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El pasado miércoles, la agencia internacional de rating Fitch redujo la calificación a largo plazo del banco italiano Carige y refejó en su informe que "la quiebra es una posibilidad real", en lo que podría ser la más grave consecuencia de la crisis italiana para su sector bancario.

El desafío a Bruselas que está acometiendo el Gobierno bicéfalo italiano, encabezado por Giuseppe Conte, pero con el ultraderechista Matteo Salvini y el populista Luigi Di Maio como poderes en la sombra, está empezando a lastrar la confianza de los inversores en el país.

El primer damnificado de las políticas del nuevo Gobierno podría ser ahora el Carige, un banco de mediano tamaño y que venía arrastrando problemas en los últimos años, agravados ahora por las polémicas políticas del Ejecutivo de Conte.

Los dos partidos del Gobierno, el Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte, han mantenido un discurso muy crítico con la banca y han atacado la gestión del anterior Gobierno por haber rescatado al Monte dei Paschi el año pasado, lo que les situaría en una tesitura complicada si tuvieran que afrontar una nueva quiebra bancaria.

La nacionalización del banco, probablemente la solución más coherente con el discurso del Ejecutivo, aumentaría aún más el déficit público, el elemento que está en el centro del conflicto con la UE, lo que aumentaría aún más la distancia entre Roma y Bruselas y agravaría una crisis que tiene a los mercados de todo el continente en vilo.

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