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El aún ministro de Economía, Luis de GuindosEUROPA PRESS

Incógnita resuelta. El secreto a voces alcanza marchamo oficial. Luis de Guindos, ministro de Economía del Gobierno de Mariano Rajoy desde 2011, ya es formalmente el candidato de España a la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE).

El puesto quedará vacante en junio, porque el mandato de su actual inquilino, Vítor Constancio, expira el 31 de mayo. España, sin representación en la sala de mando -el Comité Ejecutivo- del BCE desde que caducó el mandato de José Manuel González-Páramo en 2012, aspira al cargo. Y en Moncloa dan por hecho que será para un español, que ya es lo mismo que decir que será Luis de Guindos tras ser nominado oficialmente.

Este convencimiento responde a la idea de que Europa se lo debe a España tras años de ostracismo en las altas esferas de decisión europeas por 'culpa' de la crisis -y de la envenenada herencia de nombramientos internacionales anteriores, como el de Rodrigo Rato-. Es hora de corregir esta realidad, piensan en el Ejecutivo.

España no puede fallar. Y la candidatura de Guindos tiene riesgos. Pero ya es el nominado oficial. Bien porque Rajoy siente que se lo debe, bien porque no había otro candidato con opciones reales

Una historia de compensaciones, por tanto. De deudas. Porque la propia candidatura de Guindos también lo es. Del mismo modo que Moncloa entiende que Europa se lo debe, Rajoy también tiene la sensación de que está en deuda con su ministro de Economía tras los servicios prestados en unos años muy duros, como el de 2012, saldado con rescate bancario incluido. El presidente lo entiende así, sobre todo, después de que España, pese a que también lo daba por hecho, no logró promocionar a Luis de Guindos a la presidencia del Eurogrupo en 2015. De ahí su nominación. Convertirse en el número dos del BCE, con despacho en su majestuoso cuartel general de la alemana Fráncfort, no es pequeña compensación tras aquel fiasco.

Pero nada de eso. Ni el convencimiento del Gobierno ni el deseo de compensar a Guindos implican que su elección sea acertada. Porque no lo es. No lo es.

Primero, y fundamentalmente, porque incluso si se acepta que Guindos ha sido un buen ministro de Economía, eso no lo convierte por arte de magia en un buen candidato para ser banquero central. ¿Qué experiencia tiene en este terreno? Ninguna. ¿Ha trabajado o ha sido gobernador del banco central de su país de procedencia, como es habitual entre los miembros del Comité Ejecutivo del BCE? No. ¿Y cuenta con preparación académica especializada en política monetaria o financiera? Tampoco. Y estos 'detalles' no son anecdóticos, dado el perfil exigido a las personas aspirantes a llegar al 'torre de marfil' del BCE. "El presidente, el vicepresidente y los demás miembros del Comité Ejecutivo serán nombrados por el Consejo Europeo, por mayoría cualificada, de entre personas de reconocido prestigio y experiencia profesional en asuntos monetarios o bancarios, sobre la base de una recomendación del Consejo y previa consulta al Parlamento Europeo y al Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo", recoge el artículo 283.2 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.

De ahí que su elección comporte unos riesgos que España no se puede permitir. "No podemos fallar. Esta vez no podemos fallar", se dice en los círculos gubernamentales tras los fracasos de los últimos años.

¿Y si Guindos es el candidato... porque no hay otro con opciones reales?Tampoco debería valer como argumento; sólo evidenciaría los problemas de la diplomacia española

Más motivos. Si a la falta de currículum se le suma que Guindos es ministro actualmente y que ningún ministro ha dado el salto directo al BCE, los riesgos se multiplican. Incluso aunque resulte elegido, su designación dañaría la reputación e independencia de la institución monetaria. ¿Cómo justificarían las autoridades europeas su elección por encima de la candidatura también presentada de Philip Lane, actual gobernador del Banco de Irlanda, Doctor en Economía por Harvard y prestigioso académico, con líneas de investigación en economía internacional y la Unión Económica y Monetaria (UEM), más allá de que Guindos sea el candidato español y a España 'se le deba una'? No hay color entre ambas candidaturas. Lane ganaría siempre. Guindos sólo se impondría por cuestiones políticas, nada más. Es su única ventaja.

Puede contar con otra: la presión que ejerció, a golpe de Real Decreto, para atacar de una vez por todas el saneamiento del sector financiero español. Puede que esta experiencia resulte valiosa en una Europa que tiene pendiente completar la Unión Bancaria, pero aquellas medidas de 2012 y las consecuencias que dejaron, con rescate bancario incluido, también tienen sus puntos oscuros.

