• La curva invertida anticipa siempre una recesión, pero tarda 22 meses en materializarse
wall street
Alex Proimos ( https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/deed.en ) No changes made

La inversión de la curva de tipos (tipos a corto plazo más altos que a largo) no tiene por qué ser un drama para las bolsas... de momento. Según Credit Suisse, el S&P 500 sube más del 15% como media en los 18 meses posteriores a la inversión que tuvo lugar el miércoles, para después sufrir grandes pérdidas. Además, podemos estar ante una inversión temporal o incluso ante una anomalía por los tipos de interés negativos.

La caída de la rentabilidad del Treasury (el bono federal de Estados Unidos) a 10 años por debajo de la del bono a 2 años desató el pánico el miércoles en todos los mercados: el Ibex cayó a mínimos anuales y entró en negativo en 2019, y Wall Street sufrió su peor sesión del año. Ayer nuestro índice intentó el rebote pero no lo consiguió, lo que muestra su extrema debilidad.

La razón para este pánico es que todas las recesiones en Estados Unidos en los últimos 50 años han estado precedidas por la inversión de la curva de tipos. Por tanto, lo ocurrido esta semana anuncia que vamos de cabeza a una nueva crisis económica. Ahora bien, el plazo para que llegue la recesión varía mucho: la media son 22 meses después de que la curva se invierta.

Pero además, la historia nos dice que tampoco hay motivos para huir de la bolsa, por el momento. Según Credit Suisse, Wall Street tiene como media 18 meses alcistas tras la inversión de la curva y antes de que la rentabilidad de la bolsa se vuelva negativa. En ese período, la subida media es del 15%. En la última ocasión, la curva entre 2 y 10 años se invirtió el 30 de diciembre de 2005, pero el S&P 500 logró una subida del 18,4% en los 18 meses siguientes antes del derrumbe que provocó la crisis financiera de finales de 2007.

RAZONES PARA MANTENER LA CALMA

No son datos que aconsejen salir huyendo de la bolsa a cualquier precio en medio del desplome. Como ha explicado Bolsamanía, hay elementos de mucho peso para no tener miedo de un desplome brutal e inmediato de las cotizaciones: el apoyo del Gobierno de Tump y de la Reserva Federal, la gran cantidad de dinero que se perdió la subida del primer semestre y que ahora tiene por fin una oportunidad para entrar, y la falta de alternativas a la renta variable, junto a las atractivas valoraciones y a la elevada rentabilidad por dividendo.

Eso sí, a corto plazo no hay que tener muchas esperanzas hasta que las aguas se calmen. En el caso del Ibex, el análisis técnico nos dice que debería probar los mínimos de diciembre en la zona de 8.300 puntos, donde lo lógico sería ver un rebote de cierta importancia. Si después de ese rebote el nivel resiste, podremos hablar de un suelo y de expectativas de recuperación. Es decir, se cumpliría la historia del S&P 500 también en el Ibex.

¿INVERSIÓN PUNTUAL O DEFINITIVA?

Por otro lado, la inversión de la curva de tipos debe ser algo más que un hecho puntual para anticipar una recesión. Es decir, debe perdurar en el tiempo, puesto que ha habido inversiones puntuales en el pasado que no han sido seguidas por una crisis económica. Además, lo normal es que este fenómeno venga acompañado de otras señales negativas, como el aumento del desempleo o la contracción del crédito.

El mismísimo Alan Greenspan, el mítico expresidente de la Fed, ha declarado que la inversión de la curva de tipos tampoco es el fin del mundo. Además, hay un factor especial esta vez que no se había dado nunca en la historia y que pone en cuarentena las posibles implicaciones de la curva invertida: los tipos negativos. En estos momentos, hay más de 15 billones de dólares en deuda pública con tipos negativos (es decir, bonos que cobran intereses a sus tenedores en vez de pagarlos), lo cual supone una anomalía mucho mayor que la curva invertida.

Pero aquí también podemos estar en un caso de pescadilla que se muerde la cola: los tipos negativos y la curva invertida son consecuencia de una entrada masiva de dinero en los bonos procedente de la renta variable que piensa que merece la pena asumir una rentabilidad negativa a cambio de seguridad porque teme unas enormes pérdidas en bolsa si llega una recesión. En el mercado, los movimientos responden a expectativas. Y, como en el fútbol, las estadísticas están para romperse.

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