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La invasión rusa de Ucrania sigue distorsionando los mercados energéticos en este 2023. Esa es la conclusión que sacan los expertos de Rabobank en uno de sus últimos informes, en el que analiza la situación de los suministros y los precios tras un año de guerra. Su principal conclusión es que "los muros que se han levantado entre Europa y Rusia tardarán una década o más en caer".

"Europa ha hecho todo lo posible para asegurarse el gas natural y productos refinados de otras fuentes. ¿Por qué volver ahora a un socio poco fiable?", se preguntan los estrategas del banco holandés, que no esperan un acercamiento entre el Viejo Continente y Rusia a corto plazo. Sobre todo ahora que los europeos están logrando sobrevivir a la falta de suministros de Moscú de forma más holgada de lo que algunos esperaban cuando el Kremlin cortó el grifo el pasado verano.

El gas natural TTF holandés, de referencia en Europa, no hace más que bajar ante un invierno más cálido de lo esperado y unas reservas que siguen siendo bastante elevadas para estas fechas en el continente. Desde los 150 euros/MWh de mediados de diciembre, ha caído y ha pasado gran parte del mes de febrero instalado en los 50 euros. A esto hay que añadir que los transportistas de gas natural licuado (GNL) estadounidenses y qataríes "están experimentando enormes beneficios a medida que el mundo se reajusta para asegurar el suministro del mercado de petroleros". Es decir, están recibiendo buena parte de la demanda europea.

Pero Rusia no parece preocupada, ni siquiera por las sanciones de la UE y el G7 que entraron en vigor el pasado 5 de febrero. Y es que India, Turquía y China se han convertido en los nuevos grandes receptores de sus suministros. Sobre todo, Moscú mira hacia el gigante asiático. Rabobank recuerda que desde el 26 de febrero los rusos interrumpieron el último goteo de gas del gasoducto Druzhba a Polonia, mientras que el gasoducto Power of Siberia I, de Siberia a China, y su planeada segunda ampliación tomarán casi todo el gas que Rusia vendía antes a Europa y lo trasladará a China dentro de una década.

Además, los analistas del banco holandés apuntan que antes de la invasión de Ucrania, es decir, en enero de 2022, Rusia enviaba unos 670.000 bpd de crudo a China, 68.000 bpd a India y 110.000 bpd a Turquía. A finales de año, en diciembre, esas cifras se habían disparado a 1,08 millones de bpd a China, 959.000 bpd a India y 327.000 bpd a Turquía. "Los refinadores de estos países pueden eludir las sanciones convirtiendo el crudo ruso en productos refinados y los envían a los países del G7 y la UE. Rusia sigue obteniendo ingresos de las ventas de petróleo, y estos socios comerciales cosechan un arbitraje abundante", apuntan.

No obstante, desde Rabobank detallan que por el lado de la oferta de crudo y productos, "Estados Unidos no puede acudir solo al rescate, ya que está perdiendo capacidad de refino mientras que las empresas estadounidenses de exploración y producción son reacias a invertir en nuevos pozos". Se trata de un problema que requiere solución, o "no habrá producción de suministros en el futuro", alertan estos analistas. Si eso ocurre, avisan, entonces "el crudo seguirá siendo un insumo elevado y mantendrá igualmente elevado el precio de los productos derivados".

Todo esto en un momento en el que, además, el petróleo ruso va a dejar de fluir en las cantidades en las que venía haciéndolo. Y es que recientemente el Kremlin anunció un recorte a la producción de crudo de 500.000 bpd, alrededor del 5%, a partir de marzo. Los analistas del banco holandés dicen que aunque "supuestamente se trata de una respuesta temporal a los topes occidentales a los precios del crudo y los productos refinados", ellos ven otra razón más de fondo: la movilización por Putin de casi un millón de hombres, que "va a mermar seriamente sus capacidades de producción y exportación".

LOS RIESGOS NO ACABAN AHÍ

En cualquier caso, apuntan desde Rabobank, para Europa los riesgos no hacen más que acrecentarse. Y es que pese a que el invierno más cálido de lo normal le ha ayudado en la temporada de frío a mantener bajo control el nivel de reservas de gas, lo cierto es que también puede perjudicarle en el futuro. ¿Cómo? Muy sencillo: con sequías que obliguen a ralentizar la producción energética según avance 2023.

"Existen numerosos factores de riesgo para la reciente ola de calor. Después de que Europa sufriera la peor sequía de los últimos 500 años durante el verano de 2022, la falta de nevadas en los Alpes, el Macizo Central y los Pirineos apunta a un escenario similar de nuevo en 2023", alertan estos estrategas.

Explican que los bajos niveles de agua "afectarán significativamente a la capacidad de refrigeración de la energía nuclear francesa, lo que obligará a la generación a operar a un rendimiento más bajo, al tiempo que disminuye la producción hidroeléctrica". Es más, "se prevé que el nivel de las aguas del crucial río Rin descienda por debajo de la marca de un metro a principios de marzo", y "este problema es otro riesgo al alza para los precios del gasóleo, ya que el río es una arteria principal para los cargamentos que se envían hacia el interior".

"Los costes del gasóleo y del transporte se dispararán si los petroleros solo pueden cargar a la mitad de su capacidad debido al bajo nivel del agua", comentan. Y en lo que respecta al gas, aunque los precios europeos se han estabilizado a lo largo de febrero, debido al clima cálido y a la deprimida demanda doméstica, desde Rabobank estiman que a medida que China se reabra de sus políticas de 'cero Covid' los precios repuntarán. "Con los actuales niveles de precios de 40-50 euros, esperamos que la demanda industrial y de los consumidores se recupere durante la primavera. El riesgo está fuertemente sesgado al alza para el próximo verano e invierno", concluyen.

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