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El sector energético ha sido uno de los protagonistas económicos del año, aunque tal vez por los motivos equivocados. Los altos precios de la energía impulsados por el conflicto en Ucrania han disparado la inflación a lo largo y ancho del planeta. La situación ha obligado a los Gobiernos a tomar medidas para tratar de evitar (o suavizar) una recesión y destensar los precios del mercado, un objetivo que parecen haber conseguido en las últimas semanas. El petróleo cotiza cerca de sus mínimos anuales, mientras que los precios del gas han caído tras solucionarse los problemas inmediatos de suministro, sobre todo en Europa. Sin embargo, desde ING pronostican que en 2023 estos mercados se “apretarán” y volveremos a ver precios muy altos en la energía.

Y es que todo apunta a que el gas volverá a traer de cabeza a Europa. Los expertos del banco neerlandés creen que será “más difícil” alcanzar el nivel de almacenamiento gasístico del 90% antes del 1 de noviembre marcado por la Unión Europea en 2023. Asimismo, destacan que Europa necesita tratar de terminar la temporada de frío con un almacenamiento lo más alto posible dadas las expectativas de una nueva reducción de flujos de cara al próximo año, especialmente el procedente de Rusia.

“Los últimos datos muestran que los flujos anuales de gasoductos de Rusia a Europa han caído en torno a un 50% interanual, hasta aproximadamente 58.000 millones de metros cúbicos. Y, obviamente, estos flujos han disminuido progresivamente a medida que avanzaba el año con la reducción de la producción a través de Ucrania y Nord Stream”, explican desde ING, al tiempo que señalan que los flujos son un 80% menores en estos momentos.

Por lo tanto, añaden, si suponemos que los flujos de gas ruso se mantienen en los niveles actuales hasta 2023, el gas ruso anual por gasoducto a la UE podría caer un 60% más, hasta unos 23.000 millones de metros cúbicos el año que viene. “Y es evidente que existe un riesgo muy real de que se interrumpan los flujos restantes”, subrayan.

Asimismo, la firma holandesa destaca que el crecimiento del suministro de gas natural licuado (GNL) es “limitado” y eso pondrá en problemas a Europa, especialmente por su “reducida” capacidad regasificadora, que limitará las importaciones (+70% en octubre).

En este sentido, en el segundo semestre de 2022 se han puesto en marcha una buena cantidad de unidades flotantes de almacenamiento y regasificación (FSRU) en Países Bajos, Alemania, Finlandia o Estonia, con una capacidad aproximada de entre 23.000 y 27.000 millones de metros cúbicos, y se espera que Alemania ponga en marcha otros 15.000 millones para principios de 2023. ING cree que esto “contribuirá a paliar algunas de las limitaciones” a las que se enfrenta Europa, pero el principal problema viene por el lado de la oferta.

“La capacidad mundial de exportación de GNL iba a crecer en torno a 19.000 millones de metros cúbicos en 2023, impulsada por EEUU, Rusia y Mauritania. Sin embargo, tras la invasión rusa de Ucrania y las sanciones que le siguieron, es probable que cualquier aumento de la capacidad rusa quede en suspenso. La capacidad rusa representa el 46% de la nueva capacidad total prevista para el próximo año. Por lo tanto, podríamos ver sólo 10.500 millones de metros cúbicos de nueva capacidad de suministro”, indican.

Por ello, ING cree que la velocidad de llenado de los tanques de almacenamiento será “mucho más modesta” durante la primavera y el verano de 2023 y destacan que, debido a la “imposibilidad” de que Europa “gire completamente hacia otras fuentes de energía”, es muy probable que afronte el invierno del año que viene con un “almacenamiento ajustado” que dejará a la región “vulnerable”.

Asimismo, destacan que Europa deberá seguir destruyendo la demanda de gas como ha hecho este año, recortando voluntariamente su consumo un 15%, si quiere un suministro “adecuado” de cara al próximo invierno, especialmente si el suministro ruso vuelve a recortarse y se gasta más gas del esperado durante estos meses.

MENOS PETRÓLEO DE TODOS Y PARA TODOS

De igual modo, ING estima que el petróleo volverá a superar los 100 dólares el barril. En el caso del Brent, crudo de referencia en Europa, el banco neerlandés estima que alcanzará los 104 dólares de media a lo largo del año y un máximo de 110 dólares en el cuarto trimestre; en el caso del barril de West Texas, pronostican un precio medio de 101 dólares y un máximo de 107 dólares en el último trimestre del próximo año.

Con todo, avisan: la alta incertidumbre que impera en el escenario geopolítico hace que estas previsiones sean muy volátiles. Por un lado, explican, está por ver todavía cómo se comportará el petróleo ruso después de las sanciones por parte del G-7 y la UE, aunque pronostican una caída hasta entre 1,6 y 1,8 millones de barriles diarios durante el primer trimestre del año. “La evolución del conflicto en Ucrania también será importante. Aunque una desescalada no provoque una vuelta a los flujos preguerra, sí eliminará mucho riesgo del mercado”, apuntan.

Por otro, ING recalca la negativa de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados (OPEP+) a las demandas de Estados Unidos y otros socios para incrementar la producción de crudo. En este sentido, el banco neerlandés estima que, si bien es cierto que los recortes de la producción han dado “estabilidad” al mercado, podrían tener el efecto opuesto en el medio plazo “dada la expectativa de una oferta más ajustada durante 2023”.

Por último, la firma holandesa subraya la menor demanda mundial, especialmente debido a que China todavía no ha culminado su reapertura (se espera que un 50% de la demanda de 2023 provenga del gigante asiático), y el poco crecimiento que experimentará la producción de las petroleras estadounidenses. “Estimamos que aumenten su producción a unos 12,3 millones de barriles diarios, una cifra mucho más modesta que la vista en otros ciclos alcistas”, sentencian.

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