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Subidas de tipos de interés, contracción de los balances de bancos centrales, fin de los programas de compras de activos o una mayor inflación no auguran nada bueno para el futuro de la renta fija, sin embargo, la diferente velocidad a la que las economías avanzan hacia la 'normalización' ofrece ventajas para continuar invirtiendo en deuda.

La Reserva Federal (Fed) ha aumentado el precio del dinero seis veces desde 2016 y prevé hacerlo otra media docena en los próximos doce meses. El Banco de Inglaterra (BoE) lo hizo una vez en 2017 y por ahora despista a los mercados con su mensaje más conservador, mientras que, algo más rezagado, el Banco Central Europeo (BCE) podría finalizar el 'QE' en septiembre y comenzar a subir los tipos el año que viene. Por último, el Banco de Japón (BoJ) ha fijado el tipo de interés a corto plazo en el -0,1%, comprometiéndose a continuar ampliando la base monetaria hasta que la inflación supere el 2%.

Los reguladores por tanto toman un camino contrario al de las políticas de respuesta a la crisis de 2008. Los bancos centrales cada vez muestran una línea más dura, pese a las alcistas presiones políticas que abogan por aumentar el gasto. Además, sus balances se empiezan a contraer y limitan la duración de sus programas de compra de activos. Un escenario poco atractivo para los inversores de renta fija, aunque existen opciones donde seguir encontrando rentabilidad.

APROVECHAR LA DIVERGENCIA

El primer 'filón' son los diferentes ciclos que experimenta cada economía. Los analistas de la gestora británica Newton aseguran que los diferentes ciclos que presentan los bancos centrales mundiales permitirá a los inversores diversificar sus carteras según calificaciones de crédito y la compensación de cada riesgo. Además, algunos emisores de países emergentes han desligado su deuda al dólar, permitiendo un posicionamiento personalizado a lo largo del espectro de riesgo, mediante exposiciones a diferentes divisas.

Frente al alza de los tipos de interés, Paul Brain, jefe de renta fija de Newton, destaca el potencial de los bonos a tipo variable, de los instrumentos derivados y de las estrategias de menor duración para compensar las tendencias más restrictivas. Los inversores "pueden adoptar estas posturas si consideran que el mercado no descuenta adecuadamente las subidas del precio del dinero o de la amenaza de la inflación", destaca el experto.

BONOS LIGADOS A LA INFLACIÓN

La situación del sector privado es más arriesgada. "Las empresas están pasando apuros para contratar personal. Es probable que esto se traduzca en mayores salarios, lo cual elevará las presiones inflacionarias", apunta Brain, quien asegura que la aceleración de los precios "no es una cifra muy elevada", pero que "bastó para sembrar el miedo en los mercados en febrero".

Ante esta situación, el experto menciona bonos ligados a la inflación, como los 'TIPS' estadounidenses, como una área de consideración si los datos comienzan a justificar preocupación sobre los precios.

APETITO POR LOS ACTIVOS REFUGIO

El fin de medidas no convencionales como los programas de compra también se acerca. Y ante esta situación, Brain asegura que "hemos tenido crecimiento, pero ni mucho menos cerca del nivel que justificaría la cantidad de activos adquiridos. En lugar de ello, hemos visto burbujas en activos dispares, desde propiedad inmobiliaria a arte, pasando por criptodivisas y activos financieros de alto riesgo". La pregunta ahora es cómo reaccionarán estos excesos ante el fin del 'QE', un catalizador de mayores tipos de interés.

Desde Newton Investment Management aseguran que a medida que se retiren los estímulos y el mercado asigne precios a los activos de riesgo, el apetito por activos refugio podría aumentar, reduciendo las Tasas Internas de Retorno (TIR). "El único argumento en contra es el ritmo de la reducción del balance de la Fed", añade Brain, quien asegura que su efecto "será casi imperceptible hasta que de repente sí se note, probablemente en 2019".

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