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La tremenda incertidumbre que sigue planeando sobre el Brexit, que afronta su enésima recta final en una montaña rusa que va del optimismo más pueril al pesimismo en cuestión de horas, tiene a los consejos de dirección de las compañías británicas literalmente "con los nervios deshechos". Fuentes de alto nivel empresarial relata a Bolsamanía que han llegado a tal punto de ansiedad que sólo desean "alcanzar el final del proceso, aunque el desenlace sea malo".

El reloj corre a toda velocidad en las negociaciones entre Londres y Bruselas para lograr el visto bueno comunitario a la revisión del acuerdo de retirada propuesto hace unos días por el primer ministro, Boris Johnson. Downing Street tiene todas sus esperanzas puestas en que el nuevo borrador llegue a tiempo para ser discutido y aprobado por los Veintisiete en al cumbre de la Unión Europea (UE) que acaba el viernes.

En el caso de que el trámite en Bruselas obtuviera éxito en las próximas horas, aún queda el paso por el Parlamento, que también debe aprobar el nuevo texto. En última instancia, si el acuerdo no se ratifica antes del 19 de octubre, el primer ministro británico está legalmente obligado a solicitar a la UE una prórroga de la fecha actual de salida, el 31 de octubre. "Los acontecimientos de este verano demuestran hasta qué punto la Cámara de los Comunes puede parar el curso del divorcio", lamenta un gestor de fondos a este medio. Por lo que no confía en que este mes se vea la luz al final del túnel. Otras fuentes denuncian que la política está afectando a las decisiones de inversión de las empresas: tanto a la contratación como a la confianza y señalan que llevan tres años así.

Las compañías en Reino Unido se hallan atadas de manos en este momento porque el proceso no acabado, por lo que sólo pueden planear y prever que harán y calcular cual será el impacto en sus actividades, "lo que consume nuestra energía", explica un miembro de un consejo de dirección del FTSE que ha preferido mantenerse en el anonimato. "Exigimos claridad y un cierre de esta fase para poder empezar a tomar decisiones", reivindica.

Consideran el estancamiento actual como un factor que agrava el problema y, a pesar de que son plenamente conscientes de que un Brexit caótico sería la peor de las soluciones, "lo prefieren a seguir alargando la agonía", explica Stefan Hofrichter, economista jefe de Allianz GI. El problema es que, además de la posibilidad de que el divorcio se salde sin acuerdo, ahora se añade la inmensa inseguridad sobre qué pasará. Así que, "cuanto más se prolongue esta situación, más se frena la actividad económica", argumenta.

El país envía señales de este agotamiento. El mercado laboral es un espejo de la indecisión que marca el compás de la vida empresarial de Reino Unido. Según la Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS por sus siglas en inglés), el número de personas empleadas se redujo en los tres meses anteriores a agosto de forma inesperada en 56.000 personas, hasta los 32,69 millones de empleados, cuando el consenso esperaba un crecimiento de 23.000 empleados. Además, en este periodo el número de parados se incrementó en 22.000 personas, hasta los 1,31 millones de desempleados. La tasa de desempleo ha subido inesperadamente al 3,9% desde el 3,8% anterior.

El mercado laboral había demostrado ser sorprendentemente fuerte desde el referéndum del Brexit en junio de 2016 (apoyando así el gasto de los consumidores) algo que muchos economistas atribuyen, en parte, a los empresarios que contratan a trabajadores que luego pueden despedir en lugar de comprometerse a largo plazo con la inversión. Sin embargo, la situación ha cambiado radicalmente, y ahora prima la cautela entre los empleadores, ya que el Brexit y la desaceleración de la economía mundial están pesando sobre el PIB de Reino Unido. De hecho, la economía británica se contrajo en el segundo trimestre, pero creció entre julio y septiembre, evitando así una recesión antes de la salida del país de la Unión Europea, prevista para el 31 de octubre.

Una de las consecuencias de este aciago panorama tiene que ver con el número de empresas que se trasladarán de Reino Unido a la Eurozona. Andrea Enria, presidente del Consejo de Supervisión del BCE, apunta a un total de 24 entidades bancarias. En otros sectores, Honda, Nissan, Landrover, Sony, Airbus, por citar sólo algunas entre miles de compañías, han puesto en marcha planes de contingencia ante la posibilidad de que Londres rompa sus lazos con Bruselas de manera no negociada, en cuestión de días.

A esto se añade que un último estudio publicado a inicios de mes por el HMRC, la Hacienda del país, asegura que las empresas europeas y británicas deberán gastar 16.680 millones de euros cada año en nuevos permisos para poder seguir comerciando a través del Canal de la Mancha si finalmente se consuma un acuerdo sin paracaídas.

"El Gobierno actual cree que se puede permitir marcharse sin ningún acuerdo", argumenta Hofrichter, para quién es la única explicación de que Johnson estire la cuerda y los tempos con Bruselas. "El curso más racional de los acontecimientos señala que pedirán una prórroga y convocarán elecciones con el fin de que se conviertan en un referéndum ‘de facto’ sobre el Brexit", prosigue.

"Pero este no es un proceso racional porque no tiene como objetivo el bienestar de la ciudadanía, sino que persigue sacar adelante un proyecto propio, en este caso el de Johnson", denuncia, por lo que asegura que "todo puede ocurrir". El ministro del Brexit, Steve Barclay, ha asegurado que el 'premier' pedirá a la UE un retraso del Brexit si no hay acuerdo antes del 19 de octubre. Otro parche que sólo dinamita aún más la paciencia de los empresarios.

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