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Europa no es conocida por su dinamismo, pero es indiscutible que parece estancada la mires por donde la mires. Agotada por el impacto energético que siguió a la invasión rusa de Ucrania en 2022, ha crecido en esta década un 4%, muy lejos del 8% que creció EE.UU. en el mismo periodo. Por si fuera poco, se enfrenta a una serie de retos que no son nada halagüeños.

Los principales retos a los que se enfrenta Europa son las importaciones baratas de China que, pese a potencialmente beneficiar a los consumidores, pueden afectar al tejido productivo de la zona y el riesgo de que Trump vuelva a ocupar la Casa Blanca y vuelvan los aranceles a sus exportaciones.

El timing no puede ser peor. Europa necesita un crecimiento fuerte para ayudar a financiar un mayor gasto en defensa, especialmente ahora que EE.UU. ha frenado su apoyo a Ucrania, y para cumplir con sus objetivos de energía verde. A esto hay que sumarle un electorado descontento que supone un caldo de cultivo para los populismos y sus históricos obstáculos que penalizan su potencial crecimiento; como una población avejentada, una sobrerregulación en ciertas áreas y una integración inadecuada del mercado.

Pese a que los retos a los que se enfrenta Europa se originan fuera, si no es capaz de gestionarlos puede agravar seriamente el impacto que éstos puedan tener.

La buena noticia es que el impacto energético ha pasado su cénit, los precios del gas ya no están en máximos. La mala noticia es que la desaceleración de China está haciendo que utilice los subsidios para aumentar la producción con el fin de que el consumo externo crezca.

El foco principal de China son los productos verdes, especialmente los vehículos eléctricos, por lo que su cuota de mercado podría doblarse hasta llegar al tercio del total en 2030. Esto supondría acabar con el dominio de las empresas europeas. Desde fabricantes de turbinas hasta los que hacen equipamiento ferroviario el este es motivo de preocupación.

Noviembre puede hacer que el oeste sea un motivo de preocupación adicional. La última vez que Trump fue presidente de EE.UU. impuso aranceles a Europa que llevó a una guerra comercial hasta que hubo una tregua en 2021 con Biden. Hoy, Trump amenaza con imponer una tarifa general del 10% y sus asesores dejan caer que podría ser superior.

Europa debería forjar su propia política económica aprovechando la coyuntura. Mientras EE.UU. riega su industria con dinero público y China mantiene su intervencionismo, en parte gracias a su enorme mercado doméstico, Europa tendría que invertir en infraestructura, educación, investigación y desarrollo.

Con una regulación menos fragmentada y siendo capaces de compartir recursos entre los distintos países, los retos a los que se enfrenta Europa en este 2024 podrían servir de plataforma de lanzamiento para un mayor crecimiento y una mejora de las perspectivas futuras. Todo depende de qué decisiones se tomen.

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