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REUTERS/Umit Bektas/File Photo

¿Crisis superada o simplemente pospuesta? Es la gran pregunta que se formulan los economistas tras la recuperación de la lira turca de más del 20% y del alivio que se respira en los mercados después de que los analistas hayan señalado que el contagio a los bancos europeos y estadounidenses se ha evitado. Pero aunque ya no se baraje el peor escenario posible, desde Berenberg alertan de que sigue habiendo un gran riesgo a un ‘efecto dominó’ en las economías emergentes, a no ser que el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan “dé un giro de 180 grados a sus políticas con el objetivo de recuperar credibilidad en los mercados”.

Cuanto antes cambie de rumbo Turquía y cuanto más decisiva y creíble sea la conversión de sus políticas a otras más prudentes, menos dolorosa será la inevitable purga de los excesos anteriores”, argumentan, ya que “ningún país puede vivir del crédito y de alimentar artificialmente el crecimiento de la demanda durante años”. Pero sin ningún signo de distensión en su disputa arancelaria y diplomática con los EEUU y ante la ausencia de un plan integral para abordar sus debilidades económicas, es poco probable que cualquier alivio de las tensiones financieras en el país se mantenga en el largo plazo y los riesgos siguen siendo extremadamente altos. Y seguirán así mientras se emprendan “medidas a medias que no atraen la confianza de los inversores”, agregan.

Los analistas de la institución financiera con sede en Hamburgo indican que el ajuste monetario de los últimos días, como el poner límite a los cortos en la lira a través de los ‘swaps’ u obligar a los bancos a ajustarse a la tasa del 19,25% del banco central en lugar de su tasa estándar del 17,75% se enmarcan en el camino equivocado y recomienda al Gobierno de Ankara un “cambio radical de sus políticas económicas”. Advierten, también, que, de no seguir estas recomendaciones, ninguna ayuda exterior va a marcar la diferencia -en una clara alusión a la asistencia de 15.000 millones de dólares de Qatar o ante un posible rescate del Fondo Monetario Internacional-, ya que la economía turca “es demasiado grande como para que se pueda mantener a flote con inyecciones de capital”, aunque estos ‘mini rescates’ “comprarán tiempo para que el Ejecutivo de Erdogan pueda llevar a cabo los cambios profundos que debe acometer”.

“Turquía debe enviar una fuerte señal a los mercados globales y a su ciudadanía de su firme compromiso a llevar a cabo una reforma en profundidad de sus políticas”

OBJETIVO: RECUPERAR CREDIBILIDAD

Según Berenberg, Turquía presenta los síntomas de un recalentamiento de la economía “de manual”: abultado déficit por cuenta corriente, elevada inflación y dependencia del crédito. La receta de la entidad germana ante estos ‘males’ no es otra que la que reza la norma, es decir, subir los tipos de interés y prudencia fiscal, pero con una diferencia, ya que también “debe enviar una fuerte señal a los mercados globales y a su ciudadanía de su firme compromiso a llevar a cabo una reforma en profundidad de sus políticas”. Y propone cuatro puntos fundamentales:


1. Recuperar la independencia del banco central. Erdogan deberá, por lo tanto, retractarse de sus declaraciones anteriores para que el Banco Central de Turquía sea capaz de aplicar una política que, “aunque pueda infligir dolor a corto plazo granjee ganancias a largo plazo para que el cambio de política sea más creíble”, afirman.

2. Política fiscal sostenible. “El giro de política monetaria debe ser completado por una política fiscal sostenible. De lo contrario, los mercados sospecharían que la deuda creciente -incluida la deuda de las instituciones- acabaría siendo asumida nuevamente por el banco central”, añaden. En tal caso, el cambio en la política monetaria no sería suficientemente creíble.

3. Nuevos responsables de las instituciones. “Nombrar a nuevos banqueros centrales y un ministro de Finanzas que se perciban como capaces de resistir la presión política, podría indicar que Turquía va en serio”, aseguran. “Un ministro de finanzas que es yerno del presidente del país no se adapta a esa descripción”, redondean.

4. Reparar las relaciones con los EEUU y la Unión Europea (UE). Las sanciones de EEUU no son la causa de los problemas económicos de Turquía. Simplemente desencadenaron la oleada de ventas en el país. Sin embargo, “reparar las relaciones exteriores complementarían el giro en las políticas económicas”, comentan. Además, cualquier gesto que pueda tomarse como un fortalecimiento del estado de derecho en el país ·puede volver a Turquía un poco más atractiva para la inversión extranjera”, declaran.

¿QUÉ LE ESPERA A TURQUÍA?

En resumidas cuentas, “con un ajuste de política rápido y hábil, Turquía todavía puede superar el bache con un período de crecimiento por debajo de la tendencia en lugar de con una recesión”, exponen desde Berenberg. Además, creen los expertos que ante un eventual cambio de timón, dos factores podrían ayudar a tirar del carro. En primer lugar, las anteriores crisis en Turquía (2001 y 2008 y 2009) ocurrieron durante recesiones económicas mundiales, en cambio, en este momento hay un crecimiento global. Por otra parte, una lira más barata estimulará las exportaciones.

Pero la conclusión final no apela al optimismo, ya que es poco probable que “Erdogan acometa una transformación decisiva y visible”. Por lo tanto, apuestan porque, en cambio, “intente sobrevivir durante algunas semanas más con una serie de ‘medidas a medias’ e intentos poco entusiastas de mejorar las relaciones con Washington y Bruselas”. En este contexto, creen que Turquía “acabará por ceder a las presiones del mercado y ajustará su política monetaria durante un período que abarca los próximos tres meses”.

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