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DIA ha entrado en una espiral que hemos visto antes en otros ilustres del parqué español, como Abengoa o, sobre todo, el Banco Popular. Su situación es desesperada: los bancos pueden cortarle en cualquier momento la respiración asistida (las líneas de liquidez) mientras piden un plan claro a Mijail Fridman para refinanciar la deuda. Llegados a este punto, tiene pinta de que solo se salvará con una ampliación de capital o su venta.Y mientras, la acción se sigue derrumbando para alegría de los bajistas.

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El último episodio de este drama tuvo lugar la semana pasada: la dimisión de Stephan DuCharme, mano derecha de Fridman, como presidente provisional de DIA. Una nueva muestra de desconfianza en la empresa que volvió a meter miedo a unos bancos acreedores que se mueven entre el susto de una refinanciación de altísimo riesgo y la muerte del concurso de acreedores.

Como adelantó Bolsamanía, las entidades sufrieron un primer ataque de pánico después de que DIA se negara a dar sus resultados trimestrales y de la atropellada salida de toda su cúpula. Entonces cerraron las líneas de circulante -vitales para tener los estantes de los supermercados llenos-, pero las tuvieron que volver a abrir al darse cuenta de que, con eso, DIA iba de cabeza al concurso. Eso sí, impusieron el control de PwC sobre las cuentas y la caja de la empresa.

Tras la dimisión del presidente, los más expuestos a la cadena de supermercados, encabezados por Santander, se reunieron con el banco asesor de Fridman, PJT Partners, según informó El Confidencial. Los acreedores quieren tener un plan claro sobre la mesa para refinanciar las deudas de la compañía: unos 900 millones entre créditos y líneas de circulante. Además, DIA tiene otros 900 millones emitidos en bonos que debe empezar a devolver en julio.

Los asesores del magnate ruso no dieron una respuesta satisfactoria a los bancos, pero les dejaron claro que no va a lanzar una opa (en la que tendría que pagar 4 euros) a corto plazo ni va a acudir a una hipotética ampliación, porque con eso superaría el 30% y la ley le obligaría a presentar esa opa. ¿Entonces? PJT habló de "otras fórmulas para recapitalizar la compañía".

Esas fórmulas, evidentemente, no pasan por emitir más deuda, si ya tiene muy difícil refinanciar la actual. Sí contemplan ventas de activos como Maxi DIA o Clarel, pero son operaciones complicadas, que llevan meses estancadas. Y encima, dada la desesperada situación de la cadena, los potenciales compradores solo van a ofrecer precios de derribo. Con lo cual no basta para solucionar el problema

AMPLIACIÓN Y VENTA SON MALAS PARA LOS ACCIONISTAS

Por tanto, las únicas soluciones realmente factibles y aceptables por la banca son la 'alternativa del diablo' que planteó Emilio Saracho cuando asumió la presidencia del Popular: ampliación o venta. En el fondo, ambas soluciones tendrían un resultado similar, puesto que, si Fridman no acude a la ampliación, alguien tomaría la mayoría del capital de DIA y se haría con su control.

En principio, siempre es peor para los pequeños accionistas una ampliación de capital por la dilución que supondría, ya que se tendría que hacer a un precio muy bajo, mucho más que la deprimida cotización actual. Claro que una venta tampoco garantiza que les vaya a ir mejor: el comprador también pondría un precio de derribo, en vista de la desesperada situación de la empresa. Recordemos que, en el caso del Popular, nadie ofreció un precio positivo en la subasta que montó Saracho.

EL RESCATE DE LA BANCA NO ES MEJOR

Si estas opciones fallan o son insuficientes, existe la posibilidad de una solución al estilo de otras empresas al borde del concurso, como Abengoa, Pescanova o Duro Felguera: que los bancos conviertan su deuda en acciones y se queden con la empresa. Una solución que evita el concurso de acreedores, cuyos mayores perjudicados serían precisamente las entidades financieras: "Los bancos tienen que medir si quieren recuperar algo de sus créditos o no. Si va a concurso, tienen que provisionarlo todo y pueden sentarse a esperar a ver si recuperan algo", según una fuente conocedora de la situación. Pero eso también provocaría una fuerte dilución de los minoritarios.

Ante esta situación, empiezan las deserciones, algo habitual en estos procesos. Algunos bancos, como Sabadell y Crédit Agricole, han decidido cerrar definitivamente a DIA las líneas de circulante, vender sus créditos con descuento y olvidarse de la compañía. El principal acreedor de DIA es el Santander, y también tienen créditos con la compañía los españoles BBVA, CaixaBank y Bankia, así como los extranjeros Société Générale, BNP Paribas, Bank of Tokyo-Mitsubishi, Barclays, Deutsche Bank y JP Morgan.

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