• Por otro lado, el PC no verá con buenos ojos la desnaturalización y el ocultamiento de las siglas históricas
PabloIglesias-AlbertoGarzon

La ley d’Hondt se portó con singular dureza con Izquierda Unida el pasado 20D: la coalición de izquierdas vertebrada en torno al PCE consiguió 923.000 votos en todo el Estado y sólo dos escaños, los mismos que Bildu con poco más de 200.000 votos.

Ahora, se ha anunciado informalmente que Pablo Iglesias y Alberto Garzón estarían dispuestos a cerrar un complejo y conflictivo acuerdo para que sus respectivas organizaciones concurran juntas a las elecciones del 26J. La razón es puramente estratégica y beneficia claramente a Podemos: Iglesias necesita detener la previsible sangría que padecerá su partido, en parte por el abandono de la clientela desairada y/o decepcionada, en parte por la emancipación de las confluencias territoriales, y ambiciona para ello los votos de IU, cuyo líder estaría al parecer dispuesto a diluirlos en el magma de la formación populista.

Garzón, por su parte, necesita remontar los paupérrimos dos escaños obtenidos el 20D, pero es claro que cometería un error abultado si entregara sin más su venerable organización a su principal competidor precisamente ahora, cuando Podemos está perdiendo apoyo a chorros por la izquierda según las encuestas, e Izquierda Unida, que recoge la mayor parte de los desencantados con el arrogante Iglesias, los va recogiendo, por lo que estaría por tanto en condiciones de rebasar el punto de inflexión que le proporcionaría un respaldo más enjundioso. Habría que recordar que en 2011, con 1,6 millones de votos (menos el doble de los de 2015), Cayo Lara consiguió para IU nada menos que 11 escaños (cinco veces más).

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HIPOTÉTICO MATRIMONIO

En cualquier caso, este hipotético matrimonio de conveniencias desestabilizaría previsiblemente a ambos partidos. Podemos ha decidido –arbitrariamente por cierto- no celebrar primarias ante el 26J sino repetir las listas del 20D.

Evidentemente, el pacto con IU obligaría a mover esas listas, lo que irritaría a quienes resultasen perjudicados. Además, no todo Podemos está por tal unión: Errejón ya ha advertido que “los acuerdos que se hacen bien multiplican y los que se hacen mal dividen”. Y ha rubricado su oposición con un dictamen: “Las cuentas de ábaco no funcionan casi nunca”.

En IU, tampoco será ni mucho menos general la alegría. El PC no verá con buenos ojos la desnaturalización y el ocultamiento de las siglas históricas. Y los amigos de los socialistas, con Llamazares en cabeza, ya han afeado a Garzón que esté dispuesto a sacrificar IU para engordar el proyecto de unos advenedizos de dudosa filiación. En cualquier caso, tiene razón Errejón cuando duda de “las cuentas de ábaco”: la suma de Podemos con IU no tiene necesariamente que suponer el ‘sorpasso’ al PSOE. Entre otras razones, porque también las encuestas certifican que hay más electores de centro-izquierda que de izquierda radical.

Antonio Papell

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