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Trump.

Donald Trump estaba enfadado. Muy enfadado. China cumplió su amenaza el pasado fin de semana. Replicó a los aranceles de Washington con nuevas tarifas sobre los productos de importación estadounidense. Y el presidente de EEUU estuvo a punto de doblar la apuesta arancelaria imbuido por el enésimo berrinche que presencian las paredes del Despacho Oval.

Según informan tres fuentes distintas a la 'CNBC', Trump atravesó por varios estados tras conocerse los nuevos aranceles de Pekín. El primero de ellos, fue sugerir doblar las tarifas a China.

Steven Mnuchin y Robert Lighitzer, secretario del Tesoro y representante de Comercio estadounidense, respectivamente, apaciguaron la ira de su presidente. Tras contactar con varios consejeros delegados de grandes compañías, alertaron a Trump del impacto que tendría este movimiento para las bolsas y la economía del país.

Trump recapacitó. Pero se le quedó la espina clavada. Mnuchin y la secretaria de prensa del presidente, Stephanie Grisham, revelaron que el hombre más poderoso del planeta se quedó con las ganas de elevar los aranceles. La guerra comercial es, junto a una desaceleración económica, el gran temor de los inversores.

Y los datos macro no ayudan. El PMI manufacturero de EEUU se contrajo en agosto por primera vez en los tres últimos años. Trump sigue a lo suyo. En su burbuja. El presidente estadounidense afirmó recientemente que "lo estamos haciendo muy bien en las negociaciones con China".

Pero la percepción ha cambiado. Entre los expertos, algunos apuntan que ahora Washington tiene más que perder en este toma y daca arancelario. Pekín está resultando ser un rival más duro de lo esperado por muchos. Tanto, que ya ha llevado a Trump a perder los papeles en más de una ocasión.

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