euros, fuera poco a poco haciéndose con la participación mayoritaria del grupo para terminar lanzando una opa a 0,67 euros por acción, un precio que los minoritarios consideraban demasiado bajo.

Mientras duraba esta progresiva conquista, el precio de la acción de DIA fue devaluándose poco a poco como reacción a algunas decisiones de sus gestores, a los resultados que la compañía iba haciendo públicos y, especialmente, al profit warning que se vio forzada a realizar. Por tomar una referencia, en el tiempo que transcurrió desde que Fridman se hizo con el 29% de DIA (septiembre del año pasado) y el momento en que llegó a un preacuerdo con los bancos para reestructurar la deuda de la compañía el valor se depreció un 68%.

Fridman, a través de su vehículo de inversión LetterOne, ha llevado a cabo todo un asalto a la compañía de distribución y en total ha llegado a invertir en DIA unos 700 millones de euros comprando títulos en el mercado para hacerse con el 29% del capital y otros 170 millones en la opa con la que alcanzó el 70%. A esta cantidad se suman los 500 millones que se comprometió a poner en la ampliación de capital. Fridman solamente recuperará su inversión después de que los bancos hayan cobrado su deuda, algo que no ocurrirá hasta 2023.

LOS PROBLEMAS CRECEN PARA EL RUSO

Tras pasar el trance de llegar a un acuerdo que se le atragantó con la banca, lejos de disminuir, los problemas no terminan para Fridman. Mientras llega el momento de recuperar su inversión en DIA, Fridman deberá hacer frente a las consecuencias de su actuación en Grupo Zed. El inversor, por el momento, ya se ha desmarcado de la imputación acusando a Javier Pérez Dolset de inventar una “conspiración” y de emitir una acusación “totalmente falsa”, según informaba el miércoles El Español.

No es la primera vez que Fridman se revuelve contra las acusaciones por Grupo Zed. Ya en 2017, Fridman remitió a la Fiscalía un escrito en el que se desmarcaba de la responsabilidad de las decisiones empresariales que llevaron a Zed a la quiebra, aunque esta versión fue desmontada por un informe policial incorporado a la causa, que apunta a que el inversor tenía “el poder fáctico y directo” sobre los directivos y las decisiones.

UNA HISTORIA DE AUGE Y CAÍDA

La de Grupo Zed es una historia de dos décadas de éxito que terminan en quiebra. Los orígenes de la firma se remontan a los años noventa, cuando nació de la mano de los hermanos Ignacio y Javier Pérez Dolset como una fábrica de contenidos de ocio y entretenimiento. Entre sus hitos más precoces se encuentra el lanzamiento en 1998 del videojuego Commandos, que llegó a ser número uno en ventas en más de una veintena de países.

Durante años se mantuvo en el candelero y su estructura empresarial vivió varias transformaciones y cambios de denominación. El crecimiento exponencial de la compañía de videojuegos la llevó, ya en 2008, a crear una joint venture con Planeta y al año siguiente a dar luz a Planet 51, una de las películas más taquilleras de esos años y receptora del Goya a Mejor Película de Animación que la Academia entregó en 2009. Por aquellas fechas, ya contaba en su accionariado con Planeta, Santander y el empresario Juan Abelló.

Sin embargo, poco después, la compañía se avino el desastre. En el marco de los intentos de Zed de salir a bolsa en Estados Unidos, se sucedieron numerosas acusaciones entre los socios por desacuerdos sobre la dilución de algunas participaciones con el debut bursátil, con una batalla arbitral con Planeta de por medio. Entretanto, los administradores acusaron a algunas empresas de Fridman de sacar dinero de la compañía y sobornar a autoridades rusas y ellos mismos tuvieron que afrontar una detención.

La quiebra de la compañía llegó tras múltiples acusaciones cruzadas entre los accionistas, los Pérez Dolset y las empresas vinculadas a Fridman. El caso se reactiva ahora con la imputación de quien ha copado los titulares de la prensa económica durante los últimos meses con la salvación in extremis de DIA. Al inversor ruso le llega el turno de dar su versión ante el juez.

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