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Quim TorraPARLAMENT DE CATALUNYA

En Cataluña se libra una dura pugna entre dos facciones de cara al Consejo de Ministros del 21 de diciembre en Barcelona. Una, la de los Comités de Defensa de la República (CDR) y de las entidades independentistas: defienden que esta reunión ministerial es una provocación en toda regla que servirá de excusa para volver a reprimir con contundencia al independentismo y, llegados a según qué extremos, imponer un nuevo 155. Otra, la de los empresarios, Moncloa y parece también que una parte del Govern catalán: la visita de Pedro Sánchez y su Ejecutivo a Barcelona debe servir para escenificar una reconciliación y vuelta al diálogo.

Cada una de estas vías está trabajando para culminar en otra fecha histórica en la comunidad autónoma, que puede suponer el encarrilamiento de las conversaciones del Gobierno de Sánchez o una ruptura total de las relaciones y el regreso a una era glaciar similar a la que se vivía con el PP. El Gobierno, junto a Foment del Treball y miembros del Govern como la consellera de Presidència, Elsa Artadi, y el vicepresidente, Pere Aragonés, se hallan facilitando una reunión entre Sánchez y el president de la Generalitat, Quim Torra. Además, el presidente de la patronal catalana, Josep Sánchez Llibre, se ha erigido en mediador y trabaja para cerrar un encuentro previo en terreno neutral. Será en la entrega de los premios anuales Ferrer Salat. Se desconoce si Torra acudirá.

Del otro lado se ubican las entidades soberanistas como Òmnium Cultural que ha convocado una movilización pacífica en las calles. Menos tranquilas se presagian las acciones de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y de los CDR: han llamado a colapsar Barcelona desde primera hora de la mañana del próximo viernes y a sitiar las calles adyacentes al edificio de La Llotja de Mar, donde el Ejecutivo celebrará su reunión ministerial.

Y, justo en el medio, Torra se enfreta al mismo dilema que ha marcado cada paso de su legislatura -que hasta en círculos independentistas se reconoce que es la más sombría de la democracia-. Se debate entre ejercer la labor institucional que conlleva su cargo de Jefe del Govern, garantizar la seguridad en las calles y la cita del Ejecutivo o actuar como un activista, dejarse influenciar por los CDR y dar plantón Sánchez.

En la sombra, la figura del expresident, Carles Puigdemont, actualmente en Bruselas, ha tratado de imponer su criterio. Ha calificado la celebración del Consejo de Ministros en Barcelona de “provocación” y ha llamado a oponerse pacíficamente a ella. Palabras que ha repetido casi literalmente el diputado Jordi Sánchez, encarcelado en Lledoners. Ambos han tratado de marcar el camino para el president pero, según explican fuentes conocedoras de la situación, Artadi y Aragonès, que han llevado la voz cantante en las conversaciones que se han ido produciendo con Moncloa de cara a esta cumbre entre el Gobierno central y el autonómico, presionan a Torra para que abandone su enroque.

CRÓNICA DE UNA REUNIÓN

La petición oficial a la Generalitat para materializar el cónclave ha llegado por vía de la vicepresidenta Carmen Calvo. La tarde del jueves envió sendas cartas al vicepresident Aragonès y a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. La primera, para solicitar oficialmente el mencionado encuentro que señala como "conveniente" y apunta que puede servir para incidir en la "senda del diálogo constructivo" para "cimentar" la relación entre el Ejecutivo y la Generalitat. La segunda, más breve, para pedir su colaboración a la primera edil barcelonesa.

Josep Sánchez Llibre, presidente de la patronal catalana, emerge como el gran facilitador

Según explican diversas fuentes, la misiva es fruto de una preparación de varias semanas. “No es cosa de un día para otro, ha habido un trabajo de personas como Artadi para allanar el terreno”, explican. De hecho, la consellera lanzaba el ‘guante’ a Moncloa en una entrevista en TV3 durante la que pidió una reunión para retomar las conversaciones entre Estado y Generalitat. Fue el miércoles, horas después de la enésima provocación de Torra apelando a la vía Eslovena -que también ha defendido Puigdemont- y de la dejadez de los Mossos d’Esquadra ante las acciones de los CDR en carreteras y peajes del pasado fin de semana.

Con la promesa de Sánchez de responder proporcionalmente pero con contundencia ante cualquier quebranto de la ley y la sombra de una nueva intervención de la comunidad mediante el artículo 155 de la Carta Magna, Torra y la consellera rebajaron el tono y apelaron al diálogo. Pero con condiciones. A falta de una respuesta oficial y de conocerse los detalles de la hipotética cumbre a la que podrían acudir más miembros de las dos administraciones, según 'La Vanguardia', el líder catalán ha pedido hablar de todo, hasta de independencia. Una de las líneas rojas de Sánchez, lo que deja el encuentro totalmente en el aire.

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