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Europa Press

Cuando falleció Emilio Botín en septiembre de 2014, Ana Botín se hizo con la presidencia del Santander gracias al apoyo de Rodrigo Echenique en un consejo celebrado a las pocas horas del deceso. Pero muchos consejeros no tenían plena confianza en ella y pusieron como condición que estuviera tutelada por un 'hombre bueno' de consenso y del que se fiaban al 100%: José Antonio Álvarez, entonces director financiero. Esa tutela acabó ayer y la presidenta ya vuela sola.

"Es como el que acaba de sacarse el carnet de conducir y tiene que llevar la 'L' en el cristal. Aquí el profesor de autoescuela era José Antonio, que le impedía pasar de 80 kilómetros por hora. Con su salida, Ana se puede quitar la 'L' y empezar a conducir a máxima velocidad", explica gráficamente una fuente conocedora de la situación.

Según las fuentes consultadas, este pacto de Ana Botín con el consejo duraría hasta que se produjera la renovación total del mismo, algo que le ha llevado cuatro años a la presidenta. Y es que los que impusieron el período tutelado fueron la vieja guardia de su padre. La presidenta los ha ido destituyendo uno a uno hasta acabar ayer con los últimos supervivientes: Juan Miguel Villar Mir y Guillermo de la Dehesa (Echenique deja de ser vicepresidente pero mantiene el asiento en el consejo).

Una vez libre de las imposiciones de los guardianes de las esencias del Santander y con un consejo hecho a su medida, Ana Botín por fin es libre para volar sola. Y su primera decisión ha dejado con la boca abierta a más de uno: en vez de nombrar consejero delegado a algunos de sus hombres de confianza de la etapa de Banesto o la de Londres (José García Cantera y Rami Aboukhair) como esperaba casi todo el mundo, se ha decantado nada menos que por el banquero de confianza de su padre: Andra Orcel.

ORCEL GENERA ESPERANZAS EN EL MERCADO

Una decisión que, en principio, ha caído bien en el mercado, a pesar de que Orcel no tiene ninguna experiencia en banca minorista. A juicio de algunos expertos, que Ana confíe en el asesor de cabecera de Emilio es una gran noticia, porque demuestra que confía en las personas y en la filosofía que hicieron grande al Santander. Otros consideran que nombrar CEO a un banquero de inversión implica que veremos nuevas operaciones corporativas, que pueden dar continuidad a la expansión de los tiempos de Emilio.

En cuanto a Álvarez, las fuentes aseguran que era consciente de que su puesto tenía fecha de caducidad y se va con la satisfacción de haber gestionado una operación redonda, la compra del Popular (que puede estropear la cuestión judicial) y la venta de su ladrillo a Blackstone. No obstante, le queda el lunar de no haber solucionado la crisis de las divisas emergentes, que ha golpeado duramente al banco, que sigue con los márgenes bajo mínimos por culpa de los tipos negativos (como todos).

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