Si, además, se tiene en cuenta que el Parlamento Europeo 'aconsejó' que se presentaran candidatas -y no sólo candidatos-, las opciones objetivas de la candidatura de Luis de Guindos no serían las de un 'caballo ganador'. Pero, claro, Europa se lo debe a España.

Porque este, y sólo este, es, una y otra vez, el argumento que se expone desde Moncloa. "El puesto será para un español", se insiste, como si lo relevante fuera el pasaporte del candidato, en vez de la preparación, la experiencia o la capacidad del nominado.

Por estos motivos, por todas estas causas, la designación de Guindos es un error. Y todo simple y llanamente porque no cumple con el perfil requerido, no por ningún otro motivo. Una cosa es que los nombramientos del BCE siempre tengan sus vericuetos o componendas políticas, pero conviene disimularlas con candidatos que entren en los requisitos pedidos. Como exponía con claridad meridiana Ángel Ubide, director de gestión de Goldman Sachs, en una entrevista publicada en 'El País', "Guindos es buen candidato para muchos puestos; no para el BCE".

No es para tanto, se puede pensar. Al fin y al cabo, los banqueros centrales, por muy poderosos que se piensen, no son infalibles ni dioses en la Tierra. La 'Gran Recesión' así lo acredita, con lo que su experiencia o preparación previas tampoco resultan imprescindibles. Si se piensa así, ninguna entrevista de trabajo, ninguna oferta, con sus requisitos y exigencias, tendría sentido. Que necesitas un fontanero, contrata a un albañil; que quieres un ingeniero, pon a un bombero. Algo sabrán, seguro que algo sabrán de lo que se pide en este trabajo.

Tampoco me vale eso de que el puesto de vicepresidente no es tan relevante. Porque sí lo es. Actualmente, Constancio tiene como funciones asignadas las divisiones de Política Macroprudencial y Estabilidad Financiera, motivo por el que fue él quien respondió a las preguntas que el BCE recibió sobre la resolución de Banco Popular, y de Servicio de Estudios. Y, por supuesto, contar con un representante permanente en el Comité Ejecutivo siempre resulta valioso. En los pasillos de Fráncfort es donde se 'cuece' todo, y conviene tener ojos, oídos y palabras allí, algo con lo que España no cuenta desde 2012. Y España debe volver a estar ahí.

En Moncloa están convencidos de que Guindos será elegido. Con facilidad, incluso. A pesar de que no es un buen candidato. Porque no lo es. Aunque se acabe haciendo con el puesto

Más aún: su designación me seguirá pareciendo un error incluso aunque resulte finalmente elegido para relevar a Constancio. Sería un mal precedente para la credibilidad y el futuro del BCE y diría 'mucho' de quienes eligen a las personas que forman parte de un organismo clave en el engranaje del euro. ¿Qué guía sus decisiones, la procedencia y los arreglos políticos o las credenciales de los candidatos? ¿Ese es el respeto que tienen por la que es, posiblemente, la única -o una de las pocas, al menos- instituciones realmente europeas con capacidad ejecutiva?

Y aún cabe un matiz más. ¿Y si Guindos es el candidato... porque no hay otro con opciones reales? Es decir, ¿y si Guindos es, pese a todo, el único con posibilidades auténticas de ser aceptado por los países europeos? Tampoco debería valer como argumento. En todo caso, evidenciaría los graves problemas que tiene la diplomacia española para moverse en las altas esferas y posicionarse bien para los movimientos que se avecinan. España fracasó en 2012 con la presentación de Antonio Sáinz de Vicuña para relevar a González-Páramo. Desde entonces ha tenido casi seis años para ir preparando el terreno y tener 'preparados' no uno, sino varios candidatos -y candidatas- para la ronda de relevos que se avecina en el BCE, cuyo calendario es público y se sabe con toda la antelación del mundo porque los mandatos tienen una vigencia máxima de ocho años. ¿Y todo este tiempo no arroja otro candidato que encaje mejor con el perfil? ¿Qué hay de nombres como Soledad Núñez, Margarita Delgado o José Luis Escrivá, por ejemplo?

Entonces, ¿cómo se resolverá el entuerto? Pues tiene pinta que como suelen componerse en Europa, 'invitando' a Lane a que se eche a un lado -prometiéndole que su turno llegará en 2019, cuando haya que sustituir al economista jefe y miembro del Comité Ejecutivo del BCE, Peter Praet- y dejando a Guindos como único candidato real. En Moncloa dan por hecho que será así, que el nuevo vicepresidente será español, algo que sin duda España merece y necesita. Y asumen que Guindos será elegido. Incluso con facilidad. A pesar de que no es un buen candidato. Porque no lo es. Aunque se acabe haciendo con el puesto.

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