• En 2014 el sector del juego online en Gibraltar generó unos beneficios brutos de 30.000 millones de euros
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Vista de la Bahía de Algeciras desde GibraltarEUROPA PRESS

Las posibilidades para nuestro país de poner fin a la situación colonial de Gibraltar en la situación anterior, con el Reino Unido y España en el mismo club comunitario, eran muy escasas, por la sencilla razón de que la colonia británica se beneficiaba de la libre circulación a través de la inexistente frontera común y, al mismo tiempo, de la posesión de un estatus jurídico-político diferenciado en que España no podía intervenir.

En 2014 el sector del juego online en Gibraltar generó unos beneficios brutos de 30.000 millones de euros

Por ejemplo: por su posición, tenía grandes facilidades para liderar el juego online en el mundo sin tener que acatar la legislación española sobre el particular. En 2014 el sector del juego online en Gibraltar generó unos beneficios brutos de 30.000 millones de euros y más de 35 empresas de este sector han situado su sede en Gibraltar por los atractivos fiscales que ofrece. Tras la salida de Reino Unido de la Unión Europea, Foster Swiss, consultora financiera internacional especializada en la gestión de licencias de juego y de casino online: su opinión es que puesto que el Reino Unido ha decidido salir del club europeo, un proceso que se llevará a cabo de aquí a dos años, la tributación y la liquidez del sector del juego online se verán afectadas. Es posible que muchos operadores decidan trasladar su negocio a otro territorio más favorable o algún país de la Unión Europea para garantizar su estabilidad.

En esta tesitura, los gibraltareños votaron masivamente por la continuidad del Reino Unido en la Unión Europea (la continuidad arrastró más del 95% de los votos: 19.322 personas apostaron por seguir en Europa y sólo 823 por marcharse) porque eran conscientes de los beneficios que obtenían de tal posición, que obligaba a España a mantener la libre circulación de personas, bienes y servicios entre Gibraltar y España al formar parte ambos del espacio comunitario.

Ahora, la exótica decisión del ‘brexit’ cambia evidentemente las cosas, y la relación entre Gibraltar y España ya no será la misma, aunque sería absurdo presuponer que ha de empeorar necesariamente o que puede degenerar en verdadero conflicto. De cualquier modo, la Unión Europea no abordará la situación de Gibraltar durante las negociaciones de salida de Reino Unido y condicionará cualquier pacto posterior sobre su estatus al visto bueno de España, según consta en el borrador de las 'líneas rojas' del bloque para negociar el brexit con Londres. "Una vez que Reino Unido deje la Unión, ningún acuerdo entre la Unión Europea y Reino Unido se podrá aplicar al territorio de Gibraltar sin el acuerdo entre España y Reino Unido", dicen las directrices redactadas por el presidente del Consejo, Donald Tusk, quien consultó primero con todos los socios. El documento ha sido ya entregado a los gobiernos nacionales, cuyos líderes adoptarán el texto definitivo en su próxima cumbre extraordinaria del 29 de abril en Bruselas.

Lógicamente, Londres pretende, en su inaplicable cuento de hadas secesionista, mantener la mayor parte de los privilegios que le otorgaba su pertenencia a la Unión, aunque sin ofrecer contrapartidas y, por supuesto, sin contribuir al sostenimiento de la Unión. Tal cosa no puede ser aceptada por Bruselas, no sólo por razones de equidad sino para evitar el efecto contagio: podría darse el caso de que otros países quisieran seguir la estela del Reino Unido para quedarse con las ventajas de la Unión sin sus inconvenientes. Por eso se ha dicho, y con razón, que la salida del Reino Unido será onerosa para quien se marcha. Y por lo tanto también para Gibraltar.

Sólo May ha tenido el buen gusto de responder con una carcajada cuando se le ha preguntado si el asunto de Gibraltar podría desembocar en un conflicto bélico

La evidencia de esta nueva situación ha generado ya un sonoro encontronazo. El exministro Howard ha invocado nada menos que la guerra de Las Malvinas, incidente provocado también –ha dicho con evidente intención racista— por un antagonista “de habla hispana” (ha olvidado decir que aquel antagonista estaba comandado por un sátrapa militar y el actual españoles una democracia impecable). El ministro de Defensa de May, por su parte, ha insinuado veladamente que se utilizarán todos los medios para defender los derechos de los gibraltareños… Y sólo la primera ministra ha tenido el buen gusto de responder con una carcajada cuando se le ha preguntado si el asunto de Gibraltar podría desembocar en un conflicto bélico. No hace falta decir que el problema debe resolverse dialogadamente. Y con mucho tacto, porque los ‘llanitos’ —como haría cualquier otro grupo social con conciencia de serlo— no se plegarán a las amenazas: sólo la persuasión y la seducción tienen sentido si se quiere conseguir un resultado óptimo para todas las partes.

La solución que resolvería el caso definitivamente sería, sin duda, la cosoberanía, que no es la solución ideal para España (Gibraltar es una colonia arrancada alevosamente a España por la fuerza, como es conocido, por lo que lo lógico y moderno sería la descolonización sin más) ni por supuesto a los gibraltareños, que aspiran a mantener sine die la protección británica que les permita mantener un statu quo privilegiado en la región (y actuar como un paraíso fiscal, que todo hay que decirlo). En cualquier caso, tal solución no será viable si no se establece con anterioridad un clima de confianza entre las partes. Clima que nunca ha existido ni existe hoy día, como es bien evidente.

Así las cosas, la racionalidad democrática y el sentido común más primario sugieres que carece de sentido agravar el contencioso, aprovechar la nueva situación para levantar de nuevo muros más o menos virtuales entre ambas colectividades. Lo que habría que debería hacer España es aprovechar la oportunidad y comenzar un proceso, necesariamente lento, de diálogo sistemático y amistoso entre instituciones sociales de ambas partes, con alguna representatividad política de segundo nivel al principio, que fueran tomando acuerdos tendentes a una creciente cooperación y al establecimiento de líneas de confianza basadas en proyectos conjuntos. Hacer del ‘brexit’ un motivo de más confrontación es un dislate. Aunque haya quien guarda el fervor patrio para dispararlo en estas ocasiones.

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