ep i-d siguiendo las manecillas del reloj la portavoz y secretaria general adjunta de erc marta
David Zorrakino - Europa Press

Semana de infarto la vivida en la política catalana que deja un campo de minas para el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y sus presupuestos. La inhabilitación como diputado del president de la Generalitat, Quim Torra, ratificada por el Parlament de Catalunya, ha abierto la veda electoral en la región, con vuelo de puñales hacia uno y otro lados del espacio independentista, donde los antiguos socios han aireado su ruptura sin complejos. En cuestión de cinco días, Junts per Catalunya y ERC han encadenado una jugarreta tras otra con el fin de arañar un puñado de votos, sabedores de que el cuerpo a cuerpo estará muy reñido en las urnas. Pero con los comicios a unos cuatro meses vista, hay tiempo para que Torra haga la zancadilla a los republicanos una vez más y boicotee la mesa de diálogo acordada con los socialistas, que es la piedra angular de la campaña electoral de ‘Esquerra’.

ERC y PSOE caminan de la mano desde la investidura del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un matrimonio de conveniencia que para ser feliz sólo necesita soltar el lastre del binomio Junts per Catalunya-Quim Torra. Los republicanos lo intentaron esta semana, retirando su apoyo y el escaño al president en la cámara catalana y forzando una convocatoria electoral inmediata, a ser posible en abril, la fecha preferida por Moncloa. El entorno de Pedro Sánchez contemplaba que una vez despejadas las presiones de las urnas, ERC quedaría libre para negociar el proyecto de presupuestos, algo que de otra manera era imprevisible, ya que dependían de la sentencia firme del Tribunal Supremo sobre la condena al jefe del Govern para apartar a Torra de sus funciones.

A la pinza de socialistas y republicanos, JxCat reaccionó con un anuncio electoral sin fecha ni convocatoria. Habría elecciones, sí, pero sería cuando le interesara a los neoconvergentes. Como única pista, Torra ofreció el compromiso de llamar a la ciudadanía a las urnas tras la aprobación de los Presupuestos de la Generalitat, cuyo trámite abarca unos dos meses, lo que desplaza los comicios a mayo. A mediados, para ser más concretos. Justo cuando más daño hacen a los trámites de las cuentas que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, tenía previsto aprobar en torno al verano. Y, obviamente, cuando tienen más posibilidades de perjudicar a su principal rival, que ha quedado completamente atrapado.

Moncloa y Ferraz asumieron de inmediato que el partido de Oriol Junqueras no podría negociar durante la campaña electoral ni votar a favor de cuestiones como el techo del gasto, para lo que el Gobierno necesita mayoría absoluta en el Congreso. Comenzaron a barajar ajustar los tempos del Ministerio de Hacienda para evitar la fatal coincidencia que había sembrado de adversidades el calendario de la legislatura y empezaron también las presiones. Primero, amagaron con suspender la cumbre entre Torra y Sánchez en Barcelona el 6 de febrero. Pero el presidente del Gobierno ya había cerrado otros encuentros, entre ellos con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y la presidenta de la Diputación de Barcelona, Nuria Marín, por lo que consideraron que con una agenda apretada, el encuentro quedaría diluido.

Después, cayeron en la trampa de JxCat y anunciaron que posponían la mesa de diálogo hasta después de las elecciones autonómicas. Puigdemont se frotaba las manos desde Bélgica: había logrado el doble objetivo de quebrar la confianza entre ERC y PSOE y sin haber logrado arrancar las negociaciones para encauzar el conflicto político, se tambaleaba la campaña electoral de sus adversarios. El jueves, las vías de comunicación entre Madrid y Barcelona echaban humo y no faltaron los mediadores. Los republicanos encajaron con un notable enfado el movimiento del Ejecutivo y salieron en tropel a criticar la ruptura del acuerdo por el que Sánchez se hizo con la presidencia, Podemos llamaba a la calma y el portavoz de ‘Esquerra’ en el Congreso, Gabriel Rufián acudía a Moncloa a visitar a Sánchez.

La crisis duró horas. Un comunicado emitido a última hora de la tarde del mismo jueves enmendaba el “error”. Sánchez aseguraba estar dispuesto a "celebrar la mesa de diálogo entre gobiernos acordada, antes de las elecciones catalanas". El pretexto dado a su actuación fue que “dado el horizonte electoral decidido por el president de la Generalitat, Quim Torra, no se dan las mejores circunstancias para iniciar el diálogo entre gobiernos, cuando uno de ellos ha puesto punto y final a la legislatura y el nuevo Govern no podrá constituirse hasta la celebración de las elecciones anunciadas”.

AMNISTÍA E INDEPENDENCIA

La extraña jugada de Moncloa ha suscitado numerosas críticas y la oposición ha corrido a exprimirla y a acusar al Gobierno de estar plegado a ERC. El caso es que el escenario electoral en Cataluña también hace que el PSOE y el PSC formulen su estrategia, que pasa por marcar distancias con el independentismo. Sobre ellos pesa la sombra de que intenten reeditar el tripartito con los comunes y del PSC se prevé un apoyo externo o como parte del Gobierno.

En cualquier caso, Torra va a ir a por todas para poner el máximo de palos en las ruedas posibles desde la tribuna privilegiada de interlocutor de Sánchez. Su venganza será apretar las tuercas del jefe del Ejecutivo a quien ya ha advertido que hablará de autodeterminación y de la amnistía a los presos en la reunión prevista entre ambos para el 6 de febrero.

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