• Algunos festivales pueden llegar a superar un impacto económico de 100 millones de euros
  • La Comunidad Valenciana, la reina de los festivales
ep festival vina rock
Festival Viña Rock EUROPA PRESS/AYUNTAMIENTO

Neveras, sillas de plástico, tiendas de campaña, sol y música. Sobre todo mucha música. En verano es el combinado perfecto para miles de jóvenes que deciden pasar un fin de semana de lo más movido para ver a sus grupos de música favorito.

Los 50 festivales más grandes de España alcanzaron los 3,52 millones de asistentes en 2016 y sumaron 460.000 espectadores más que en 2015, un aumento de 15%, explicaba Ticketea en su informe anual de festivales. Durante 145 días de música, sumadas las jornadas que duran cada uno de los 50 festivales más grandes de España que van desde uno a ocho días, alcanzan con una media de 24.055 espectadores por jornada. Estas cifras no están muy alejados, según Ticketea, de las que se obtienen los partidos de primera división de fútbol en el país.

“Todos los años solemos ir a dos festivales. Por menos de 200 euros has visto música en directo, hemos comido, bebido y salido durante una semana”, relata Marina, una joven de 27 años que lleva acudiendo “desde los 20 años” a este tipo de eventos. La receta para los promotores es bastante sencilla: entradas a la venta en febrero a menos de 40 euros, carteles de primera línea y buscar ciudades a pie de playa. Y las ciudades encantadas. Por ejemplo, en Benicàssim, los cuatro días del FIB (14-17 julio) reunieron a 170.000 espectadores, según el ayuntamiento y la organización. El impacto económico que dejó en la provincia de Castellón fue de 50 millones de euros.

La Comunidad Valenciana es la reina del verano. Las costas levantinas tienen el lujo de poder albergar tres de las grandes citas que existen en España. El Rototom (12 y 19 de agosto), también en Benicàssim en el que se generan 5.000 puestos directos de empleo y deja en las arcas de la provincia 58 millones, junto al Arenal, del 31 de julio al 3 de agosto, (Castellón) son los grandes atractivos para los jóvenes sedientos de escuchar música en directo. En el caso de este último, la promotora estimó unos 38 millones de euros. En apenas dos meses la Comunidad Valenciana recibe una inyección de 146 millones de euros.

LAS GRANDES CIUDADES NO QUIEREN PERDER EL TREN

Chipiona, Benicàssim o Aranda de Duero son pequeñas ciudades que intentan arrebatar el protagonismo a lugares veraniegos por excelencia o capitales de provincia turísticas. “Intentamos ir a poblaciones ‘alternativas’ porque nos sale más económico y tenemos menos problemas”, señala un portavoz de un conocido festival. Aranda de Duero, localidad burgalesa, llena sus calles durante cuatro días. De jueves a domingo es difícil ver algún bar, hotel, hostal, parking o camping sin problemas de aforo.

Por eso que grandes ciudades, entre ellas Madrid, se suman a la moda de los festivales. Por segundo año consecutivo el Mad Cool dará colorido y sonido a la capital durante los días 6, 7 y 8 de julio en la Caja Mágica. En esta edición de 2017 ya se ha colgado el cartel de no hay billetes y más de 45.000 personas ya han reservado su ticket. Mad Cool, que recibió el premio al Mejor Festival Nuevo de 2016 concedido por European Festival Award, es un éxito en cuestión de cifras. La primera edición, celebrada en junio del pasado año, tuvo un impacto económico en Madrid de más de 23 millones de euros. Su organización y realización supuso la creación de unos 2.000 puestos de trabajo y los asistentes se contabilizaron en un total de 102.407. La procedencia estaba repartida entre Madrid (61%), distintas regiones del resto de España (21%) y más de 40 países (18%). Otras ciudades como Bilbao, cuentan con más tradición, donde se celebra el festival de rock BBK (6-8 julio), que tiene una repercusión económica de casi 20 millones de euros.

Otra de las mecas de los festivales es Barcelona. Allí se celebra el Sonar, que congrega a cientos de miles de personas durante toda la semana. Este fin de semana del 14,15, 16 y 17 las mejores voces del panorama mundial estarán en la Ciudad Condal. El año pasado, la cifra de impacto económico se marchó hasta los 72 millones de euros el impacto directo del festival, cifra que alcanza los 124 millones si se suma toda la actividad musical que, de manera indirecta, aprovecha el empuje del Sónar durante esos días, pero que los organizadores del evento catalán optan por destacar otros indicadores “más allá de la ocupación hotelera o el gasto por visitante”, explicaba en rueda de prensa Ricard Robles, uno de los responsables del festival.

LOS NEGOCIOS QUE HACEN SU ‘AGOSTO’

Los bares son el principal reclamo por todos los asistentes a los conciertos. A pesar de que durante la buena parte de la tarde los asistentes se la pasan haciendo ‘botellón’, cuando los cantantes comienzan a subirse al escenario la avalancha a los barras es imparable. Las colas se cuentan por minutos y los precios no suelen dispararse. “No son caros. Si los precios fueran elevados, la gente se saldría a sus tiendas de campañas para seguir bebiendo entre concierto y concierto, señala Marina.

Precisamente, en las zonas de restauración Glownet irrumpen como uno de los negocios en los festivales. Esta empresa, de cinco años de antigüedad, crece como la espuma a la misma vez que los festivales. Adiós al dinero en metálico. A través de una “pulsera de goma con un chip se puede pagar a través de un microchip. Se recarga la cantidad que uno quiere y paga a través de este mecanismo”, señalan Andrew Nocker e Íñigo Terstch, encargados de gestionar Glownet. La empresa ha crecido de manera vertiginosa y esta temporada estarán en el Sonar. Pero también se desplazarán hasta Perú, Panamá o Argentina.

Los supermercados también han visto el nicho de mercado en los festivales. En 2014, aterrizó el primer supermercado en un festival. Eroski abría en el BBK de Bilbao las puertas para las miles de personas que acudieron al evento. Productos como leche, pasta, galleta, embutidos, bebidas frías o snacks copan a día de hoy en varios festivales de la geografía de España.

El ‘glamping’ es otro de los negocios que más están rentabilizando este tipo de eventos. Allá por 2011, David Troya, el fundador, lo descubrió estudiando un MBA en esa ciudad. Alquiler de tiendas de campañas, buffet de desayuno, colchones o zona vigilada son algunas de las ofertas que ofrece el servicio. Jessica Armstrong, portavoz de Glamping Hub explica el espectacular crecimiento de la empresa. “Se nota ya que en EEUU y el Reino Unido hay muchas más oportunidades para experimentar glamping en los festivales. Las organizaciones dan oportunidades para que nuestro negocio se quede y tener una experiencia más lujosa. En España estamos notando ese crecimiento”, indica.

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