candidatos 20 D

Todos los demógrafos se hacen lenguas de la gran volatilidad de la intención del voto en el momento actual, por lo que es imprevisible hacia dónde evolucionarán las tendencias que desembocarán finalmente en las urnas el 20D. Sin embargo, todo indica que el PP ganará las elecciones con unos cinco millones de votos menos que en 2011 y con una mayoría relativa claramente insuficiente para plantearse gobernar en solitario, en tanto los otros tres partidos se repartirán el resto del hemiciclo.

Según este dibujo, y si se cumplen las escuetas condiciones mencionadas, hay tres gobiernos teóricos posibles, dentro de los márgenes de racionalidad:

Las tres opciones –sobre todo la primera y la segunda- son altamente inestables, por lo que tendrían un corto plazo de caducidad. Tal inestabilidad traería consigo, como es natural, repercusiones económicas negativas.

a.- Un Gobierno formado por el PP con apoyo externo de Ciudadanos. Es impensable que Rivera acepte formar una coalición, que permitiría su fagocitación pura y simple por el aliado popular, pero puede convenirle un pacto como el suscrito en la comunidad de Madrid, con condiciones todavía más leoninas que le permitirían imprimir su impronta en la gobernación del Estado. Naturalmente, esta opción es sobre todo posible si PP y C’s alcanzan la mayoría absoluta (176 escaños) y podría orquestarse en torno al liderazgo de Rajoy o de otro personaje más digerible para C’s (Soraya Sáenz de Santamaría por ejemplo).

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b.- Si la opción anterior no fuera matemáticamente posible o sencillamente no cuajara, podría terminar formándose con dificultades un gobierno a dos o a tres con el PSOE, C’s y Podemos. Quizá la fórmula más fácil de encajar sería el pacto PSOE-C’s con apoyo externo de Podemos (gobernaría el líder de la fuerza más votada, Sánchez o Rivera).

c).-La tercera posibilidad sería la ‘gran coalición’ a la alemana PP-PSOE, que ofrece tantas dificultades prácticas como argumentos a favor. En contra están la rivalidad histórica de ambos partidos (acentuada con el cara a cara preelectoral del lunes) y la presión del electorado en contra de la fórmula (sobre todo del electorado socialista, como bien indican las encuestas). A favor, la necesidad de consenso para las grandes decisiones que habría que tomar sin más demora en la próxima legislatura: nada menos que la reforma constitucional, la reforma del sistema de financiación autonómica y la reforma del sistema electoral. Para este proceso cuasi constituyente, el pacto entre los partidos históricos no repugna y hasta parece indispensable. Moncloa –Álvaro Nadal- está explicando estos días a distintos medios y creadores de opinión las bondades de esta fórmula.

Las tres opciones –sobre todo la primera y la segunda- son altamente inestables, por lo que tendrían un corto plazo de caducidad. Tal inestabilidad traería consigo, como es natural, repercusiones económicas negativas. Pero todo indica que tendremos que aclimatarnos a estos tiempos nuevos.

Antonio Papell

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