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Los cambios que se han dado la semana pasada en las cúpulas de los dos bancos centrales más importantes del mundo, el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal de EEUU (Fed) son otro clavo en el ataúd de la tan ensalzada independencia de estos organismos. La elección de Christine Lagarde como reemplazo de Mario Draghi y los dos nombramientos que el presidente estadounidense Donald Trump ha hecho en la Fed confirman que los banqueros centrales están adoptando un rol más político. Algo que suscita la preocupación de los analistas y hace pensar en un cambio de paradigma.

Lagarde es más “un animal político” y no tanto una economista clásica, indican firmas como Natixis. Además, su lugarteniente es también un expolítico, destaca Michael Hewson, analista de CMC. Y recuerda que Luis de Guindos, cuando ejercía de ministro de Economía de España, “tuvo que ser forzado a aceptar, gritando y pataleando” un rescate del sistema bancario español. Aduce el analista que la cualidades como política y negociadora de la exministra gala no la han preparado para el llevar el peso del BCE, “una institución que no solo establece la guía monetaria de la eurozona, sino también regula los bancos y el sistema financiero en toda Europa”.

Más desapercibido que el nombramiento de Lagarde, los dos nuevos gobernadores del supervisor monetario norteamericano serán, con toda probabilidad, Christopher Waller y Judy Shelton. Mientras el primero está vinculado a la Fed de St. Louis, la segunda es una asesora del republicano que está fuera del circuito de los bancos centrales. En conjunto, según los expertos, representan un avance en la toma de control de Trump sobre el guardián del precio del dinero de EEUU, que el magnate cree que debe ser un cómplice que impulse la expansión económica, a través de unas tasas de interés más bajas y una mayor flexibilización monetaria.

Los expertos indican que si estos nombres pasan la aprobación del Senado, los tentáculos de la Casa Blanca alcanzarán a la Fed como no lo habían hecho hasta ahora. Aunque es habitual que el presidente nombre gobernadores que sean afines a sus políticas, en el contexto actual se ve como una nueva ofensiva. El presidente estadounidense ha sido fuertemente criticado por proclamar a los cuatro vientos su insatisfacción con las políticas de la Fed, un hecho inédito desde que Bill Clinton implantó la costumbre en Washington de no hablar de las decisiones del banco central.

El de Trump no es el único ejemplo de populismo económico que cuestiona la desvinculación de los bancos centrales de los poderes políticos, tal como recuerda Hewson. Los presidentes turco, Recep Tayyip Erdogan, y de India, Narendra Modi, también han cuestionado el valor de la independencia de los bancos centrales. Pero Hewson indica que no sólo los políticos se han extralimitado. Los banqueros centrales, a menudo, han tomado decisiones “demasiado políticas” por las que han sido criticados en Reino Unido y en Europa.

Algunas de las intervenciones del gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, durante el proceso del Brexit no han estado exentas de polémica. Draghi, por su parte, ha estado bajo el foco en numerosas ocasiones por traspasar los límites en el caso de Grecia, Irlanda e Italia, durante la reciente crisis de deuda de la Eurozona, cuando amenazó con cortar la liquidez a sus sistemas bancarios a menos que los políticos se plegaran a las exigencias de la UE.

Por lo tanto, “los jefes de los bancos centrales llevan tiempo convirtiéndose en la cara pública de una organización que debe dominar y aplicar la diplomacia necesaria para mantener la política monetaria libre de la interferencia del gobierno”, escribe Allison Schrager en Quartz.

¿Y SI NO FUERA TAN MALO?

Por lo tanto, mientras algunos analistas consideran esta transformación un problema, otros lo valoran como positivo y ven con buenos ojos las habilidades de Lagarde o Powell para luchar las batallas políticas. En el caso de la exministra francesa, “sus antecedentes en el FMI y sus habilidades como negociadora entrarán en juego cuando tenga que defender un mayor espacio fiscal y una reforma estructural en todo el continente, en un entorno donde las herramientas monetarias han perdido gran parte de su eficacia”, indican desde Natixis.

En definitiva, el modelo que se impone parece ser el de unas entidades lideradas por perfiles políticos que se sepan rodear de economistas de reconocido prestigio. Pero es una vía que no está exenta de riesgos, mientras Lagarde o Powell serán capaces de consultar con sus economistas y de anteponer los intereses económicos a los de los gobiernos cuando sea preciso, la gran pregunta es qué harán otros banqueros centrales en el futuro.

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