• El euro supera los 1,16 dólares pese a los intentos del BCE por frenarlo
  • El banquero italiano lucha contra lo inevitable: reducirá los estímulos más pronto que tarde
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El presidente del BCE, Mario Draghi.

Agosto de 2015 no fue un mes cualquiera para los mercados financieros. Sobre todo para el de divisas. Pues bien, hay que remontarse hasta entonces para encontrar a un euro más fuerte que ahora. Y eso que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, se empleó a fondo este jueves para frenarlo. Pero ni por esas.

Concretamente, lo que ocurrió en agosto de 2015 es que, primero, China ejecutó la mayor devaluación de su divisa en 20 años, movimiento que alteró el pulso de los mercados hasta que, dos semanas después, fue la bolsa china la que se hundió, con caídas del 8% que provocaron un efecto contagio en el que el Ibex 35 se dejó un 5%. En medio de este jaleo, el euro se apreció hasta los 1,17 dólares. Y desde entonces no estaba tan fuerte como ahora contra el 'billete verde'.

En concreto, este jueves se ha apreciado un 1% contra la divisa estadounidense, hasta los 1,163 dólares, con un máximo diario en los 1,166 dólares. Junto al hecho de que alcance ya su cambio más alto en casi dos años contra el dólar, lo más relevante es que ha escalado hasta estos cruces pese a los notables esfuerzos de Draghi por impedirlo.

¿HA PERDIDO SU 'TOQUE'?

En el fondo, la reunión de política monetaria del BCE que culminó este jueves había comenzado el 27 de junio. Ese día, en el cónclave que el propio BCE organiza anualmente en Sintra (Portugal) para hablar de sus 'cosas' monetarias y financieras, Draghi elevó el tono. Se le notó más duro, más convencido de que la inflación estaba ya de vuelta en la Eurozona. Y claro, en cuanto al mercado lo escuchó, revisó sus cálculos. Y se notó principalmente en el euro, que ese día se revalorizó cerca de un 1,5% contra el 'billete verde' y saltó el listón de los 1,13 dólares.

El BCE trató de corregir esta interpretación del mercado un día después. No tuvo éxito. Ya entonces se empezó a cuestionar si Draghi estaba perdiendo su 'toque', ese manejo especial de los mensajes con el que, desde noviembre de 2011, ha solido mover los resortes de los mercados. Esas sospechas alcanzan ahora otra dimensión: la súbita reacción de este jueves, puesto que el euro se movía en torno a los 1,15 dólares antes de escuchar a Draghi, constituye un desafío en toda regla a la autoridad de 'SuperMario'. "Aunque la reunión dio poca información nueva sobre la política monetaria de la entidad, puede ser recordada como el día en que el famoso 'Efecto Draghi' finalmente se rompió", apunta Ranko Berich, responsable de análisis de mercado de Monex Europe

ES LA INFLACIÓN... SUBYACENTE

Porque la subida del euro es, posiblemente, lo último que quiere el BCE. Primero, porque representa una fuerza desinflacionista cuando, precisamente, la entidad aún entiende que la inflación está por debajo de lo que quiere. Segundo, porque la apreciación de la divisa equivale a una subida de los tipos de interés, y el euro ya acumula una revalorización del 10,5% contra el dólar en lo que va de año. Y tercero, porque los dos ingredientes anteriores amenazan con actuar como frenos de la recuperación. "El problema es la fortaleza del euro, que deprime más la inflación. El BCE quiere un euro más débil", constata Martin Arnold, analista de ETF Securities.

Por eso Draghi lucho cuanto pudo este jueves contra la impresión que dejó su discurso de Sintra. Lo hizo, sobre todo, apelando una y otra vez a dos mensajes. El primero, que la inflación subyacente, primordial para medir realmente cómo se están comportando los precios ya que prescinde de la energía y los alimentos frescos por su mayor volatilidad, sigue "en niveles reducidos". En junio, con la inflación general en el 1,3%, la subyacente se situó en el 1,2%. Ambas lecturas continúan lejos del objetivo del BCE de mantener la inflación por debajo, pero cerca, del 2% a medio plazo.

Draghi debe volver por sus fueros. Porque el mercado ya no le está 'comprando' su mercancía. Y el desafío que supone desmantelar todo el aparataje monetario actual exige una credibilidad total al Banco Central Europeo

Y segundo, que "aún se necesita un grado de acomodación monetaria muy sustancial para que las presiones sobre la inflación subyacente aumenten gradualmente y respalden la evolución de la inflación general a medio plazo". Vamos, que sigue haciendo falta que los tipos de interés oficiales permanezcan en el 0%, los tipos de la facilidad de depósito en el -0,4% y que el BCE se gaste 60.000 millones de euros al mes en la compra de deuda en el mercado, todas ellas medidas históricas que fueron mantenidas ayer, para estimular que la inflación vuelva a niveles más estables.

Pero nada sirvió. El euro despegó desde los 1,15 hasta los 1,166 dólares. "Tal vez es hora de que el BCE se centre menos en los movimientos intradiarios de la moneda única y más en ser transparente en sus intenciones porque no están engañando a nadie y la reacción del mercado sugiere que están sufriendo daños de credibilidad en el camino", advierte Craig Erlam, analista de Oanda.

LUCHAR CONTRA LO IMPOSIBLE

El problema para Draghi no es que haya perdido su 'toque', y que sea este el motivo por el que el euro desafía su autoridad. Su problema que ni él mismo puede luchar contra lo inevitable. Porque el mercado, y el propio Draghi, es consciente de que la retirada de los estímulos llegará más pronto que tarde. Y eso, por muy gradual que sea el desmantelamiento de la extraordinaria estrategia monetaria actual, pesa en el mercado.

Draghi, de hecho, no pudo evitarlo. Aunque se resistió a poner una fecha concreta al inicio de la 'operación retorno' del BCE, sí concedió que la discusión sobre el futuro del programa de compra de activos (APP, por sus siglas en inglés) tendrá lugar "en otoño". Eso pasa por las reuniones del 7 de septiembre -oficialmente es verano, pero tal vez para el BCE ya entra dentro del otoño al celebrarse en septiembre- o del 26 de octubre. La siguiente y última del año, la del 14 de diciembre, se antoja demasiado lejana.

¿Qué se espera que haga en otoño? Preparar el camino para ir reduciendo el volumen de las compras mensuales de deuda en el mercado -el famoso 'tapering'-, con el objetivo de rebajarlas a comienzos de 2018 y dejar de hacerlas por completo a finales del próximo año. En paralelo, también se espera una progresiva subida de los tipos de depósito, cuyos niveles claramente negativos son los que resultan más anómalos y los que más castigan al negocio bancario. Sea lo que sea, Draghi debe volver por sus fueros. Porque el mercado ya no le está 'comprando' su mercancía. Y el desafío que supone desmantelar todo el aparataje monetario actual exige total credibilidad al BCE.

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