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Los inversores están desesperados. No saben qué hacer. El Ibex lleva cinco semanas consecutivas a la baja, su peor racha desde 2015, y va camino de firmar su peor año desde 2011. Ni siquiera sirve el refugio de Wall Street, que esta semana se ha venido abajo con estrépito. Parece que no funciona nada en el mercado, a pesar de que no hay un detonante claro para tanta negatividad. Pero lo cierto es que sobran los motivos.

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En el Congreso de EFPA celebrado el viernes en Sevilla, un gestor se quejaba de que "hasta ahora, los valores de crecimiento [como las tecnológicas] eran los que ganaban dinero mientras que los 'value' [como los bancos, eléctricas o constructoras] se quedaban rezagados. Ahora, las tecnológicas se han venido abajo pero los 'value' siguen con el mismo descuento, parece que no hay donde refugiarse".

Es cierto que parece que no funciona nada. Incluso la táctica habitual de tantos gestores de fondos de comprar en las caídas, que había funcionado estupendamente hasta ahora, se ha venido también abajo. Los que lo han hecho en los últimos teóricos soportes han tenido que ejecutar stops a toda prisa o acumulan nuevas pérdidas en sus carteras. Una vez perforados soportes tan importantes como los 8.800 del Ibex, el índice español puede irse a corto plazo hasta 8.500 y se abre la puerta a caer hasta 7.580, los mínimos de 2016. Los principales índices europeos y de EEUU presentan una situación parecida.

"Seré honesto: me está costando mucho explicar esto", reconoce Patrick Palfrey, estratega de bolsa de Credit Suisse. "No hay un único elemento que sea el detonante del desplome. Todos los tratamos de atribuir a los temores por la guerra comercial y los aranceles, los temores por las valoraciones, los temores por el fin del crecimiento de los beneficios... pero no creo que ninguna de esas explicaciones encaje", añade.

DEMASIADOS NUBARRONES PARA SUBIR

Pero la realidad es que, aunque no hay un detonante claro, el entorno hacía muy difícil que continuaran las subidas, ni siquiera en Wall Street. Alertamos de ello en Bolsamanía cuando el Ibex rebotó con fuerza hasta los 9.600 puntos y la euforia se desató entre los inversores que se daban palmadas en la espalda y hablaban de vuelta en V. Porque hay numerosos argumentos para no tener mucha fe en una vuelta a las subidas, al menos a corto plazo.

Están las elevadas valoraciones de la bolsa norteamericana, en especial las exageradísimas de algunas tecnológicas que no se justifican con sus resultados (el ejemplo más evidente es Netflix). Ahí sigue la amenaza de guerra comercial y la bomba de relojería de los emergentes por culpa del dólar fuerte -y más con situaciones políticas como la de Brasil-. La economía mundial se ralentiza, fenómeno que parece mayor en nuestro país. También la explosiva situación de Italia y su desafío a la UE, sin olvidar que nadie tiene ni idea de qué va a pasar con el Brexit.

SI LOS TIPOS SUBEN, LA BOLSA BAJA

Pero, dejando aparte la situación geopolítica (siempre hay amenazas en el entorno y la bolsa puede subir a pesar de ellas), la situación actual puede ser mucho más sencilla de lo que parece. El enemigo de toda la vida de la renta variable son las subidas de tipos, y eso es lo que tenemos en EEUU y en los bonos europeos (aunque no de momento en los tipos oficiales a corto plazo).

Con la agravante de que ahora estamos asistiendo a la retirada de la mayor inyección de liquidez de la historia, que fue la principal causa del buen comportamiento de todos los mercados en los últimos años. La compensación de este efecto por los estímulos fiscales (rebajas de impuestos) de Trump parece haberse agotado, y en países como España encima estamos subiendo los impuestos.

Por supuesto, podemos tener episodios alcistas a corto plazo, incluso violentos tras una caída tan fuerte. Tenemos las recompras de acciones, la temporada de resultados, el maquillaje de fin de año... Y en España podemos ver un 'rally' de la banca si, como casi todo el mundo espera, el Supremo no hace retroactiva la sentencia del impuesto de las hipotecas. Pero más allá de esos episodios, el entorno no anima a esperar subidas sostenibles en las bolsas.

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