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Junts per Catalunya (JxCat) no se sienta en la mesa de los mayores. Las negociaciones para la investidura del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, se están desarrollando al margen de los postonvergentes, que todavía buscan hacerse un hueco. El PSOE ignora deliberadamente al partido del President de la Generalitat, Quim Torra, a quien ningunea como quiere, porque no necesita sus votos. ERC lo tiene bastante más complicado para dejar de lado a los junteros, quienes presionan al partido de Pere Aragonés para que se les tenga en cuenta como sea.

En las filas de la plataforma que lidera desde Bélgica el expresident huido de la Justicia española, Carles Puigdemont, sentó muy mal que el vicepresident Aragonés rebajara sus exigencias la semana pasada sobre el papel que debía tener el Govern en las negociaciones presentes y futuras. De reclamar una reunión bilateral entre el futuro jefe del Gobierno y el de la Generalitat, pasó a declarar que tampoco hacía falta que Torra estuviera en esa mesa, si Sánchez no iba a figurar del otro lado.

El cambio de parecer del también coordinador general de los republicanos fue otro agravio a añadir a la lista de desaires que acumulan los dos socios que se sientan en la Generalitat. Y dejó fuera del espacio de diálogo y negociaciones a JxCat definitivamente. Durante la última semana y media, el partido de Torra y Puigdemont ha tratado de colarse en el debate con varias propuestas.

La portavoz en el Congreso, Laura Borràs, ha pedido que se reconozca al exlíder fugado como interlocutor en más de una ocasión y tanto el grupo parlamentario en Madrid como el Govern han seguido reivindicando que Torra debe tener un papel capital. La cúpula de ERC no es ajena a estas reivindicaciones y sabedora de que la formación está en la cuerda floja para un sector del independentismo que les considera traidores sólo por sentarse a negociar con el PSOE, intenta imponer su relato. Según los republicanos, el proceso de negociaciones debe hacerse en dos fases: el actual, hasta la investidura y el posterior, cuando los contactos deberán trasladarse a las administraciones catalana y estatal.

Pero JxCat lo ve insuficiente. Si bien un sector de los neoconvergentes opina que ERC se desgastará al retratarse al lado de los socialistas y cree que los réditos electorales, más si Puigdemont acaba por obtener la inmunidad como eurodiputado, compensan el actual ostracismo, otras voces exigen formar parte de los contactos con el Gobierno. Este martes, el Govern catalán volvió a reclamar un papel para Torra en la mesa de negociación y exigió que fuera Sáchez quien se sentara del lado del Ejecutivo central.

La paradoja de los herederos de Convergència es querer formar parte de un diálogo que quieren dinamitar. De hecho, siguen abanderado el referéndum como salida política al conflicto y han presentado una moción para volver a debatir el ejercicio de la autodeterminación en el Parlament la próxima semana. Las líneas rojas del PSOE, precisamente, son estas y ERC digiere que en esta fase deben abandonar tamañas exigencias y ceñirse a otras que se puedan sustanciar en un documento a desarrollar más adelante, explican fuentes conocedoras.

Un tercer sector, los posibilitas del PDeCat, integrado en JxCat junto a La Crida, piden la alfombra roja para el PSOE tanto de ERC como de los junteros y defienden la teoría del mal menor. Socialistas y republicanos están obligados a asociarse ante las nefastas alternativas que se abren para ambos si no hay investidura.

EL ESTADO DE LAS NEGOCIACIONES

Entretanto, el proceso sigue su curso. Después del segundo encuentro, las sensaciones son buenas y reconocen que los contactos "no marchan mal", cuentan desde ambos partidos. Los republicanos valoran muy positivamente que se haya convenido que el de Cataluña es un conflicto político que debe abordarse como tal y están dispuestos a aparcar la amnistía para los presos y el referéndum.

Los socialistas, por su parte, alaban la buena voluntad de 'esquerra' pero agitan el fantasma de que cualquier escenario que no pase por apoyar la coalición PSOE-Podemos será peor. Y con esta presión esperan seguir modulando el discurso de los independentistas. El debate está entre cerrar un pacto que se materialice en un documento con puntos a trabajar, que es lo que busca el partido de Junqueras, o que se quede en una declaración de intenciones con la que Ferraz y Moncloa se sentirían más a gusto. La siguiente reunión será el 10 de diciembre.

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