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Ana Botín fichó a Andrea Orcel en 2018 con una misión: resucitar la cotización del Santander y recuperar las pérdidas sufridas por los accionistas desde que asumió la presidencia con la repentina muerte de Emilio Botín en 2014. Nunca sabremos qué habría pasado si no hubiera dado marcha atrás en la contratación, pero sí sabemos que la cotización ha seguido hundiéndose y ya está en niveles de 2009. La divisa brasileña, los pobres resultados en España y un capital débil son las causas más citadas para la tendencia bajista.

El precio del Santander acumula una caída superior al 50% en 2020 y está coqueteando con los mínimos de hace 11 años, que se encuentran en 1,77 euros. De momento aguantan, pero, si los acaba perdiendo, la cotización puede irse al siguiente soporte, que aparece en 1,50 euros; un nivel que no se veía desde 2002, nada menos. Caer hasta ahí sería una verdadera tragedia para la cúpula del banco.

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El problema es que no se ve ningún detonante a corto plazo para que el Santander cambie de tendencia y consiga recuperar en bola de forma sostenida. Los analistas coinciden básicamente en los motivos para esta depresión del valor. En primer lugar, está el miedo a una fuerte depreciación del real brasileño -que ya ha empezado a bajar- a consecuencia de la crisis del coronavirus y de la escasez de medidas de Jair Bolsonaro para paliarla. No hay que olvidar que Brasil es el principal mercado para el Santander y, si al BBVAle ha hecho mucho daño el desplome de la lira turca, mucho más le haría al banco de la llama el del real.

El segundo es la decepción con los resultados del primer trimestre, sobre todo por un nivel de provisiones mucho más alto que el de sus competidores: "El coste de riesgo [las provisiones divididas entre el crédito total] del Santander en 195 puntos básicos está ya por encima de los niveles de la crisis financiera global de la crisis del euro, y el volumen de nuevo crédito a los hogares en Europa ha caído el 60% en abril. Santander está mal equipado para enfrentarse a estos problemas", asegura Berenberg.

En especial, al mercado no le han gustado nada las cifras en España, donde el margen de intereses se hundió un 8,3% entre enero y marzo y tuvo que compensarse con un fuerte crecimiento de comisiones (que es insostenible en la crisis actual), reducción de costes y unas bajas provisiones.

UN CAPITAL ESCASO PARA LA QUE SE AVECINA

El tercer elemento, íntimamente relacionado con el anterior, es la debilidad de capital de la entidad: 11,3% CET1 al cierre de marzo. En general, la banca española es la que tiene la solvencia más baja de Europa, según el Banco de España, pero en el caso de un banco tan grande, la cuestión es más preocupante (y es una cuestión recurrente en el caso del Santander), de ahí que vuelva a plantearse una ampliación de capital. "Con una ratio CET1 que se quedará por debajo del 11,5% a final de año, un dividendo final en 2020 es improbable", según Berenberg, que recomienda "vender" el valor con un precio objetivo de 1,70 euros.

El broker del Banco Sabadell también descarta el dividendo, pero se muestra más optimista. Según sus cálculos, "el déficit de provisiones ascendería a unos -15.000 millones de euros (que supone un beneficio después de impuestos estimado para '20-21 de -50%), que puede absorber con su beneficio antes de provisiones del período y todavía tendría buffer de capital por otros 250 puntos básicos sobre el MDA [importe máximo distribuible como dividendo], que le daría para otros +15.000 millones de euros más de provisiones".

A su juicio, el mercado descuenta un escenario catastrófico que no se va a hacer realidad: "En la actualidad cotiza a un coste del riesgo implícito superior a 400 puntos básicos frente a los c.150 puntos básicos que estimamos, lo que sería exagerado". De ahí que recomiende comprar el valor con un precio objetivo de 3 euros.

CRISIS DE TODOS SUS MERCADOS A LA VEZ

Standard & Poor's ha colocado recientemente el rating de Santander en perspectiva negativa, pero, aun así, también es cautelosamente positivo: "Creemos que su fortaleza de beneficios le permitirá lidiar con el probable incremento sustancial de provisiones y mantenerse rentable. Por tanto, la erosión del capital debería ser limitada, particularmente si retiene los beneficios como recomiendan las autoridades", es decir, si no paga dividendo.

La perspectiva negativa se justifica por la incertidumbre sobre la gravedad de la crisis y el hecho de que afecte a todas las geografías del banco a la vez -algo sin precedentes., lo que pondrá a prueba el valor de su diversificación internacional

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