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Si hay una verdad casi incuestionable en fiscalidad, esa es que cuando un Gobierno anuncia que va a subir los impuestos "a los ricos", detrás viene una subida para toda la población. Y es lo que tiene toda la pinta de suceder ahora con la "tasa Covid" o como quiera llamarse anunciada por Podemos. Dado que, sin un corralito, vamos a tener una fuga masiva de capitales y no se va a recaudar casi nada, el Gobierno aprobará alzas de todo tipo de tributos para tratar de reducir en lo posible el importe del rescate.

Como informó Bolsamanía, los gestores de patrimonios asumen que el nuevo impuesto llamado a sustituir al de Patrimonio saldrá adelante porque, si no, ¿para qué lo anuncia Podemos dando hasta el detalle del tipo de gravamen y los tramos? Además, todo el mundo tiene claro quién manda en Moncloa visto lo visto en la crisis sanitaria. Pero también aseguran que, después del susto del famoso tuit sobre nacionalizaciones y subordinar toda la riqueza al interés general, esta vez sí que vamos a ver una fuga masiva de capitales a destinos menos hostiles con la inversión.

Algo que es inevitable salvo que se imponga un corralito en España, como reconoce el propio inventor de esta tasa, Thomas Piketty. Lo del corralito seguro que seduce a Podemos, pero es algo que atentaría con la libertad de movimiento de capitales consagrada en los tratados comunitarios y que, aunque se podría teóricamente limitar en una interpretación generosa del estado de alarma (como se limita la de movimiento de personas), encontraría serios problemas en la UE.

José Carlos Díez advierte de que esa huida de patrimonio puede provocar un desplome de la recaudación de todos los impuestos que no permita hacer frente al pago de sueldos públicos o pensiones y requiera un rescate enorme de España o nuestra salida del euro. Sin ir tan lejos, lo que está claro es que, sin corralito, la recaudación del nuevo impuesto será pírrica.

Y eso dará al Gobierno argumentos para decir que, ante la insuficiencia de esta figura, es imprescindible subir otros para financiar los enormes gastos de la crisis provocada por el coronavirus (sería más preciso decir provocada por el confinamiento obligatorio con que se ha respondido al coronavirus en España). Algo que no debe sorprender a nadie porque los presupuestos que no logró aprobar Sánchez el año pasado incluían subidas de los tramos más altos del IRPF, un tipo mínimo efectivo de Sociedades y nuevas tasas como la Tobin y la Google (la diésel se cayó por el camino).

SUBIR IMPUESTOS NO EVITARÁ EL RESCATE

Que es justo lo contrario de lo que la teoría clásica dice que habría que hacer para salir de una recesión tan grave como la que ya ha comenzado y que será peor de lo esperado (ayer Goldman Sachs empeoró su perspectiva de caída del PIB hasta el 13%). Lo que habría que hacer es rebajar impuestos para permitir la supervivencia de las empresas y la recuperación del consumo y la inversión dejando más dinero en los bolsillos de la gente, lo cual redundará en menor destrucción de empleo (menores prestaciones y subsidios) y en una menor caída de la recaudación fiscal.

En vez de eso, lo que va a hacer el Gobierno es subir impuestos, abocar a muchas empresas a cerrar y a despedir, y luego disparará las ayudas y subsidios, incluyendo la famosa renta mínima. Tal vez el coste de ambas políticas sea el mismo, pero sus efectos son diametralmente opuestos.

En cualquier caso, los ingresos por impuestos se van a quedar a años luz de los enormes gastos que va a asumir el Estado en esta crisis. Lo cual nos aboca a un rescate (entendido como préstamo del MEDE, como en 2012) y a ingentes emisiones de deuda pública que tendrá que comprarnos el BCE; y si no puede hacerlo tras la sentencia del Tribunal Constitucional alemán, el rescate tendrá que ser estratosférico.

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