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El PSOE no quiere repetir elecciones. De hecho, unos nuevos comicios con octubre o noviembre como horizonte sería "una mala jugada" para la mayoría de fuerzas políticas, aseguran fuentes parlamentarias a 'Bolsamanía'. La amenaza de volver a las urnas que ha soltado el partido de Pedro Sánchez se enmarca en la estrategia del 'juego del gallina', explican otros conocedores de las negociaciones. Un ardid que obliga a los partidos a encomendarse a un segundo intento de la investidura que, sin duda alguna, fracasará en julio.

El presidente en funciones se someterá a la Sesión de Investidura en las próximas semanas sin que "esté hecha", reconocen en el partido. Y lo hará como el paso lógico de su táctica de tensar la cuerda, especialmente con Podemos, pero también con Ciudadanos, que se ha visto sometido a un intenso fuego tanto enemigo como amigo para que franquee el paso de Sánchez a Moncloa y ofrezca estabilidad a su gobierno.

"Durante las próximas semanas veremos muchos cambios de parecer y presiones por todas partes", anticipan los socialistas, que aseguran, tanto de cara a la galería como en 'petit comité', que la formación de Pablo Iglesias sigue siendo su socio preferente. Al menos de una parte del partido. Otro gran porcentaje no le haría ascos a repetir el 'pacto del Abrazo' de 2016 con Albert Rivera, tal como ansían el Ibex y los poderes económicos.

Pero esta alternativa sólo deja la opción de que Ciudadanos vote 'sí' a la presidencia de Sánchez, un extremo que el partido naranja se ha esforzado en descartar con contundencia. La opción 'B', una abstención de los 57 diputados de Rivera, se valora como poco probable en el seno de los socialistas que, además, son conscientes de que de nada les serviría. Asumen que "incomodaría" a los partidos nacionalistas de quienes sería difícil "lograr sus apoyos".

CON PODEMOS, SÍ, CON IGLESIAS, NO

De vuelta a Podemos, el problema parece estar en Pablo Iglesias. Algunas fuentes apuntan a que Sánchez y sus 'spin doctors', entre ellos Iván Redondo, no quieren hipotecarse con el líder del partido morado, por si acaso todo sale mal y finalmente hay repetición electoral. En este escenario, prefieren no tener el lastre de Iglesias. Aducen que el escollo es su exigencia de hacerse con una cartera ministerial y afirman que la renuncia a sus pretensiones desatascaría las negociaciones.

Al parecer, desde el PSOE no se oponen a que otros independientes, ubicados en la órbita de Podemos y validados por los socialistas, formen parte del futuro Consejo de Ministros. El partido es muy consciente de que este hipotético Ejecutivo de coalición con la fuerza de extrema izquierda facilitaría otros apoyos, como el caso de una abstención de ERC, Bildu o Junts per Catalunya, imprescindibles para que Sánchez revalide la presidencia. Eso sí, los socialistas garantizan que no se negocia con los independentistas, aunque los diputados de JxCat Jordi Turull y Josep Rull, con el apoyo del tercero de los parlamentarios presos del partido, Jordi Sànchez, han enviado una carta a la dirección de la formación en la que apuestan por la abstención en el debate de investidura.

"Ahora mismo hay diálogo y conversaciones informales" con los republicanos, reconocen. No obstante, "negociaciones como tal" para amarrar el apoyo del partido de Oriol Junqueras y evitar que se la jueguen otra vez, como ocurrió con los Presupuestos de la pasada legislatura, o en la votación del líder del PSC, Miquel Iceta, como senador, "no se producen ni se producirán", explican.

Esta incertidumbre de no tener los apoyos atados, tampoco en septiembre, cuando se tendrá que volver a intentar la investidura, imbuye máxima cautela en las filas socialistas. Desde Podemos, la versión de los hechos es otra: arguyen que Sánchez y su entorno no quiere ni a Iglesias ni a ningún podemita entre sus futuros ministros y cargan contra el presidente en funciones por presionarles y buscar su respaldo a cambio de nada.

Dos coches a toda velocidad que van por la misma carretera. El problema es que el volantazo no le asegura al PSOE hacerse con La Moncloa por cuatro años más, así que, a pesar de que unos nuevos comicios se les atraganten a todo el mundo -a excepción, quizás, del PP que sólo puede mejorar sus resultados-, poner de nuevo las urnas es un desenlace más probable a cada día que pasa.

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