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Eurotower, Frankfurt am Main, GermanyCourtesy of the European Central Bank

El incremento de la inflación en la zona euro en agosto y, más especialmente, las previsiones de que podría alcanzar el 10% en septiembre, con una inflación subyacente del 4,5%, han disparado las expectativas de los mercados de un incremento de tipos de interés inédito en la zona euro de 75 puntos básicos en la reunión del Banco Central Europeo (BCE) del 8 de septiembre. Pero también hay argumentos para mantener la cabeza fría y seguir descontando un aumento del 0,50%.

Tras años de parálisis, las decisiones de subida de los tipos de interés del BCE han vuelto a ser un tema de gran relevancia diaria. Más aún cuando el tipo de interés de la Reserva Federal de EEUU (Fed) sigue una senda clara, como reiteró vivamente Jerome Powell en Jackson Hole el 26 de septiembre. El banco central de EEUU, “aunque tiene un doble mandato, está plenamente comprometido con la lucha contra la inflación y seguirá subiendo los tipos de interés clave, aunque esto afecte gravemente a los mercados laborales”, comentan los expertos de DWS.

En la eurozona, en cambio, “muchos partícipes del mercado esperan que el BCE ponga más énfasis en la evolución de la economía, ya que los actuales indicadores económicos adelantados se han deteriorado y apuntan a una recesión al menos leve en los próximos meses”, agregan.

Con todo, la presión de los halcones pidiendo una política monetaria más restrictiva, unida a la escalada de los precios al consumo al 9,1% interanual, y la buena marcha del mercado laboral, donde el desempleo se mantiene en mínimos históricos, ha provocado que numerosas casas de análisis hayan corrido a elevar sus predicciones. Morgan Stanley, Goldman Sachs o BofA apuestan por un salto del 0,75%, ya que no se han querido pillar los dedos tras haberse quedado cortos en julio y apostar por un 0,25%, cuando el banco central subió 50 puntos básicos y dejó el tipo de interés de las operaciones principales de financiación y los tipos de interés de la facilidad marginal de crédito y de la facilidad de depósito en el 0,50%, 0,75% y 0,00%, respectivamente.

“La combinación de la comunicación reciente con la sorpresa al alza de agosto en la inflación general, y especialmente en la subyacente, significa que un movimiento mayor que el de julio es ahora ligeramente más probable”, dicen los expertos de BofA par justificar su decisión. “La reciente subida adicional de los precios del gas, la agitación en el mercado mayorista de la electricidad, la inquebrantable atención del BCE a la inflación y las crecientes señales de recesión (…) sugieren que los riesgos se han desplazado claramente hacia una intervención más frontal por parte del BCE”, agregan desde Oxford Economics.

“A pesar del aumento del desempleo y del riesgo de recesión, la reducción de la inflación es la máxima prioridad de los bancos centrales en esta fase de normalización de la política monetaria”, comenta por su parte Audrey Bismuth, analista global macro en La Française AM. Los bancos centrales quieren restablecer la confianza del público y recuperar su credibilidad después de haber calificado la inflación de "transitoria" el año pasado y haber esperado demasiado tiempo para reaccionar ante el aumento de los precios inducido por las respuestas de la política fiscal y monetaria a la pandemia, explica este experto.

Sin embargo, avisa, “el principal riesgo, en concreto para el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo es el coste de reaccionar de forma exagerada, dado el impacto que causan la crisis energética y los cuellos de botella de los suministros (ambos fuera de su control) sobre la inflación”.

“Los desencadenantes indiscutibles de una recesión, como el corte total del suministro de gas por parte de Rusia, podrían provocar un giro más acomodaticio por parte del Consejo de Gobierno del BCE”, añaden desde Oxford Economics. “Los precios de la energía harían subir aún más la inflación por el lado de la oferta, pero el golpe esperado a la actividad y a la inflación por el lado de la demanda podría dominar la respuesta del BCE”, explican.

Argumentan estos expertos que el escenario actual ya no es blanco o negro, por lo que el arrastre inflacionista sobre los ingresos de los consumidores y el impacto de los altos precios de la energía, la ralentización de la demanda mundial y la creciente incertidumbre sobre la actividad industrial tienen el potencial de desencadenar una recesión. “Pero el umbral de dolor del Consejo de Gobierno puede ser bastante alto mientras no haya señales de que las presiones inflacionistas se relajen de forma significativa”, avisan los expertos de la casa de análisis macroeconómico.

La previsión de muchos expertos es que los incrementos de tipos sigan hasta la primera mitad de 2023, la única duda es si estas alzas se realizarán de forma constante y cautelosa, tal como pide el economista jefe de la entidad, Philip Lane, o serán agresivas y rápidas, como reclaman los halcones. "La narrativa que acabe dominando podría tener implicaciones sostenidas para la senda de la política a partir de aquí y podría llevar a un ciclo de endurecimiento mucho más rápido y prolongado (con graves consecuencias para la economía real y la inflación a largo plazo) de lo que actualmente estamos pensando", alertan desde BofA.

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