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La banca ha sido el sector más castigado en la última debacle bursátil, después de una larga tendencia bajista en los últimos años provocada por los tipos de interés negativos, que han dejado sus márgenes en mínimos. Pero ahora además afronta un nuevo golpe inesperado, y que puede ser muy duro: un repunte muy fuerte de la morosidad por culpa de la crisis del coronavirus. Miles de empresas y autónomos no podrán devolver sus préstamos previsiblemente durante meses, ni tampoco muchos trabajadores que irán al paro, aunque sea de forma temporal.

En los últimos días se han publicado numerosas noticias sobre el enorme impacto económico de las restricciones impuestas para contener el coronavirus: cierre de comercios, bares, restaurantes, talleres, centros de ocio y todo tipo de negocios, cancelaciones de viajes y hoteles, suspensión de clases, recortes de producción en la industria, etc. Todas esas empresas y autónomos (y sus proveedores, contratas, transportistas, etc.) no ingresarán nada durante el tiempo que dure la crisis y, por ello, tendrán que despedir -aunque sea temporalmente- a muchos empleados.

Sin esos ingresos, y dado que muchos negocios y familias viven casi al día, todos los afectados van a tener enormes dificultades para hacer frente a las letras de sus préstamos. Es decir, entrarán en mora. Y la mora, como sabemos bien en España tras el derrumbe de las cajas o del Popular, es lo que mata a las entidades financieras.

A esto hay que sumar el parón completo de la concesión de nuevo crédito en el estado de alarma actual, más allá de las líneas de liquidez que necesitan muchas pymes y autónomos para sobrevivir; líneas que, lógicamente, son de alto riesgo en esta situación y pueden incrementar todavía mas la morosidad en el futuro. Para aliviar ese riesgo, países como Reino Unido han establecido avales estatales a estos préstamos y Bruselas presiona a Pedro Sánchez para que haga lo mismo aquí. El martes dará a conocer las medidas económicas para aliviar esta crisis.

IMPACTO IMPOSIBLE DE ESTIMAR

Ni los analistas ni las propias entidades se atreven a dar una estimación del impacto en sus cuentas, pero todo el mundo admite que será "muy grande". Precisamente por eso, sentó tan mal que el BCE adoptara tan pocas medidas para ayudar al sector financiero a paliar el desastre.

Los analistas de Banco Sabadell aseguran que "la decepción vino principalmente por el lado de capital de los bancos, donde se esperaba mayor flexibilidad en el calendario de provisiones, y por el lado de las compras de activos (menos que en 2016 y sin incluir deuda financiera o equity)". Es decir, sentó muy mal que este incremento de la morosidad tenga que provisionarse con el calendario actual, en vez de darles más tiempo para ir absorbiendo el impacto en su cuenta de resultados.

Es cierto que el BCE sí adoptó otras medidas encaminadas a aliviar un poco al sector, como permitirles operar por debajo de los mínimos de capital o liquidez, algo que puede ampliar el Banco de España suprimiendo el colchón anticíclico. Pero parece a todas luces insuficiente ante lo que se avecina. Por ello, no hay que esperar grandes alegrías en bolsa, más allá de rebotes temporales que pueden ser muy fuertes.

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