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La presidenta del BCE, Christine Lagarde.

Los mercados financieros han suavizado sus expectativas de recortes de tipos desde principios de 2024 y, durante el mes de febrero, retrasaron aún más el momento previsto para que los 'Tres Grandes' bancos centrales inicien este cambio de ruta. Hace tan solo unas semanas, los mercados descontaban un primer recorte de tipos de la Reserva Federal tan pronto como en su reunión de este mes. Ahora, sin embargo, no lo descuentan hasta junio.

La solidez de los últimos datos, especialmente en EE.UU., y una desinflación que parece que se ralentiza, evitarán, previsiblemente, que los bancos centrales se precipiten a la hora de recortar los tipos de interés. Además, la retórica de los banqueros centrales ha sido más bien de línea dura últimamente, y todos parecen compartir el mismo miedo: que la inflación resurja con más fuerza si empiezan a bajar los tipos antes de estar seguros al 100% de que los precios se han estabilizado. Esta postura ha apoyado al dólar y permitido que el billete verde suba frente a todas las divisas principales desde principios de 2024.

Si centramos la mirada sobre el euro, el reajuste de las expectativas del mercado sobre los recortes de tipos por parte del BCE también respaldó a la moneda común el mes pasado. Sin embargo, el bajo rendimiento de la economía de la eurozona ha limitado sus ganancias. Dicho esto, los últimos datos sugieren que lo peor para la economía de la eurozona puede haber quedado atrás y que ésta se dirige hacia la recuperación. Si los próximos datos siguen respaldando esta idea, la confianza en torno a la economía de la eurozona, y por su puesto en torno al euro, podría mejorar.

Entre las divisas del G10 que mejor rendimiento registraron el mes pasado figura la corona sueca. A ello contribuyó la mejora del sentimiento por el riesgo hacia la divisa. Además, aunque la atonía de la economía sueca y la trayectoria descendente de la inflación subyacente sugieren que la relajación de la política monetaria podría estar justificada en un futuro no muy lejano, la sorpresa al alza de los últimos datos de inflación ha retrasado el momento previsto para el primer recorte. Ahora parece improbable que se produzca antes del segundo trimestre, ya que los mercados asignan sólo una posibilidad entre cuatro a un recorte en marzo.

Hay que señalar, también, que una vez más el yen japonés se ha quedado rezagado frente a sus homólogos. El Banco de Japón sigue siendo la única excepción a la regla entre los bancos centrales del G10, y el tan esperado inicio del ciclo de subidas de tipos no se espera hasta el segundo trimestre de este año. Esto, en un momento en el que se espera que los tipos de interés de las principales economías se mantengan altos durante más tiempo del previsto inicialmente, está pesando sobre la divisa nipona.

En cuanto a las divisas de los mercados emergentes, el peso mexicano sigue registrando un rendimiento superior al de sus homólogas. La divisa mexicana ha seguido beneficiándose de los altos precios de las materias primas, los elevados tipos de interés reales, que se encuentran entre los más altos del mundo, y unas perspectivas económicas favorables. En el otro extremo tenemos al peso chileno, que se ha desplomado más de un 10% en lo que va de año y cotiza cerca de mínimos históricos frente al billete verde. Esto se debe, en parte, al agresivo ciclo de flexibilización adoptado por el banco central del país, y a la preocupación que suscita el estado de la economía china, que representa tanto el 30% de los ingresos por exportación del país como el 40% de las importaciones mundiales de cobre, fuente clave de los ingresos exteriores de Chile.

A medida que la inflación se acerca a los objetivos de los bancos centrales, los responsables de la política monetaria centran cada vez más su atención en las perspectivas de crecimiento, y éstas, en la mayoría de los casos, son frágiles. No obstante, las economías están resistiendo mejor de lo que se pensaba. En este sentido, los índices PMIs de actividad empresarial se mantuvieron en febrero por encima del nivel de 50 en el Reino Unido y Estados Unidos. Y aunque el índice compuesto de la eurozona sigue en territorio de contracción, se empiezan a ver los primeros indicios de una convergencia de los resultados económicos al otro lado del Atlántico, lo que debería ser alcista para el euro.

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