• Muchas ciudades acuñan su propia divisa para impulsar el consumo local
  • Las monedas complementarias buscan generar un sistema económico diferente
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Si pensamos en monedas alternativas o virtuales, lo primero que nos viene a la mente, con toda seguridad, es el bitcoin y otras criptodivisas similares como litecoin, dogecoin o peercoin que reproducen las estructuras tradicionales de los sistemas monetarios. Similares al euro o al dólar, estas divisas cuentan con la ventaja de que están descentralizadas, con lo que, en teoría, no pueden ser intervenidas por ningún Estado o banco central y disfrutan de muchas de las características del medio digital como la inmediatez o la flexibilidad de las transacciones.

En el famoso Manifiesto Bitcoin que se publicó en 2008, coincidiendo con el lanzamiento de la moneda, se hace hincapié en su voluntad de democratizar los sistemas financieros a través del libre intercambio de divisas entre usuarios que juega a favor del fomento de la economía colaborativa o peer to peer.

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No obstante, estos entornos ideales no han quedado exentos de manipulación. El mismo bitcoin, al igual que otras criptomonedas, ha acabado siendo terreno de especuladores y ha generado una competición industrial para suministrar mayor potencia en la red, tal y como explica a Bolsamanía el activista social y miembro de la Cooperativa Integral Catalana Enric Duran.

El espíritu de beneficio colectivo de estas monedas complementarias ha quedado de alguna manera desdibujado, pero a lo largo y ancho del globo, iniciativas en red, ya sean locales o bien con una ambición universal buscan establecer alternativas serias al sistema bancario tradicional. El de las llamadas monedas sociales -también conocidas como complementarias o comunitarias- no es un fenómeno nuevo, algunos estudios sitúan su nacimiento en los años 80 como una respuesta de la sociedad civil a los fallos estructurales del establishment bancario y financiero tradicional.

En el mundo se calculan unas 5.000 divisas de estas características con objetivos como el fomento del comercio local o de proximidad, promover el crédito alternativo a la banca o fomentar conductas en la población sostenibles o medioambientales. Sólo en España, ya hay más de 200 divisas colaborativas según el Sistema de Intercambio en Comunidad (CES por sus siglas en inglés Community Exchange System), una de las redes internacionales que proporciona los medios para que sus usuarios intercambien bienes y servicios, de formas tanto locales como distantes.

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En España hay más de 200 monedas complementarias al euro

En todo el mundo ya son más de 5.000 las redes de comercio basadas en este o en otros mecanismos como los sistemas de intercambio comunitario local (LETS o Local Exchange Trading Systems en inglés), los sistemas de intercambio de crédito mutuo (Mutual Credit Trading Systems en el original) o los bancos de tiempo (Time Banks).

La mayoría de estas redes usan el euro u otra moneda como referencia, pero el valor lo ponen los vendedores y compradores mediante un proceso de acuerdo entre ambos. La característica principal, en todos los casos, es que escapan al control oficial, motivo por el que levantan muchos recelos entre las autoridades que ven con suspicacia estos nuevos modelos. Sin embargo, algunos expertos consideran que son esquemas complementarios de fomento del desarrollo local, pero que en ningún caso reemplazarán el euro u otras monedas convencionales.

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FOMENTO DEL COMERCIO DE PROXIMIDAD

En los años recientes y en respuesta a la galopante crisis que ha vivido nuestro país, han surgido numerosas iniciativas, especialmente dedicadas al estímulo de la circulación de bienes en una comunidad: pequeñas ciudades o, incluso, barrios de grandes capitales. Los sistemas de pagos suelen ser virtuales, a través de Internet o el móvil y en escasas ocasiones se imprime moneda física.

El cambio suele ser de paridad con el euro 1:1, por lo que se pueden comprar para efectuar pagos en comercios y se pueden volver a convertir a euros, en la mayoría de los casos. En otros, se fomenta el ahorro en esta divisa local.

Sin embargo, tal y como defiende Enric Duran, el valor principal de estas monedas es que “generan un sistema económico diferente”. La seguridad de estos sistemas lo da la confianza y la proximidad, que es dónde cobran una utilidad plena ya que “sus usuarios comparten un espacio físico y una Red, explica el activista.

Se estructuran en redes como la Res de Cataluña, que funciona en la mayoría de ciudades de Gerona, a la que están adscritos comercios locales, o la red ECO de Tarragona, que opera con unas características similares. Pero si viajamos hasta Sevilla, encontraremos el puma, concentrada en el Casco Histórico Norte de la ciudad; si nos trasladamos a las Islas Canarias, podremos comprar con demos; y en el norte de la península, desde el mes de marzo en Bilbao funciona el ekhi.

El ekhi fomenta la igualdad de género o la justicia social, además del comercio local

Pero para considerarse monedas sociales, la clave está en que estas iniciativas se visten de valores que priman sobre lo comercial. El equipo promotor del ekhi remarca a Bolsamania que su proyecto se basa en cuatro pilares fundamentales como son la ecología, la igualdad de género, la justicia social y el fomento de las lenguas locales, de manera que “cualquier comercio o individuo que participa de la red se impregna de estos principios y los adopta como suyos”.

Explica también que, además de promover el regreso al “comercio de barrio” para “regenerar el tejido social”, buscan el “crear alternativas al sistema para ir cambiando la mentalidad de la gente”.

RETENER EL DINERO

El crecimiento de estas iniciativas en nuestro país es imparable y son numerosas las ciudades que plantean experiencias piloto de este tipo. Tal es el caso de Santa Coloma de Gramenet, en Barcelona, donde recientemente se ha publicado el estudio Multiplicador Local 3 (LM3), que ha revelado que más de 50% de los fondos destinados a las entidades locales y a los sueldos de los trabajadores municipales se gastan fuera de la ciudad.

El alcalde de Bristol llegó a cobrar parte de su sueldo en la divisa social Bristo pound

La alcaldesa de la población, Núria Parlon, subraya a este medio que estos datos ponen de manifiesto la necesidad de “acuñar una moneda local propia para fidelizar el comercio y la actividad local”. Santa Coloma de Gramenet busca la inspiración en el Bristol Pound, que aglutina más de 700 empresas locales de esta ciudad británica.

El caso de esta moneda complementaria, que lleva poco más de dos años en circulación, es ejemplar: el ayuntamiento de la ciudad se ha comprometido y participado en el proyecto, no sólo impulsándolo, si no permitiendo el pago de tributos locales mediante la moneda alternativa. Hasta el anterior alcalde de la ciudad, Peter Main, cobraba parte de su sueldo en libras de bristol.

Además, una entidad bancaria tradicional da respaldo a esta moneda el Bristol Credit Union, que actúa como depositario y garante de la misma. Con todos estos logros, el equipo promotor de esta divisa sigue persiguiendo el objetivo de “cambiar el ADN del dinero y reivindicar otro tipo de valores que han muerto aplastados bajo el poder financiero". Ellos lo están consiguiendo.

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