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El expresidente del Banco Popular, Ángel Ron (1d), a su llegada a la Audiencia NacionalMarta Fernández - Europa Press

Es la estrategia de defensa más habitual cuando alguien se ve acorralado: disparar acusaciones a diestro y siniestro para tratar de desviar la atención de los delitos que le imputan a uno. Eso fue exactamente lo que hizo el expresidente del Banco Popular, Ángel Ron, la semana en su declaración en la Audiencia Nacional. Según su declaración él tenía el banco como una patena y todos sus males los provocaron el accionista Antonio del Valle, su sucesor -Emilio Saracho-, el Banco de España... y los periodistas.

El problema para Ron es que no cuela. Porque lo principal que investigan el juez José Luis Calama y, sobre todo, el fiscal Anotnio Romeral es si las cuentas del Popular reflejaban su estado real cuando anunció la ampliación de 2016 que le exigió el BCE ante su déficit de provisiones. Y no lo reflejaban, como demuestra que las pérdidas de cierre de ese ejercicio fueron mucho mayores que las previstas cuando Ron pidió 2.500 millones a los inversores.

Otra cosa es si eso es delito, porque ahí nos adentramos en un terreno muy pantanoso. Por un lado, si lo del Popular fue delito, también lo fue lo de todas las cajas rescatadas e incluso algunos bancos, ya que todos utilizaron las refinanciaciones (la 'patada adelante') y las tasaciones a medida para ocultar su verdadero déficit de provisiones o al menos para aplazar su dotación con las consiguientes pérdidas. Y por otro, si el Banco de España (y el BCE ya en esos años) conocían una situación que era delictiva y la permitieron, deberían estar imputados como en el caso Bankia, donde el supervisor nacional se ha ido inexplicablemente de rositas.

Sean o no delito, la posible falsedad contable y la estafa a inversores son exclusiva responsabilidad de Ron. ¿Del Valle maniobró para echar a Ron ante el hundimiento del banco? Sin duda; de hecho, lo consiguió. ¿Saracho pudo hacer más para salvarlo cuando le sustituyó? Pues es posible; por lo menos, podría haberse callado que el banco no era viable sin una nueva ampliación o su venta, o haber acelerado la retasación necesaria para dicha ampliación, como ya ha señalado Bolsamanía.

¿Se pudo evitar o retrasar la intervención del Popular? ¿Pudo haber otra solución? Eso es jugar a la economía-ficción en el mejor de los casos (y a las teorías de la conspiración en el peor), aunque parece difícil que se salvara llegado al punto que llegó el banco en 2017. Pero, en todo caso, no es eso lo que se investiga en la Audiencia.

LA OBSESIÓN DE RON CON LAS NOTICIAS FALSAS

Sí se investiga, en cambio, a instancias del bufete Cremades (de confianza de Ron), si se publicaron noticias falsas para hundir la cotización del Popular, tanto filtradas por Del Valle antes de la salida del entonces presidente, como por Saracho después. Ya llama la atención que acuse a los dos de lo mismo aunque sus motivaciones fueran diferentes: quedarse con el banco en el caso del mexicano y venderlo al precio más bajo posible en el del madrileño -y tampoco se entiende muy bien qué necesidad tenía Saracho de hacer caer la acción para venderlo barato-.

En estas acusaciones, Ron señala a dos medios en concreto: Expansión y El Confidencial, donde trabajaba entonces cubriendo el hundimiento del Popular quien suscribe estas líneas. Ni entonces El Confidencial ni ahora Bolsamanía publican noticias sin contrastar por varias fuentes; y no solo para no engañar a sus lectores (la credibilidad es el mayor activo de un medio), sino también para no arriesgarse a una demanda. Pensar que los periodistas publicamos lo que nos cuenta cualquier fuente interesada sin una mínima comprobación no solo denota un desconocimiento total de los medios de comunicación, sino una falta de respeto al trabajo de los periodistas.

Pero es la estrategia del ventilador, y hasta cierto punto es comprensible cuando uno se encuentra en una situación tan apurada como la de Ron; recordemos que tiene en su contra los informes periciales del Banco de España y de la CNMV, así como documentación del BCE. Y, además del presunto falseamiento de las cuentas y el presunto engaño al mercado, el expresidente del Popular debe aclarar asuntos todavía más turbios, como las sociedades que creó en Luxemburgo también para ocultar la morosidad real.

Eduardo Segovia, director de Bolsamanía, es autor del libro 'De los Borbones a los Botines: auge y caída del Banco Popular'

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