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Planta de Nissan en BarcelonaNISSAN - Archivo

El duro golpe que ha recibido la automoción en España tras el anuncio de que Nissan echa el cierre de su producción en Cataluña es, en realidad, el síntoma de la enfermedad que esta importantísima industria arrastra desde hace tiempo. Uno de los motores económicos nacionales, que representa el 10% del PIB y que podría ser una punta de lanza de la recuperación tras la pandemia, adolece de “falta de decisión política”, lamentan fuentes empresariales, para implementar planes industriales que mantengan la competitividad nacional en un momento en que el sector atraviesa una profunda transformación mundial hacia la cuarta revolución industrial y el coche eléctrico.

“Son malas noticias para el automóvil y para el tejido industrial en España”, que, per sé, es “rico y competitivo” reconocen las mismas fuentes. “Si desaparecen los constructores se empobrece el conjunto de la automoción nacional, lo que dejará “repercusiones”, lamenta José Antonio Hernández, secretario general de CCOO d’Indústria de Catalunya. Otros fabricantes, como Seat, rechazan dichas consecuencias, al menos en lo que a ellos se refiere, porque ambas compañías fabrican diferentes vehículos y únicamente comparten algunos proveedores.

En lo que sí se conjuran sindicatos, empresarios y administraciones es en hacer una llamada a todos los fabricantes para que el caso de Nissan sea el último. “Es una ‘pedrada’ de atención para ponernos a trabajar y hacer que las fábricas en España sean aún más rentables”, afirma Jose Vicente de los Mozos, presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac). Actualmente, nuestro país cuenta con 17 factorías y es la segunda región europea en el ranking que fabricantes de automóviles -séptima mundial-, sólo por detrás de Alemania, una situación de dominio que rápidamente podría perderse en los próximos años si el caso de Nissan provoca un efecto dominó y envía el mensaje equivocado a los fabricantes internacionales de que el Gobierno “no defiende el sector”, señala José Antonio Hernández.

Pero el asunto es mucho más complicado que una simple defensa de los activos con los que ya se cuenta. Las dudas sobre el futuro del sector del automóvil no podían ser más inoportunas, ya que se producen en una coyuntura de reordenación de la producción mundial. Las marcas se hallan inmersas en sus planes de fabricación de nuevos modelos eléctricos, ante la debacle del diésel y países com Alemania y Francia han implementado planes de ayuda a cambio de repatriar modelos, lo que deja a España, que no tiene matrices propias, en clara situación de desventaja.

“Hace falta una política industrial gubernamental que incentive a las empresas a ponerse manos a la obra para liderar esta nueva revolución hacia el vehículo eléctrico e inteligente”, receta el secretario general de CCOO d’Indústria de Catalunya. A su juicio, el país tiene el tejido para convertirse en pionero, pero los sucesivos gobiernos lo han dejado “muy abandonado”, en especial si se compara con el titánico esfuerzo que han hecho galos, con ayudas de 8.000 millones de euros, y germanos. Al respecto, Josep González, presidente de Pimec, reclama reactivar el plan nacional del automóvil y la máxima colaboración posible a los agentes económicos y sociales.

Las inquietudes de sindicatos y patronales son compartidas por otras fuentes sectoriales que hablan abiertamente de que “España se puede quedar fuera” del nuevo paradigma productivo. Reconocen una amplia “preocupación por la adjudicación de nuevos modelos”, más en un momento en que el efecto sede juega doblemente en contra de nuestro país. Actualmente, los países buscan contrarrestar los estragos económicos de la pandemia del Covid-19 reactivando las industrias locales y recentralizando producciones, pero España no puede jugar al mismo juego que el resto, ya que no cuenta con ningún centro de decisión. La única salida es “demostrar que somos más competitivos que nadie, lo que hará más difícil que nos quiten nuevas asignaciones”, defienden desde el sector.

En resumen, la decisión de la Alianza Renault-Nissan-Mitsubishi pone en jaque al inmenso potencial español en plena transición hacia el coche eléctrico y hacia un nuevo modelo de conectividad inteligente para los vehículos. “Podemos perder el tren”, insisten fuentes sindicales y aunque el pesimismo hace mella en todos los agentes implicados, no se pierde la esperanza de que esta situación, al igual que el cierre total de Nissan en Cataluña, que se ha anunciado para diciembre, se pueda acabar por revertir.

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